Con los precios de los productos y servicios básicos para la vida moderna por las nubes (alimentos, agua y transporte al menos) y los salarios en general tan estrechos, es difícil pensar en el ahorro.
Sé que hay algunas personas que tienen muy buenos salarios o que se parten la figura en dos o tres empleos para tener un mejor nivel de vida, pero el costo que se paga es elevado si se tiene familia, pues por llevar más dinero a la casa, se sacrifica la convivencia y se pierden para siempre momentos invaluables que nunca volverán, dejan crecer solos a los hijos y no pocas veces pierden hasta la salud.
La verdad, creo yo, es que el común de la gente, esa que puebla en su mayoría las ciudades y que vive y sostiene a su familia con un salario (mínimo) no le queda mucho para ahorrar para imprevistos, vacaciones u otras cosas porque los alimentos que eran considerados muy básicos como las tortillas, el huevo y los frijoles han aumentado su precio exponencialmente.
Hasta 2018, cuando López Obrador ganaba la Presidencia de México, el kilo de la tortilla, si mal no recuerdo rayaba en los 14 o 14.50 pesos el kilo prácticamente en todo el país y había la esperanza –por todas las promesas de la campaña presidencial– de que todo bajaría al abaratarse el gas y la gasolina, sin embargo, ni el gas ni la gasolina bajaron; al contrario, con lo que hoy cuestan, un kilo de tortilla oscila entre los 18 y 20 pesos en Zacatecas, pero en otros estados de la República se vende hasta a 30 pesos.
Recuerdo, casi con nostalgia, cuando para salir del apuro cuando llegaba la hora de preparar la comida y no había mucho en el refrigerador, de volada mi mamá hacía unas enchiladas rojas zacatecanas o unos chilaquiles con mucha crema y queso o, sólo por antojo, una exquisita sopa de tortilla con queso, aguacate y crema.
Ahora, con el precio de la tortilla por las nubes, sin contar el precio de los demás ingredientes, esos platillos que antes eran de fácil acceso para cualquier bolsillo, se han convertido en platillos de lujo. Ahora hay que cuidar hasta las tortillas que quedan recalentadas para preparar totopos o chilaquiles…
Para nadie es desconocido que la tortilla se consume en todo el país como parte de la dieta básica del mexicano, no me dejarán mentir, ¿quién no ha saboreado cualquier tipo de guiso “sopeando” con un pedazo de tortilla?, o ya de perdis con una tortilla echa rollito o una tortilla con sal… no es que quiera provocarles un monumental antojo que los obligue a dejar la dieta, sólo quiero ilustrar cómo la necesidad de comprar un kilo de tortillas se está convirtiendo en un obstáculo para el ahorro.
Mi hija Mariana, desde chiquitita tiene el hábito de ahorrar. Tiene años que llena una botella de refresco de 3 litros con monedas de 10 pesos y hace muy buenos ahorros, pero ella no tiene la preocupación de pagar renta o hipoteca de su casa ni de garantizar que haya alimento, agua y luz en la casa, válgame ni siquiera de pagar por el transporte para ir a su trabajo… un ama de casa común y corriente no atesora las monedas de 10 pesos, porque a veces significa completar un kilo de tortillas o un litro de leche y habrá ocasiones en que hasta busca los pesos sueltos para completar.
Los padres de familia (responsables) deben hacer rendir el dinero con todo tipo de estrategias, desde planeando cómo y en qué gastar cada peso; apretándose el cinturón en todos los sentidos, comprando sólo lo indispensable, hasta las que implican mucha fe, como las metafísicas o religiosas, para que les alcance la quincena para comer y pagar servicios, pocas veces queda para ahorrar y la mayoría de quienes ahorran prefieren hacerlo de manera informal, ya sea escondiendo su dinero bajo el colchón o en las famosas tandas, que no siempre resultan tan efectivas.
De los 130 millones 262 mil 220 habitantes de México, según el INEGI, sólo ahorran en el sistema formal (instituciones de servicios financieros) 25 millones según la CONDUSEF –y aunque debería hacerse un desglose tal vez por edades, lo obviaré para no enredar más el cuento–, en realidad es poco el porcentaje que ahorra, en números redondos sólo el 19 por ciento.
En estos tiempos hay que ahorrar o sacar la tanda hasta para echarse un taco de tripitas, bistec o adobada en el puesto de confianza, porque a como está la tortilla, la cebolla, la carne y demás insumos tampoco son baratos ya.