Últimamente he leído mucho sobre la inflación. La verdad es que como simple ciudadana poco versada en el tema, poco entiendo de índices inflacionarios, de las mediciones de la economía del país y de tipos de cambio en el Banco de México. Lo único que me queda claro es que cada vez un billete de 100 pesos alcanza para menos.
De acuerdo con información del INEGI, la inflación actual es la peor registrada en los últimos 22 años, la mide en julio pasado en 8.15% en todo México, mientras que en Zacatecas es de 9.6%, con lo que se sitúa en el tercer lugar a nivel nacional.
Según entiendo, se dice que hay inflación cuando se produce un aumento general de los precios, es decir, de todo no sólo de algunos artículos o servicios, lo que da como resultado que por cada peso puedan adquirirse menos bienes y servicios que ayer. En otras palabras, la inflación no es otra cosa que la pérdida del valor de la moneda, o bien, que el dinero vale menos.
Y vaya que hasta envidia da con las pláticas de mi padre que dan cuenta que con 5 pesos cenaba su orden de birria con su respectivo refresco allá por la primera mitad de la década de los 60, o que mi abuelo vendía el tercio de leña a 17 centavos en los albores del 1965… la verdad es que las cosas costaban menos, pero también los salarios eran menores, así que regresemos a la realidad.
De acuerdo con el Banco de México (Banxico) la inflación es un fenómeno que se observa en la economía de un país y está relacionado con el aumento desordenado de los precios de la mayor parte de los bienes y servicios que se comercian en sus mercados, por un periodo de tiempo prolongado.
Cuando hay inflación en una economía, es muy difícil distribuir nuestros ingresos, planear un viaje, pagar nuestras deudas o invertir en algo rentable, ya que los precios, que eran una referencia para asignar nuestro dinero de la mejor manera posible, están distorsionados. Con la explicación me queda claro por qué muchos ya no salieron de vacaciones en el pasado periodo de asueto o visten con las mismas “garritas” desde hace meses o no pueden cambiar de muebles aunque la pata de la mesa esté remendada…
La explicación de Banxico me da un poco de luz, pues por un momento creí –y no es broma– que me estaba convirtiendo en una despilfarradora sin control y mi apego al dinero o se había disipado o todo lo contrario, ya que cuando pago el recibo del agua, por ejemplo, ofrezco un billete que luego casi lucho por arrebatarlo.
Como ama de casa y proveedora, lo único que sé es que desde hace ya un tiempo el dinero no me rinde como hace unos años; mi pensamiento se remonta a hace unos 21 años cuando llenaba el tanque de mi “amado carrillo” (así se llamaba un tsurito que luego me robaron) con casi 500 pesos, ahora el tanque de mi auto se llena con casi mil pesos, cuando el salario mínimo en Zacatecas es de 172.87, es decir: un tanque de gasolina regular equivale a prácticamente seis días de trabajo.
Y hay que aclarar que no siempre es suficiente un tanque para una quincena, en ocasiones es necesario rellenar el tanque porque uno se mueve mucho, ya sea por trabajo, por obligaciones domésticas o paternales o por simple y llano gusto, lo que implica un desembolso extra del mínimo que se percibe a semanal o quincenalmente.
El generalizado aumento en los precios es una locura. De acuerdo con el INEGI el incremento en los precios van del 12.33% anual en la tortilla, alimento que parece dejará de ser básico en México y pasará a artículo de lujo… 33.11% en la harina de trigo que repercutió, forzosamente, en el aumento al pan dulce en 20%, y en general el aumento en alimentos y bebidas no alcohólicas fue de 14.15 por ciento.
Se habla mucho de porcentajes, quizá porque es la forma en que los burócratas que hacen las planeaciones de políticas públicas lo entienden, pero yo creo que ni ellos ni el Presidente ni el gobernador ni nadie del gobierno comprende la gravedad de esas cifras, porque como decía mi abuela paterna, “todo sube, menos el salario y nada baja”.
Yo creo que a los ciudadanos de a pie, como yo, que no entendemos mucho de política y ni nos interesa quien gobierne o haya dejado de gobernar, lo que nos muele, nos acaba y fulmina es que trabajamos mucho, ganamos lo mismo y todo nos cuestas dos, tres o 10 veces más que el año pasado. Sobrevivimos por obra y gracia divinas.