Ayer platiqué con un gran amigo, de esos con los que se puede hablar de todo un poco (trabajo, política, amores, amigos, frivolidades), siempre es un gusto coincidir con él aunque nos vemos realmente poco. Hablamos de muchas cosas y sin querer terminamos comentando sobre los padecimientos que la gente en general sufre sin darse cuenta qué es lo que le aqueja ni la causa ni el remedio.
Las enfermedades no siempre tienen una causa física proveniente de cualquier parte de la anatomía humana, sino que también hay otras enfermedades cuyo origen está en lo no palpable, es decir, en las emociones, en los pensamientos y hasta en los sentimientos, de las cuales se encargan de curar los psicólogos y psiquiatras.
Yo he aprendido o tratado de comprender que hay un punto en el que “se cruzan los cables” y las enfermedades que no son fáciles de detectar, esas que no se identifican como un dolor de muelas o una gripe, cuando no son atendidas hacen todo lo posible por manifestarse físicamente, de ahí vienen las erupciones en la piel, la caída de cabello, la diabetes, la artritis, la famosa fibromialgia, etc… que por más medicamentos y remedios convencionales de patente, genéricos o caseros que usemos indicados para la supuesta enfermedad, no curan, no alivian, no funcionan. Ese fue el punto en que nos centramos mi amigo y yo.
El caso es que luego de intercambiar puntos de vista llegué a la conclusión que de ahí vienen los muchos padecimientos que nos aquejan a muchos desde hace mucho tiempo, sin saberlo, y que con la pandemia de COVID-19 se agravaron y no siempre son atendidos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, no solamente como la ausencia de enfermedades. Define también a la salud mental como “un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”.
De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2020, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México hay 1 millón 590 mil 583 personas con algún problema o condición mental de los que 54% hombres y 46% mujeres.
Un indicador preocupante respecto a la salud mental en México es el incremento exponencial de suicidios, el INEGI da cuenta que de 2 mil 603 registrados en 1994, la cifra se elevó a 8 mil 447 en 2021. La causa siempre es una situación de inestabilidad de la salud mental, que puede ir desde depresión, ansiedad o trastornos del sueño, entre otros; más preocupante es, según creo yo, que el 66.9% de los mexicanos desconoce por completo si alguna vez se ha deprimido, aunque, claro, también está el otro extremo que hace alarde de situaciones a las que califica como depresión sin serlo…
Las enfermedades mentales más comunes en el país son ansiedad, depresión, trastornos por uso de sustancias, déficit de atención e hiperactividad, trastornos del sueño, trastorno bipolar y esquizofrenia; según un estudio de la Universidad Veracruzana sólo el 20% de la población con algún padecimiento de este tipo recibe atención médica.
En la amena charla con mi amigo, hicimos cuenta de todas esas cosas que llevamos a cuestas y que sin darnos cuenta se convierten en un lastre para nuestra salud, primero para la mental y luego para la física. ¿Quién no ha perdido el sueño por temas de trabajo que no sabe cómo resolver? ¿A quién, en el contexto político-social-económico, no le preocupa perder su empleo por la situación de escaso desarrollo en el estado?, o porque con la inflación por las nubes, es decir, el encarecimiento de los precios, estamos “muy estresados” porque antes de la quincena ya no tenemos dinero ni para lo más básico.
Otra preocupación muy mundana de nuestro tiempo y casi de todos en Zacatecas es la inseguridad, ¿quién no ha sentido miedo o angustia de que un hijo, el marido o esposa, un amigo o uno mismo se vea en medio de un fuego cruzado? Ya lo dijo ayer el magistrado presidente en su primer informe: “en este momento libran –una guerra– en nuestro territorio los dos cárteles más poderosos y violentos tal vez del mundo”.
A las causas generales se suman las particulares, como el mal de amores, los exámenes escolares, los compromisos que tenemos con los amigos, conflictos familiares leves y los no tan leves, enfermedades, que el auto necesita servicio y tanto la mano de obra como refacciones están carísimos… y encima no nos damos tiempo para la convivencia con los seres queridos ni para caminar un poco; no nos damos un gusto, no hablamos de lo que cargamos “en el corazón” en el día a día y “nos tragamos” todo solitos para no preocupar a quien está a nuestro lado.
La suma de todo ese universo de “problemitas” en ocasiones es el detonante de uno o muchos trastornos mentales, pero todavía no tenemos la suficiente madurez ni como individuos ni como sociedad para comprender que una enfermedad mental es eso, una enfermedad que al igual que una gripe, un dolor de muelas o un cáncer, son médicamente tratables y curables si se atienden bien y a tiempo.