En ocasiones es más grave la preocupación y el sentimiento de tristeza o impotencia que la misma noticia que recibimos. Dicen que el 99 por ciento de aquello que tememos nunca se llega a cumplir, pero –en algunos casos– nos aniquila en lo que la verdad se revela ante nosotros.
En cuestión de salud, cuando las malas noticias llegan no sólo afectan al paciente, sino a la familia entera si tiene la dicha de tenerla o a la gente más próxima al enfermo; damos por sentado que los médicos tratantes, con especialidad o no, debieron llevar en su programa de estudios alguna materia que les enseñe el trato, cortés y compasivo, profesional de la salud-paciente (recientemente leí un texto en el que se explica este proceso), al menos así lo creo yo.
Sin embargo, en la realidad no siempre ocurre, nos encontramos con “médicos”, con especialidad, con base en instituciones de salud púbica, además de consulta privada que tienen un trato casi perverso con sus pacientes, que lejos de encontrar aliento y alivio, salen más desorientados, espantados y enfermos que cuando llegaron.
Imaginen que sin decir agua va un médico, en quien usted confía su salud y su vida, les dice: “la voy a operar. Es una cirugía muy riesgosa, puede quedar sin habla o sin poder comer por la boca, o las dos cosas, sólo comerá por hoyo que le haríamos en la garganta para meter una sonda. Sálgase (del consultorio) dos minutos para que piense y decida, mientras yo atiendo a otro paciente”.
Frente al médico había una carpeta con estudios y análisis de todo tipo que no se molestó en abrir, menos ver, y no había forma que los viera con anterioridad porque los acababan de llevar. La única pregunta que se pudo hacer fue ¿hay alguna otra alternativa? “No. Si no te opero el cáncer te invadirá y morirás en medio de mucho dolor. No hay pastillas mágicas para lo que tienes”.
Mis padres salieron helados, sin poder pensar, sin poder “digerir” la terrible noticia, porque el médico no tuvo siquiera la cortesía de explicar cuál era la afección de mi madre y, para colmo, ella salió regañada porque llevó como compañía a mi padre, que camina lento.
Toda esa tarde mi madre fue una magdalena, no dejaba de llorar, le subió la glucosa y la presión arterial, le dolía todo el cuerpo porque el hombre todavía le dijo que en la cirugía era tan riesgosa que podría, accidentalmente, cortarle la yugular o cualquier otro nervio que la dejaría incapacitada de por vida…
Yo no entendía qué era lo que tenía en ese estado a mis padres, ya muy mayores, dice mi Alex, porque un día antes de ver a ese médico los dos estaban bien, sabía que mi mamá tenía años diciendo que tenía una bolita en la garganta, decía que era una angina grande, pero aunque le dijo a varios médicos desde 2019 entre consulta y consulta (médicos generales, geriatras, reumatólogos), nunca le dieron importancia a “la bolita”.
Le dieron cita con un endocrinólogo seis meses antes de la pandemia, pero se perdió porque se suspendió ese tipo de consultas. Fue hasta esta semana que la vio un oncólogo, que de entrada la tomó por sorpresa que ese especialista la viera, sabía que era un especialista en cáncer, nadie le había dicho antes que eso pudiera ser su diagnóstico. Esto me hace suponer negligencia médica, pero… ¿a quién hacer responsable si fueron muchos médicos los que la vieron?
Busqué información con otros médicos, con análisis en mano, para que me explicaran cuál es la afección de mi madre, porque casi 24 horas después lo desconocíamos totalmente. El médico nunca explicó qué es lo que tiene, cual fue la causa, porqué hay que operarla, si se pude vivir sin operación… Nada. Tras mi investigación con varios médicos tuve respuestas que tranquilizaron a toda la familia y a ella misma.
Esos médicos, creo yo, no deberían ejercer. Serán muy buenos dando diagnósticos en consulta particular, pero no en instituciones de salud pública porque creen que regalan sus servicios, tal vez, o no sé qué pase por su mente. Investigué al médico en cuestión y no es la primera vez que toma este tipo de actitud, entre sus compañeros es conocido por la crueldad con la que da noticias como esta a sus pacientes excusándose en que no dará falsas esperanzas a nadie.
Puede ser un excelente cirujano, si es así, por Dios que lo dejen en el quirófano si es tan bueno como para no retirarlo de la consulta, que no hable con los pacientes, que haga su trabajo y que otros, con más sensibilidad y humanidad expliquen a sus pacientes la enfermedad que tienen, que expongan qué alternativas hay, cuáles son los riesgos de someterse a cirugía y cuáles si no, pero sin crueldad.
Sólo diré que es López el médico en cuestión. Me gustaría tener una varita mágica para cambiar el mal momento después de salir de ese consultorio no sólo a mis padres, si a todos los pacientes y sus familias que tuvieron que oír cosas espantosas y que carecen de medios para denunciar o que no saben qué hacer al enfrentarse a algo tan terrible como una espantosa muerte en medio del dolor.
Tenía cifras de denuncias por negligencia médica, para exponer que no todas son por diagnósticos mal hechos o cirugías mal logradas, también hay por violaciones a los derechos humanos de protección a la salud y al de recibir información adecuada o por maltrato, pero ahora eso se convierte en tema de otro día, porque la mala praxis (dicen pomposamente) no debe quedar en la impunidad.
Que impotencia que existan médicos con poca profesionalidad y tan faltos de sensibilidad, cuando en esas áreas debería haber personal más humanista.
Entonces quien está fallando es la institución médica, al no hacer una investigación adecuada de su personal de trabajo, ya que la obligación del médico es informar al paciente de forma clara y concisa de su padecimiento.
Que pena decayera tanto nuestro sistema de salud, donde está la ética profesional ?