Algunas personas buscan un mundo más bello, otras son más creativas y construyen ese mundo cosiendo sueños, bordando historias, tejiendo deseos, con hermosas puntadas y combinaciones de colores
Rememorando momentos
En los años 60, los estudiantes de primaria y secundaria lucían diferentes. Los hombres usaban el cabello corto y se untaban brillantina o glostora, las mujeres por lo general cabello largo y peinado con trenzas tan apretadas que los ojos quedaban rasgados como los orientales.
No existían los celulares, ni laptops, había pizarrón y gis; en la clase de caligrafía se escribía con tinta china, letra de carta, manuscrita o cursiva, que viene siendo lo mismo. Si algún alumno cometía algún error ortográfico, tenía que escribir varias planas de la palabra para que no olvidara cómo se escribe.
Cada alumno tenía una cartilla escolar donde anotaban las calificaciones de cada mes y se inculcaba el hábito del ahorro desde niño, le llamaban ahorro escolar y cada alumno tenía la responsabilidad de ahorrar una parte de lo que sus padres le daban para gastar y tenía una libreta de ahorro donde se registraba cada aportación.
Al final del año escolar se entregaban los ahorros a los alumnos ahorradores junto con los intereses devengados. Aunque algunos alumnos tenían padres que eran insolventes. En realidad, creo que fomentaban el ahorro en los padres, ya que los alumnos no generan recursos, pero sí crean el hábito del ahorro al desprenderse de una parte de lo que les dan los padres.
En las primarias públicas había un programa de “desayunos escolares” instituidos por Eva Sámano de López Mateos, que consistía en una fruta (manzana o plátano), torta de chorizo y leche de fresa o de chocolate, a los que tenían derecho los alumnos con menos posibilidades económicas.
Las clases en la primaria eran mañana y tarde. Por las tardes había clases de baile y labores manuales (así les llamaban), los hombres aprendían carpintería, también realizaban algunas manualidades con material de desecho y aprendían papiroflexia.
A las mujeres les enseñaban a realizar arreglos de flores y frutos de migajón, muñecos de peluche, bordar (lo más común era el punto de cruz), deshilar y tejer. No cabe duda que las combinaciones de formas y colores de las manualidades contribuyen a desarrollar en los niños y niñas su propia imaginación, creatividad y motricidad especialmente en las manos. Asocian nuevos conceptos, amplían sus habilidades artísticas y además de mejorar la atención, logran ser más ordenados, limpios y responsables.
Manos y mentes creativas
Bordar, deshilar, tejer, pintar, tienen muchos beneficios en la salud de quienes los practican: estimulan la creatividad, mejora la motricidad de las manos, relaja la mente, ejercita la concentración, mejora el estado de ánimo, reduce la tensión y el estrés, genera paz interior y energía positiva.
En lo personal, desde muy chica me gustó bordar concentrada en elegir la combinación de los colores para que exista armonía, sin prisas, pues considero que la rapidez puede ocasionar que se hagan nudos en los hilos o realizar una labor defectuosa, creo que al igual que cuando se cocina, el ingrediente principal es hacerlo con amor, también hay que poner amor en cada puntada para que quede un producto de calidad y se note que está hecho con amor.
Estas labores van quedando en el olvido o se dejan de apreciar. Es decepcionante que personas que antaño bordaban a mano, de un tiempo a la fecha se dedican a bordar amáquina y las pocas personas que hacen un buen trabajo manual, utilicen hilos y telas ordinarias que se destiñen.
Considero que desde la educación básica se debe concienciar acerca de la importancia de preservar todo aquello que forma parte de nuestra cultura y se promueva y aproveche la creatividad de los alumnos para que aprendan las técnicas que faciliten el desarrollo de sus habilidades y potencie sus talentos.
Nos hemos convertido en una sociedad de consumo, que hemos perdido a valorar lo bien hecho por manos y mentes creativas. Apoyemos para que no se pierdan las tradiciones, enseñanzas y legado de nuestros antepasados. Podemos hacer las cosas mejor.