Hace unos meses mi madre, que llegaba del tianguis, se quejaba de lo caro que está el frijol, me dijo que al paso que iba muy pronto comer un plato de frijoles de la olla sería un lujo inalcanzable para muchos.
Uno de mis platillos favoritos es justamente los frijoles de la olla con queso fresco y pico de gallo, lo que a mi gusto son deliciosos, pero para muchos cada vez será verdaderamente más difícil poder saborear este manjar, pues la sequía, esa de la que tanto se habla y todos vemos y sentimos, no sólo afecta a los campesinos encargados de producir no sólo frijol, sino todos los alimentos que llegan a nuestra mesa, nos afecta a todos aunque no de la misma manera.
La sequía golpea a los campesinos porque sus tierras no dan frutos y sus animales mueren de hambre y sed, por lo que pierden sus inversiones y su forma de vida. A los citadinos nos afecta en los precios que pagamos por los alimentos que vienen del campo, entre ellos el frijol y la carne.
Actualmente un kilo de la leguminosa ronda de los 25 a los 33 pesos al consumidor, dependiendo de la variedad que sea y el lugar donde se compre, pero en unos meses su precio puede incrementar hasta el doble tal vez ante la severa sequía que azota a Zacatecas, principal productor de ese alimento a nivel nacional.
El lunes José María Llamas Caballero, titular de la Oficina de Representación de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural en el estado de Zacatecas, confirmaba frente a los micrófonos de los periodistas de la fuente que “padecemos sequía extrema” en el estado, declaración innecesaria para quien tiene ojos para ver que, al menos los sembradíos que bordean las carreteras están secos por falta de lluvias, pero necesaria para que los funcionarios estatales reaccionen, sí reaccionen ante algo que es evidente para casi todos: no ha llovido con regularidad.
Las escasas lluvias, muy escasas aquí y allá, ni cubren el territorio estatal, al menos la zona de cultivos, ni han sido suficientes para garantizar buenas cosechas ni forrajes para el ganado. Los datos de la SADER indican que la mitad de los cultivos de riego se han perdido, principalmente frijol, que las presas están –las más llenas–, al 20% de su capacidad y que el hato ganadero se ha reducido al 50%, ya sea por muerte o porque los campesinos prefieren malbaratar sus animales antes de que les sean arrebatados por la sequía.
Este martes, Jesús Padilla, secretario del Campo –por cierto acusado de tener un millonario subejercicio presupuestal– salió a declarar que efectivamente, el campo zacatecano pasa por una severa crisis y urgió –ahora sí– a que se solicite una declaratoria de desastre por sequía al estado, es decir, reaccionó.
Y siguiendo el corte de este gobierno, tanto federal como estatal, culpó a otros por no hacer su trabajo, pues reprochó que ningún funcionario federal haya dado a conocer los datos del campo a sus superiores, por ello, dijo, no se ha solicitado la declaratoria de desastre con la que se podría acceder a recursos federales para atender el desastre. ¿Dónde vive? ¿No tiene ojos?
Lejos quedó, ni siquiera como anecdotario, el gobierno de otro Monreal, el mayor, que apenas se enteró que había sequía y por protagonismo, fe, politiquería o todas las opciones juntas, bombardeó las nubes, hizo peregrinacionesy hasta contrató un chamán para llamar la lluvia, tuvo contento al pueblo si no con pan, sí con circo.
Siguiendo la misma línea, el fiscal Francisco Murillo y el secretario general de Gobierno, Rodrigo Reyes Murgüeza, culparon de obstruir a la procuración de justicia a los trabajadores inconformes que mantienen bloqueados edificios de la fiscalía en diversos puntos del estado y algunas vialidades; no toman en cuenta que la justicia en el estado parece no caminar o estar obstruida desde mucho antes de la manifestación porque debido a los recortes presupuestales de la 4T no tienen el suficiente dinero para hacer sus funciones, entre ellas el pago a la gente que día a día trabaja para que ellos, los titulares, salgan a presumir logros.
Ni un funcionario ni otro acepta que todo trabajador tiene derecho a recibir un salario digno por el trabajo que desempeña, que debería aumentar conforme aumenta el costo de la vida y que a trabajo igual salario igual. De acuerdo con los inconformes, hay algunos que en cinco años no han recibido ni un aumento salarial, por ello es que lo exigen, al igual que la homologación de salarios y alto al acoso laboral.
En cambio los funcionarios, para “honrar” sus prácticas de culpar a quien sea con tal de aparecer como inocentes de toda irregularidad, afirman que atrás de los inconformes hay intereses políticos y no sólo eso, amagaron a los trabajadores con no depositar nómina y prometieron arreglos si ellos cedían a sus reclamos…
Las manifestaciones y el bloqueo de vialidades no es la mejor manera de hacerse escuchar, es molesto para quienes transitamos por las vías obstruidas y para ellos mismos, no creo que quienes están ahí la estén pasado a todo dar, pero en ocasiones se convierte en el último recurso para hacerse oír.
Entiendo que los funcionarios son tan humanos como usted o como yo, que tienen yerros y que habrá momentos en que se sientan rebasados por tantas responsabilidades que llevan a cuestas, pero… ¿es necesario culpar a los demás? Creo que no. Como parte del gobierno están obligados a trabajar para arreglar lo que esté desarreglado, para hacer funcionar bien al aparato gubernamental y para dar a la ciudadanía todas las garantías de que son respaldados por sus gobernantes, sean o no responsables de lo que pasa, pues para ellos reciben muy buenos salarios.