Tengo la fortuna de tener amigos mitoteros, de esos que ven las cosas desde un ángulo diferente al que la mayoría las ve y que aunque tengan miedo se tiran con todo sólo para ver si pega o no una idea que tuvieron.
Uno de ellos –me atrevo a decir– es Roberto Rosales Pitones, connotado empresario zacatecano que ha destacado en la industria sin chimeneas, esa de la que viven cientos de zacatecanos al amparo de la belleza sin igual de esta tierra.
Desde hace un tiempo, no preciso cuanto, él ha insistido que los buenos somos más, que los zacatecanos unidos podemos lograr grandes cosas, que si nos ponemos de acuerdo podemos echar a andar los engranes del desarrollo, está seguro de que un comerciante puede ayudar a un hotelero, de que no hay mejor publicidad que la del visitante o cliente satisfecho, de que Zacatecas es más que todo lo negativo que dicen los noticieros y redes sociales.
Se niega a aceptar que un zacatecano sea el enemigo de otro zacatecano, que un paisano le meta el pie a otro paisano, que entre nosotros reine la competencia ventajosa para pisotear al prójimo y que no haya fraternidad dentro de un gremio y con otros de distinto giro…
Para fortuna de Zacatecas, no es el único que piensa así y encontró a los cómplices perfectos para llevar a cabo una hazaña –creo yo– nunca antes vista en esta tierra: organizar a la sociedad, sobre todo al sector empresarial, en torno a un proyecto que alguna vez vivió sólo en su mente como un sueño apenas alcanzable en su imaginación, pero así –yo creo que como ha logrado todos sus sueños, incluso los que lo han llevado al éxito empresarial– platicó con Gaby Villalpando, Javier Flores, Carlos de la Torre y Celia Villalpando, da igual si fue uno por uno o en grupo, si fue una charla fortuita o muy planeada, lo importante es que los cinco coincidieron en ideas, en entusiasmo y en audacia y se embarcaron en lo que yo creo será la aventura más hermosa de su vida, porque logren o no lo que planearon, ¡lo intentaron!
Hicieron lo que ni el gobierno, teniendo todos los medios necesarios para garantizar el éxito, quiso hacer: Confiar en el poder de la sociedad unida, en el amor de los zacatecanos por su tierra, en nuestro trabajo, en nuestra cordura y en nuestro coraje y arrojo para combatir la grave crisis económica que golpea al estado, con trabajo organizado para decirle al mundo que Zacatecas no es sólo inseguridad, que somos colores, sabores, texturas y aromas, que hay gente increíble que todos los días sale a ganarse la vida, que hay niños con inteligencia extraordinaria, hombres y mujeres que dan vida al estado desde diferentes trincheras y que en nuestros ancianos atesoramos una sabiduría milenaria que transmiten de generación a generación con historias verbales, rituales caseros y sus creencias…
Los cinco fantásticos o rebeldes zacatecanos pensaron en su iniciativa como algo pequeño, local, reducido a la capital; hace dos meses no imaginaban siquiera el alcance que tendrían, la respuesta que recibirían de los capitalinos a los que se sumaron empresarios y comerciantes de otros municipios hasta convertirse en un proyecto estatal. En dos meses han logrado sumar a 100 empresarios grandes, medianos y chiquitos, pues no les importa ni el tamaño ni el giro ni con qué cooperen a la causa, porque Todos Somos Zacatecas y así bautizaron su iniciativa.
En dos meses han logrado traer esperanza a los que dan empleo en Zacatecas, quienes sucumben víctimas de dos pandemias consecutivas una de otra –el COVID-19 y la inseguridad–. En dos meses las redes sociales se han desbordado con las reacciones y buenos comentarios y lograron que la campaña tenga una embajadora de lujo, una mujer reconocida y que se dice orgullosa de ser zacatecana: la actriz, modelo y presentadora Rebecca de Alba.
Benditos amigos mitoteros, no importa si fue Roberto quien sonsacó a los otros cuatro o él siguió la idea de otro bullanguero… Esperemos el resultado de su atrevimiento, comprobaremos eso que dicen por ahí: la acción más pequeña es mejor que la intención más grande.