Hay temas difíciles de consensar y que polarizan: la pena de muerte, la tauromaquia, los matrimonios entre personas del mismo sexo y el aborto. En estos temas chocan credos religiosos, políticos y visiones de todo tipo.
Pues en Zacatecas estamos inmersos en uno de esos tópicos, la despenalización del aborto. Nuestro Código Penal lo define como “la muerte” del producto de la concepción “en cualquier momento” de la preñez; si una mujer hoy queda preñada y mañana se provoca un aborto, se sanciona hasta con dos años de prisión.
Si la abortante tiene “buena fama”, ocultó su embarazo, es fruto de una unión “ilegítima” y lo hace dentro de los primeros cinco meses del embarazo, la pena se reduce a un año.
Quienes ayudan a abortar también se van a prisión hasta dos años; si a eso se dedican la pena se duplica; si el aborto se practica sin el consentimiento de la mujer la pena aumenta a 6 años; y si lo hacen con violencia, a 8 años. A los médicos se les suspende además en el ejercicio profesional hasta 5 años.
No se castigan los abortos no intencionales, cuando el embarazo es producto de una violación, o cuando está en peligro la vida de la madre.
El gran debate inició en el 2007 cuando la CDMX despenalizó el abortar dentro de las primeras 12 semanas de la gestación. Si se practica después, la pena máxima la dejaron en 6 meses de prisión.
Contra esta reforma la CNDH y la PGR interpusieron ante la Corte Acciones de Inconstitucionalidad, las perdieron. Por eso en el 2019 Oaxaca hizo lo propio y para allá va el resto del país.
Unos alegan el derecho a la vida, ¿y en qué momento empieza la vida? ¿un feto tiene vida o solo es una vida potencial? ¿qué los derechos de una persona no inician a partir del nacimiento?
Otros invocan los derechos sexuales y reproductivos de la mujer, su libertad para decidir sobre una maternidad no deseada; ¿el cuerpo en gestación es parte de la madre o le es ajeno? ¿los papás deben intervenir en la decisión de abortar?
No falta quién esgrime que es un asunto de salud pública, qué despenalizarlo evita abortos clandestinos sumamente riesgosos. La Iglesia y sectores conservadores siempre disentirán.
En lo que todos coincidimos es que las mujeres no abortan por deporte o por maldad, lo hacen por desesperación. Penalizarlo o despenalizarlo no cambiará esta realidad.
Ojalá el debate resucite temas como la educación sexual, la planificación familiar, los métodos anticonceptivos y la paternidad responsable.