Este 16 de septiembre asistí al desfile con el que cada año conmemoramos el inicio de nuestra guerra de Independencia. Desfilaron soldados, policías, bomberos, rescatistas, voluntarios de la Cruz Roja, charros e infinidad de alumnos de diversas escuelas públicas y privadas. Pero este año el desfile lo cerró un grupo de madres cuyos hijos se encuentran desaparecidos y reclaman a las autoridades redoblar sus esfuerzos para encontrarlos.
En la Plaza de Armas de la Capital y frente a altos funcionarios de los tres órdenes de gobierno retumbó el grito “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
La desaparición forzada es un delito cuya investigación obviamente no compete al Gobierno del Estado sino a la Fiscalía. Yo fui titular por más de cuatro años de la entonces Procuraduría y me consta lo complicado que es esclarecer una desaparición.
¿Por dónde se debe empezar la búsqueda? ¿en la calle o la colonia donde ocurrió el hecho? ¿pero en cual casa? ¿en toda la ciudad? ¿en todas las ciudades y pueblos? ¿en Fresnillo, Jerez, Río Grande, Sombrerete o Loreto? ¿en Huanusco, Cañitas o Chalchihuites? ¿en dónde? ¿en Tijuana, en Mérida, Mazatlán, Tampico, Cuernavaca, Monterrey, en la Ciudad de México o en Cancún? ¿en cuál de las casi cinco mil comunidades que tiene el Estado?¿en cuál de las casi 200 mil comunidades rurales que hay en el país? ¿en cuál montaña, en cuál desierto, en cuál río o playa?
Solo hay tres formas objetivas para tratar de localizar a una persona desaparecida: a través de su coche, si es que desapareció con todo y coche; a través de su tarjeta de crédito, si es que traía tarjeta de crédito; o a través de su teléfono celular, si es que traía celular.
La Fiscalía reporta las placas y características del coche a todas las autoridades del país, pide información al banco sobre los movimientos de la tarjeta de crédito y a la compañía telefónica la denominada sábana de llamadas. Si el coche aparece en Guanajuato, allá hay que buscarlo. Si la tarjeta se usa en Guadalajara, allá hay que buscarlo. Si del teléfono salen o entran llamadas en Oaxaca, allá hay que buscarlo.
Pero cuando la persona desparecida no traía coche, ni tarjeta, ni teléfono, o traía pero no se activan, las posibilidades de localización se reducen drásticamente. Y más si nadie llama pidiendo rescate.
En esa complicadísima situación está la mayoría de las carpetas de investigación, no es que no se haga nada. No creo que sea tan difícil explicárselo así a esas desesperadas mujeres que padecen el dolor más grande que puede sufrir cualquier ser humano, la pérdida de un hijo.