Racismo, enemigo de la paz

En nuestra última entrega hablamos de cómo el racismo en nuestro país es un problema y que celebrábamos que el presidente Andrés Manuel López Obrador estuviera activando los planes de los pueblos originarios para que con ellos la identidad, la cultura, las formas de gobierno, la religión, el idioma, las culturas y las costumbres pudieran prevalecer y se respetaran los Derechos Humanos en todas sus formas.

Por ello fue gratamente sorprendente que en el Grito de Independencia del pasado 15 de septiembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador, durante una de sus arengas, gritase con mucha efusión: “¡muera el racismo!”, acción que visibiliza aún más un problema que la sociedad debe atender.

El racismo en nuestro país es el fenómeno social de exclusión, de rechazo y odio hacia personas o grupos de nuestra sociedad por su raza, su color de piel, su origen étnico, su lengua, su religión, sus circunstancias sexuales, etc. Estas diferencias generan un sentimiento irracional de superioridad de una persona sobre otra.

A lo largo de la historia de nuestro país, el racismo se evidencia en leyes, prácticas de exclusión y campañas violentas contra algunos grupos raciales o étnicos. Este fenómeno se da después de la Conquista española, cuando en el país grupos indígenas de negros o asiáticos han sido negados legal y socialmente a derechos y oportunidades otorgados a grupos de descendencia europea y mestiza en materias como educación, participación política, oportunidades laborales, entre otras.

Eso fue lo que motivó a los mestizos y mestizas ahora héroes; padres y madres de nuestra patria, a levantar las armas en la lucha independentista.

Por eso es importante que, para el Día Internacional de la Paz de este año, que se celebra el 21 de septiembre en todo el mundo, se haya decidido el lema: “Por el final del racismo. Construye la paz”.

El racismo sigue vigente en las estructuras sociales, en nuestra vida cotidiana, y en todas las sociedades continúa como un factor clave de la desigualdad persistente. Desestabiliza la sociedades, socava las democracias de los gobiernos y además es un flagelo que se encuentra equívocamente ligado a la desigualdad de género.

Los conflictos siguen en todo el mundo forzando a muchas personas a huir, hemos visto incidentes de discriminación y racismo en las fronteras. Al mismo tiempo que el COVID-19 continúa atacando, por fortuna cada vez menos, a nuestras comunidades, se ha producido un incremento en los discursos de odio y violencia hacia las minorías raciales.

Todos tenemos un papel que desempeñar en fomento de la paz. La lucha contra el racismo es crucial para conseguirlo, para lograr la paz que se anhela.

Trabajemos juntos para desmantelar las estructuras que faltan en el racismo de nuestros entornos. Celebremos la paz, la lucha por la igualdad de los derechos humanos y denunciemos los discursos de odio, tanto en Internet como fuera de él. Reconstruyamos la confianza y la cohesión social mediante la educación y la justicia.