Mi Alex tiene hiperactividad, pierde fácilmente el interés, sobre todo si el contexto o entorno es monótono, le estresa hacer procesos lentos, como escribir –por ejemplo–, porque piensa muy rápido, pero tiene la habilidad de poner atención a más de una tarea a la vez.
Todo esto nos ha traído conflictos, sinsabores y malos entendidos a nivel académico, puesto que desde la guardería siempre ha sido diferente a los demás niños, al menos a la mayoría que atienden con presteza cada indicación, escriben parejito y se aprenden de cabo a rabo una lección.
En ocasiones se aísla y aparentemente no pone atención, pero ha sorprendido a más de uno de sus profesores cuando contesta correctamente cualquier pregunta que le hacen “maliciosamente” para “traerlo a la realidad”, incluso da detalles que pocos de sus compañeros detectan.
Él aprendió primero a sumar, restar y multiplicar que a escribir su nombre, cuando ningún compañerito del kinder lo sabía hacer; esa situación nos trajo mucho estrés, porque su educadora se esmeraba en evidenciar en cada reunión de padres de familia que toooodos los niños ya sabían escribir su nombre, porque ella se lo había propuesto, menos Alex. Era tortuoso para él y para mí el trabajo extra que le dejaban para que aprendiera a escribir su nombre como lo hacían tooodos sus compañeritos.
En la primaria no ha sido muy diferente, con algunas excepciones que merecen ser aplaudidas, de maestros que entienden que no todos los niños aprenden al mismo ritmo ni con el mismo método.
Una maestra lo envió a educación especial para medir su coeficiente intelectual (esa es otra historia) y alguna otra le puso especial atención.
Ahora está en sexto grado; desde primero ha destacado por sus calificaciones –ha estado en cuadro de honor y fue considerado para integrar la escolta de la escuela, oportunidad que perdió porque se contagió de COVID que lo atacó muy severamente y no pudo ensayar para recibir la bandera al final del ciclo escolar, porque su convalecencia fue muy larga.
Su promedio general bajará, lo sé, porque ahora en su salón el método para calificar se basa más en los trabajos que se terminan en clase que en la evaluación de conocimientos, por lo que sus notas cayeron drásticamente, aunque su profesor reconoce que “es muy inteligente”, “que sabe mucho” y que a veces él, como profesor, se ve obligado a investigar cosas que Alex dice en clase o le pregunta directamente.
Como su mente trabaja a un ritmo diferente que la de sus compañeros y comprende los conceptos, más que memorizarlos, se distrae fácilmente con lo que tiene a mano (un lápiz, una goma, una viruta del sacapuntas… o simplemente con su imaginación vuela a mundos fantásticos), lo que le ha valido ocupar permanentemente el mesabanco más cercano a su profesor, porque es tachado de “niño problema”.
El año pasado sin aviso ni preparación previa fue elegido para participar en La Ruta México, quedó en segundo lugar por un punto de diferencia con el primer lugar y 15 puntos con el tercero, para mí –que soy mamá gallina– fue más una victoria que una derrota, porque veníamos de dos años sin clases en aula, no se preparó con anticipación y las preguntas que no respondió eran de temas que aún no veía en clases, pero hay que destacar que algunos se estos temas –que no vio en clase– sí los respondió.
Me preocupa su promedio, porque vivimos en un mundo “tan cuadrado” que muy pocos le darán una oportunidad de demostrar su genialidad, porque la mayoría se dejará impactar por un número en un papel…
Sin embargo, lo aliento a leer, a investigar, a preguntar, a entender más que memorizar y a ser libre. Espero no equivocarme y montarlo en una nube de genialidad que, aparentemente, sólo yo veo.