¿A quién no le ha tocado llevar tras su vehículo a un conductor desesperado que casi quiere pasarle por encima porque cree que uno va lento, aunque vaya al límite de velocidad permitida? O tal vez usted era el que llevaba prisa sin que le importaran los límites de velocidad…
O ¿quién no ha visto a un taxista volar un tope (reductor de velocidad) o dos camioneros jugando carreritas con todo y pasaje? ¿O ha intentado sobornar a un tránsito en el alcoholímetro? Todos esos episodios son infracciones al Reglamento de Tránsito.
Una de las tantas cosas que considero deberíamos aprender, tanto de nuestros padres como de nuestros maestros, sobre todo los de nivel básico, es cultura vial.
Hace años, cuando yo era niña, era muy raro ver que alguien usara el cinturón de seguridad, yo, por ejemplo, no sabía cómo se usaba ni que podría salvar una vida, afortunadamente ahora todos, o la mayoría, sabemos de la existencia de este dispositivo en los vehículos, cómo se usa, que puede salvar vidas y hasta que es una infracción al Reglamento de Tránsito no usarlo, aunque sea letra muerta.
No es que minimice los esfuerzos por socializar (ahora así se dice pomposamente) el uso del cinturón y la cultura vial en general, pero si pone atención, en el caso específico del cinturón no todos lo usan y no se les aplican las sanciones estipuladas por dicha infracción y si se le llama la atención algún conductor o pasajero por no llevarlo, el policía de Seguridad Vial corre el riesgo de ser agredido.
No soy experta en el tema, pero creo que no estoy tan perdida en el asunto; procuro respetar el reglamento y se los enseño a mis hijos, incluso al pequeño Alex que no maneja, pero sí anda en la calle, porque la cultura vial no sólo es para los que conducen cualquier tipo de vehículo, también aplica para quienes no.
Por ejemplo, ¿qué tan molesto le resulta al conductor que las personas caminen por el arroyo vehicular cuando existen banquetas para que lo haga con seguridad? En contraparte, el peatón se ve impotente cuando encuentra a su paso aceras invadidas por vehículos estacionados sobre éstas.
Manejar, como comúnmente se le llama a manipular cualquier automotor, no implica sólo saber encenderlo y hacerlo caminar, para adelante o para atrás; además de las habilidades físicas y mentales que conlleva esta tarea, también es sumamente indispensable conocer las mínimas normas para hacerlo, como saber por qué hay aceras pintadas con una línea amarilla y otras blanca, qué significan los señalamientos, que cuando el semáforo está en verde es para avanzar, el amarillo para prepararse y rojo para detenerse y no lo hacemos, apenas el semáforo cambia de verde a amarillo y aceleramos para alcanzar a pasar, a veces incluso en rojo.
No se respetan los límites de velocidad, los motociclistas van por carriles que no deberían (el reglamento dice que deben ir a la extrema derecha), sin casco y en ocasiones con pasajeros de más, los peatones no cruzan las calles por las esquinas ni siquiera donde hay zonas peatonales pintadas y aunque es una de las infracciones por las cuales se paga una de las sanciones más caras, no se respetan las rampas para discapacitados.
Los automóviles están provistos de bastantes dispositivos para poder enviar señales a los otros automovilistas y de esta manera evitar accidentes, ¡pero no todos los usan! No encienden las intermitentes cuando hay algún peligro o cuando deben avisar a los de atrás que disminuirá su velocidad o se detendrá, no usan las llamadas direccionales para anticipar una vuelta ni usa las manos para hacer las señales pertinentes que no sean la “Britneyseñal” o un recordatorio del 10 de mayo.
Los camiones expendedores se detienen a media calle para surtir las tiendas obstruyendo la circulación, los camiones urbanos hacen parada donde sea, sobre todo cuando el espacio destinado para hacerlo está invadido ya sea por otros vehículos estacionados o por puestos de comida o de cualquier cháchara, eso ¡también es una infracción al reglamento!
Ya ni decir de los que conducen y van hablando por teléfono o peor aún, mensajeando o las mujeres maquillándose con una mano y con la otra al mando de la dirección. También son infracciones que los vehículos contaminen y yo he visto algunos que parece que son de leña y nadie los detiene o que lleven las placas en sitios que no son dispuestos para ello, o que tienen otros formatos y tampoco hay quien les diga algo, como a los que se estacionan en contraflujo.
Y qué me dice de los ayudantes de semáforo… se lee cómico, pero es tan pobre nuestra cultura vial que en ocasiones es necesario que un agente regule la circulación aun cuando hay semáforo; el reglamento de Tránsito indica que cuando hay este tipo de “duplicidad” de indicaciones, hay que atender al agente de tránsito.
También son infracciones de tránsito intentar sobornar a los policías de Seguridad Vial y más grave aún es hacerlo. Esta falta es tan común que ya los uniformados ni se apuran en pedir para “el chesco”, uno mismo saca para evitar la multa o para que no nos muevan de donde estamos y esta acción se convierte en círculo vicioso.
Me resulta un tanto ocioso, por ejemplo, que haya dispuestos uno o dos policías de Seguridad Vial en la parada de camiones frente a la Plaza Bicentenario, siempre están hasta enfrente de los camiones y nunca ponen atención a los pequeños embotellamientos que se generan bajando de la Pánfilo Natera porque los camiones obstruyen el paso o porque hay autos estacionados a un costado y obstaculizan la visibilidad para avanzar.
Como estos hay muchos ejemplos, tantos, que no me alcanza el espacio para enumerarlos.
Y usted, ¿cuántos tipos de infracciones podría enumerar de memoria y cuántos ha ignorado?