Yellow Day

Hoy es el Yellow Day, la celebración creada opuesta al Blue Monday. Según el psicólogo que acuñó ambos términos, Cliff Arnall, las vacaciones de verano, el solsticio, más horas de sol, entre otros factores, hacen a las personas más felices, por ello considero una ocasión propicia para reflexionar sobre uno de los conceptos que más le ha quebrado la cabeza a pensadores y habitantes de este mundo: la felicidad.

Y hoy es complicado plantearse la pregunta de qué es la felicidad o si soy feliz. El contexto en el que estamos quizá haga absurdo el estarnos preguntando por ello. La enfermedad, propia o de seres amados, la muerte,  la inflación y crisis económica que orillan a millones de humanos al hambre, el desprecio que se vive por la vida humana, la degradación de valores, el endiosamiento del poder y el dinero, el egoísmo… complica un panorama propicio para ser felices, por muy soleado que esté el día.

La felicidad es el propósito principal de la vida del ser humano, un anhelo de bienestar que, sin embargo, no admite un único camino o interpretación posible. Muchos han sido los pensadores que han intentado dar una definición de lo que es la felicidad, pero no se logra un consenso, se acercan en ideas, una de las más interesantes que he leído es la del filosofo Aristóteles.

El filósofo dice que la felicidad es un fin universal del ser humano. Es decir, más allá de las diferencias y circunstancias de cada persona, esta motivación está presente en el corazón de todos.

La satisfacción de la felicidad parte del ejercicio de la virtud como base para la práctica del bien, puesto que una vida plena también es la consecuencia de acciones virtuosas y éticas. Mientras que existen muchos medios que tienen un valor meramente instrumental, la felicidad no es un medio, sino un fin. El error reside, con frecuencia, en dar un lugar prioritario en relación con este tema a un aspecto que no tiene este valor.

Por ejemplo, aunque el factor económico está presente en el estilo de vida, el dinero y lo material es un medio. ¿Qué ocurre cuando una persona hace de este medio una búsqueda absoluta en su día a día? Lejos de alcanzar la alegría, experimenta la insatisfacción constante de la avaricia, le lleva a poner el punto de atención en la carencia de aquello que todavía no posee.

Y no solo sucede con el dinero, sino con los logros humanos que vamos alcanzando, cuando se convierten en fines y no en medios la obsesión no nos deja ser virtuosos y por ende no alcanzamos la felicidad.

Para Aristóteles, las virtudes, las decisiones, los actos voluntarios; todo se dirige a la felicidad como a un fin y como actividad del alma. Los afectos positivos y negativos residen en el cerebro, pero la felicidad sostenida no tiene una base biológica. Solo estamos diseñados como humanos para sobrevivir.

Los medios de comunicación y las redes sociales nos muestran una felicidad diferente a la que Aristóteles proponía, se vuelve casi una exigencia y hace ver al dolor o el duelo como algo indeseable y malo, pero nuestras emociones son mixtas e impuras, desordenadas, enredadas y, a veces, contradictorias. Y ni qué decir de nuestro contexto, cosa que exponía al principio.

En fin, no olvidemos que esto solo es una propuesta sobre lo que es la felicidad y que existen muchos más autores que definen su concepto, ya sea basado en la biología, la moralidad, la religión, etc. A pesar del caos, intentemos mantenernos al menos en el alma en un estado que nos permita vivir de la manera más digna posible.

Buen solsticio de verano.