Un buen estado de ánimo y ser positivos resultan los mejores medicamentos contra casi todo en la vida. Hay quien dice que esas son creencias de gente ignorante, otros que lo que verdaderamente poderoso es la sugestión y otros prefieren no restar importancia a los medicamentos de patente y recomiendan tomarlos junto con su dosis de alegría y optimismo.
Independientemente de cualquier estudio científico serio que explique el fenómeno, yo tengo mis propias teorías empíricas que he venido descubriendo en la mera observación cotidiana y sí, creo firmemente que cuando uno tiende a estar de buen humor y ver el lado bueno de todo lo que ocurre se enferma menos, o si uno ya está enfermo tiene menos achaques y puede sobrellevar bien cualquier padecimiento, incluso los crónicos como la diabetes o la artritis, claro que sin abandonar por las pastillas, pequeñas o grandes, ovaladas o redondas, rosas o blancas.
El cuento viene porque he descubierto que muchas de las personas que conozco, al menos de las que son modelo clásico como yo y de ahí en adelante, presentan diversas enfermedades y su apariencia y ritmo de vida es totalmente distinto entre los que se dejan abatir por la depresión que les causa saberse con alguna afección y quienes deciden vivir en plenitud, aún con un pastillero en el bolsillo.
Como ejemplo pondré a mi madre, una mujer de 73 años que entre otras cosas padece hipertensión, diabetes, artritis reumatoide y el síndrome de las manos frías o propiamente dicho, el síndrome de Raynaud, que es una enfermedad que causa sensación de adormecimiento y frío en algunas zonas del cuerpo, como los dedos de las manos y de los pies, en respuesta a temperaturas frías o al estrés e incapacita por completo al paciente cuando llega una crisis severa.
Quien conozca a mi madre sólo de vistas o de saludos ocasionales, jamás imaginaría que ella es “un estuche de enfermedades”, pues a pesar de ellas se viste jovial, se peina con todo tipo de peinados, desde los más modernos hasta los más ridículos y no se avergüenza… sube, baja, va y viene, casi nunca está en cama convaleciente.
En contraste, una contemporánea suya tomó muy mal la noticia de que tenía diabetes, lo supo tres semanas antes que mi madre. Se deprimió tanto que primero ya no salió de su casa, luego de su habitación y semanas más tarde ni de su recámara; con el pretexto que era diabética comía las tres comidas en su cama, de la que sólo se levantaba para ir al baño. Falleció –prematuramente digo yo porque tenía la misma edad de mi madre–, por complicaciones en los riñones por falta de ejercicio al año y medio que le diagnosticaron la enfermedad.
Por otro lado, conozco a dos o tres “compas” –dice mi Alex–, en sus veintes o sus treintas y apenas les da un resfrío y ya no se levantan de la cama; una gran amiga, muy querida, pero muy escandalosa, se pasó todo un día en reposo con cojines bajo el brazo porque donó sangre, no se quería mover porque no quería desangrarse por el orificio que se le notaba por donde introdujeron el catéter para la transfusión (no se ría, es cosa seria), el común denominador en ambos casos es su estado de ánimo, los mil temores que llevan a cuestas y su inseguridad.
Mi papá, todo un jovenazo de la tercera edad, es menos jovial que mi mamá y un poco más inseguro, pero es muy sano, sólo renquea un poco porque dicen los médicos que se le acabó el cartílago de la rodilla, pero una gripa lo tira en cama y agoniza el hombre.
En fin, ejemplos hay muchos, el caso es que la gente que piensa menos en el qué dirán, se ríe a carcajadas, disfruta de los pequeños detalles y busca siempre las cosas buenas hasta en los peores desastres tiene una mejor calidad de vida a pesar de cualquier flagelo que lleve en el cuerpo, sin perder de vista que lo tiene, por lo que se cuidan también.
No es mentira lo que digo. Cuando la pandemia de COVID-19 estaba en el pico más alto, enfermé y un gran amigo me escribía todos los días y me decía: “no te deprimas, esto pasará. Si te deprimes te pondrás más mal”, yo pensaba que exageraba, ahora sé que no.
Por eso, sea feliz. Cuide la salud de su cuerpo desde la salud mental, esa de la que casi nadie habla y cuando se habla es para denostar. Si puede tome terapia, no importa de qué tipo, ya sea con un psicólogo o con las amigas en un café, tal vez en un retiro espiritual o practicando algún deporte, le hará bien y siempre trate de dibujar una sonrisa en su rostro, gasta la misma energía que si lleva «la jeta” pa’bajo, pero lo hará lucir espectacular.
Hola, buen día como siempre es un placer leer tus notas interesantes y si, conozco a tu querida madre una excelente persona y señora alegre, tu padre un perfecto señor, en sí tu familia es perfecta y el haber compartido con ellos y contigo un buen tiempo ha sido genial, al respecto de tu nota es exactamente, somos personas que los hombres al enfermar hacemos un escándalo bárbaro cuando a algunos los tumba una gripe a otros otra enfermedad mínima, a mi al igual que a ti me dio covid y créeme que es algo que no quisiera repetir y que otras personas lo sientan porque si es feito, al fin de cuentas me altero algunas cosas físicamente pero bendito dios aquí seguimos, como siempre es un placer compartir mis cosas contigo, te envío un fuerte abrazo y como siempre muchas bendiciones, te quiero mucho y lo sabes, Dios te bendiga siempre