No estoy de acuerdo con los bloqueos a las vías de comunicación, por ningún motivo, ni por protestas o manifestaciones ni por celebraciones particulares que llevan a cambiar de ruta a los automovilistas porque –como dueños de vía pública– cierran calles por una fiesta de cumpleaños, una celebración religiosa o hasta el mismo del boulevard López Mateos –principal arteria de la capital–, para hacer saber a la población en general que nadie los ve ni oye en las altas esferas gubernamentales, a donde obviamente ya buscaron respuestas.
Sin embargo, respeto, entiendo y lo que es más, en el caso del boulevard lamento profundamente que sólo de esa manera volteen a ver a la gente que llegó a tomar esa medida como última opción, porque si no en todos los casos, al menos casi en todos, ningún grupo llegó “a tomar” como rehén a la población entera, sin antes haber buscado diálogo, hablar y exponer sus demandas ante la autoridad una, dos o más veces, así lo han hecho saber.
Desde anoche que empezó a circular en redes sociales el aviso de que habría un nuevo bloqueo en el boulevard, también empecé a ver expresiones de hartazgo de mucha gente que también tiene razón, sin embargo más allá de tomar partido podría decir que si uno de los muchos que “reniegan” por las incomodidades y contratiempos que traerá un nuevo bloqueo fuera uno de los afectados, seguramente formaría parte del contingente de manifestantes.
Imagínese ser un maestro que aunque ha desempeñado sus labores no ha recibido su pago en meses o ser los padres de una persona que desapareció y que percibe la inamovilidad de la autoridad para encontrarlo o (en el caso que nos ocupa) ser campesino al que le cobran altas cuotas por energía eléctrica que no pueden pagar con el consecuente corte de energía que deja sin bombear los pozos con los que riegan sus cultivos, su forma de vida…
El objetivo de los bloqueos es justamente desquiciar el tránsito vehicular con el consecuente enojo de la gente, para que sea la misma población la que presione a las autoridades a dar la cara y más concretamente a dar respuestas; lamentablemente parece que sólo así se hacen ver y oír y en ocasiones ni así.
Por lo pronto, sería muy útil para todos, tener muy claras nuestras rutas de movilidad, las de siempre y las alternas cuando se altera la cotidianidad, como en el caso de manifestaciones, reparaciones y hasta accidentes viales.
Ciertamente el boulevard, desde Guadalupe hasta la salida a Fresnillo, pasando obviamente por Zacatecas es la principal vía (directa) que atraviesa la ciudad de ida y vuelta, con salidas a diversos puntos de la ciudad, hasta Ciudad Administrativa, pero hay otras rutas, que debiéramos conocer para esquivar este tipo de contratiempos.
Lo ideal es que no hubiera necesidad de movernos de nuestra cómoda rutina, pero ante la realidad se agradece el aviso de los protagonistas para salir más temprano de casa, preparados para tal vez hacer más tiempo que el habitual e ir por otro camino.
Habría que analizar si verdaderamente los manifestantes que bloquean el boulevard son a quienes debemos dirigir nuestro enojo, improperios, insultos, furia o maldiciones o a quien no actúa con la rapidez que requiere cada caso para dar soluciones, negociar o finiquitar cada tema.
La ciudadanía está harta, estamos hartos, pero no sólo de manifestaciones y bloqueos amparados en la Constitución Mexicana, sino de todo lo que altera nuestro diario vivir como la desaparición constante de personas, los asesinatos a cualquier hora del día o la noche, la violencia desmedida, los altos precios de los productos básicos, la falta de medicamentos, la falta de respuestas…
¿Sólo la ciudadanía está obligada buscar rutas alternas? ¿Para la autoridad sólo hay una ruta?