El año pasado se realizó la Cumbre del Clima, que fue llamada COP 27, en la que se abrió el debate sobre el cambio climático y sus consecuencias sobre nuestras vidas, así como sus efectos en la sociedad.
Si bien es cierto que en los últimos años la aceleración en el incremento de las temperaturas medias es uno de los indicadores más importantes, también se mide en términos de la frecuencia de eventos extremos que se suceden año tras año.
Sequías prolongadas, tormentas y ciclones, olas de calor y frío, recientemente olas inusuales en diferentes partes del mundo, que hacen que el mar invada ciudades, son noticias que podemos observar diariamente en las redes sociales.
Quienes vivimos en la ciudades, nos preocupamos más por tener internet que por la temperatura que hace fuera de ella, como en nuestra ciudad que hace más frío adentro de la casa que fuera de ella.
Más de la mitad de la población mundial vivimos en ciudades y la percepción general es que tenemos suficiente con el día a día, como para sumar una preocupación más que parece tan remota, sin embargo, las consecuencias del cambio climático son ya una realidad.
Estos indicadores de cambio climático afectan a la salud mental de una manera insidiosa y duradera, que son ya una realidad en las grandes ciudades. La falta de reconocimiento de estas consecuencias no hace más que empeorar el problema porque nos encuentra desprevenidos y sin capacidad de dar respuesta a la altura de la situación.
Podemos mencionar el impacto del aumento de la temperatura y de la frecuencia de las olas de calor que suele discutirse en relación a los cultivos, el rendimiento económico, los mercados internacionales y la escasez de alimentos.
En términos de salud, en las ciudades nos preocupa cómo las olas de calor afectan a las personas mayores y a quienes tienen trabajos vulnerables. Algunas ciudades cuentan con sitios específicos para refugiarse durante las horas más calurosas, y se emiten recomendaciones en los medios de comunicación sobre hábitos y actividades para mantener a salvo a la ciudadanía.
Sin embargo se tienen registros de que en las consultas a los servicios de emergencia por problemas de salud mental, estas aumentan cuando se producen incrementos de las temperaturas, al igual que con las admisiones hospitalarias de pacientes con diagnóstico psiquiátricos graves de salud mental.
Este dato genera preocupación porque, según la lógica del incremento progresivo de las temperaturas medias en relación al cambio climático, se podría esperar un aumento progresivo de las demandas de salud mental en los próximos años a medida que las ciudades se hagan cada vez más cálidas.
Algunos estudios proponen que los niveles de humedad, y no solo la temperatura, están implicados en la afectación de la salud mental, ya que los altos niveles de humedad parecen aumentar significativamente el impacto que tienen las altas temperatura sobre la percepción de malestar y estrés percibido.
En los casos de personas que ya tienen una historia de diagnóstico y tratamiento por problemas de salud mental, estos aumentos implican un incremento de la vulnerabilidad, con las consecuencias en el sistema de asistencias.
Las personas con diagnóstico de depresión depende según las temperaturas por área geográfica donde viven. El diagnóstico de depresión fue más bajo entre las personas que vivían en regiones donde las temperaturas medias rondaban entre los 20° o 23°, mientras que el riesgo aumenta aproximadamente un 7% a medida que la temperatura media incrementa un grado centígrado.
Las personas residentes en áreas de fríos extremos también presentaron mayor riesgo de depresión, no solo por el incremento de la temperaturas medias, sino también por las condiciones.
Diferentes estudios comprueban que los fenómenos meteorológicos extremos pueden causar angustia psicológica y conducir potencialmente el trastorno de estrés postraumático, la depresión y los trastornos por consumo de sustancias.
Ciertos medicamentos para problemas de salud mental también pueden alterar la capacidad del organismo para regular la temperatura, lo que significa que las personas que toman estos medicamentos son especialmente vulnerables a las altas temperaturas.
El cambio climático incrementa los niveles de alérgenos y contaminantes presentes en el aire, lo que se traduce en un declive de su calidad, cada vez hay más pruebas de que la calidad del aire puede afectar negativamente a la salud mental, en particular a la depresión y la ansiedad.
Un amplio estudio entre todas las personas mayores de 65 años, que han sido expuestas a contaminantes del aire, se asociaba con un mayor riesgo de ingreso hospitalario agudo por trastornos psiquiátricos.
Cuidar el medio ambiente es ahora una responsabilidad de bienestar social, recordemos que todos debemos de cuidarlo.