He oído discutir a buenos amigos, a hermanos, a compañeros de trabajo, a vecinos y hasta padres e hijos por una idea, creencia, percepción, filosofía o por religiosidad. He visto amistades terminar por un desacuerdo, buenos ambientes de trabajo derrumbarse por un choque de este tipo y padres e hijos distanciarse por lo mismo.
Creo que no es malo intercambiar ideas, defender convicciones propias y más si hay argumentos para hacerlo, sin embargo debemos cuidar de no atropellar al ya de por sí ajado, maltratado, deslucido y hasta marchito respeto, sí ese valor del que tanto se habla y que muy pocos saben o sabemos lo que es en sí, lo que encierra esa pequeña palabra de siete letras.
La palabra respeto, según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), viene del latín respectus, es decir acción de mirar atrás, atención, consideración, miramiento; personalmente defino respeto como entender que, literal, cada cabeza es un mundo y como tal hay que dejarlo girar, cada quien vive como quiere o puede y lo ideal es que sea sin atropellar a nadie en todos los sentidos.
Hago el cuento sobre el significado de la palabra respeto porque hoy día parece tan olvidado por todos en todos los ámbitos. Ahora es muy común que si alguien difiere de nuestra forma de pensar de inmediato reaccionemos, incluso con violencia, para hacer notar que nosotros tenemos la única razón posible, no el otro y así vemos, por ejemplo, cómo una diputada le falta al respeto a una parte de la población al llamarla “bola de nacos” porque participaron en la marcha en defensa del Instituto Nacional Electoral (INE), sólo porque ella sí está a favor de la reforma electoral. Y de ahí para arriba y para abajo.
Para arriba veo todos los días cómo un Presidente de la República le falta al respeto a toda una nación tratando de imponer su forma de pensar, pues abiertamente ha declarado que el que no está con él está en contra de él y partiendo de ahí he visto una serie de pleitos mediáticos contra personajes connotados que se han atrevido a expresar públicamente una opinión contraria a la de él o que se han arriesgado a contradecir en algo al gobernante que cambia la ley si quiere hacer algo y esta se lo impide, faltando así al respeto a la inteligencia de la otra mitad de la población que no está de acuerdo con lo que hace.
Para abajo veo cómo alcaldes faltan al respeto de los trabajadores municipales manipulándolos para saciar ambiciones personales y/o de grupo o los que sin el menor recato sacan provecho de sus puestos pasando por encima de sus subalternos y de la población en general; veo cómo médicos faltan al respeto de sus pacientes cuando a fin de hacerse de unos miles de pesos dan diagnósticos escandalosos, veo profesores que se irrespetan a sí mismos y a sus alumnos cuando aceptan sobornos a cambio de buenas calificaciones, veo hijos enfrentados a sus padres alentados por la soberbia y –triste y lamentablemente– veo cómo gente casi deshumanizada irrespeta la vida, tomando la de sus semejantes sin el menor desasosiego, en la mayor falta de respeto posible desde mi punto de vista.
El respeto es de todos y para todos, por ello debería ser inútil tratar de imponer nuestras ideas a las de los demás, que no es lo mismo que evitar debatir, pues de estos intercambios de ideas uno puede salir enriquecido en conocimientos, ensanchar nuestro panorama o encontrar tal vez algún error en nuestra creencia y rectificar, pero no necesariamente debemos pensar igual para poder ser buenos vecinos, compañeros de trabajo o amigos. Lo verdaderamente importante es saber convivir, entender –según yo– que el mundo está habitado por dos tipos de personas: los que piensan igual que yo y los que piensan diferente, pero aun así podemos convivir sanamente, sin apasionamientos ni pleitos.
Conocí un feliz matrimonio en el que el esposo fue de creencias muy arraigadas judías que leía la Torá y respetaba el sabbat y la esposa era una devota católica que iba a misa los domingos y oraba a la Virgen María, criaron hijos felices, sanos y tolerantes. El secreto de su felicidad: el respeto.
Baste este ejemplo para ilustrar lo importante que es este valor para alcanzar una vida plena y feliz, encontrando las coincidencias y respetando las diferencias. Demos respeto para recibirlo.