Cada semana, cuando me dispongo a escribir estas líneas, surgen mil ideas en mi cabeza que se arremolinan como queriendo salir todas al mismo tiempo; debo escribir por la noche, porque por más que me esmere, la inspiración no me llega antes que salga la luna y no, no es romanticismo.
Cuando debo ir y venir a una oficina, mis hijos no se enteran bien a bien qué es lo que hago, pero con la pandemia de COVID, muchas cosas cambiaron en los centros laborales y en las casas; una es justamente la forma de trabajo y yo voy “agarrada” de esos cambios.
Con el paso del tiempo lo nuevo se hace viejo y tan habitual que se confunde en la imaginaria línea del tiempo, y nos damos cuenta que pasaron los años sólo cuando notamos que los niños que antes jugaban en nuestro patio ya se convirtieron en jóvenes.
Mi hijo menor, Alex, siempre me ha visto atrás de la computadora o del teléfono picando teclas, para él es una imagen habitual de mí, tanto, que un día al ver que el niño insistía en preguntarme cosas, alguien le dijo, “no molestes a tu mami que está trabajando” y él, seguro de lo que decía respondió: “no está trabajando, sólo está escribiendo”.
Mi imagen atrás de un monitor se ha vuelto tan cotidiana, que mi yerno (porque ya tengo uno) afirma que yo no trabajo nunca…
Cuando las cosas que en algún momento fueron novedad por cualquier razón, se convierten “en paisaje” con el paso de los días o incluso años y “se normalizan”, así nos ha pasado con muchos temas que nos afectan a todos, como la violencia, la desaparición de personas, las infracciones de tránsito que a pesar de ser tan obvias a nadie escandalizan, el robo de espacios públicos… es como la historia esa de la rana que se cocina sin darse cuenta porque está a fuego lento.
Por muchos años, no sé cuántos, Zacatecas ostentó muchos primeros lugares positivos: que primer lugar en producción de frijol, que primer lugar en producción de chile, que primer lugar en producción de plata, que primer lugar en limpieza, que primer lugar en seguridad y así puedo seguir.
Era tan cotidiano que se nos reconocieran esos primeros lugares que parecía no importar. Por ejemplo, los primeros lugres en producción agrícola básicamente se daban solos, no demerito el trabajo de los agricultores, me refiero a que por años, a pesar de que ha habido sequías atípicas, se estaba acostumbrado a que la tierra producía sólo con la lluvia, a nadie se le “ocurrió” tecnificar el campo, sobre todo el del semidesierto, por la costumbre del buen temporal. Estamos en el umbral de perder esos primeros sitios.
En el tema de la violencia reaccionamos como la rana que se lanza a una olla de agua hirviendo y lucha por salir ante el cambio drástico que experimenta, pero con el paso del tiempo “la normalizamos” y así como la rana terminó hervida en el agua caliente, pareciera que estamos terminando todos por aceptar esta realidad infame.
Hay un fenómeno, no nuevo ni desconocido, pero para quien pone un poco de atención, delata un grave panorama negativo para el estado: las encuestas que nos ponen muy mal parados a nivel nacional. Hay muchas en que no sólo estamos en los últimos lugares del país en tal o cual materia, sino que califican muy mal a nuestros gobernantes, sobre todo al gobernador David Monreal. Son tantas las que reprueban al jefe del Poder Ejecutivo, que ya consideramos que “es normal” que sea el número 32 de 32 gobernadores.
Al principio oí comentarios de que eran los priístas “ardidos y despechados” a los que no les quedaba más que dar patadas de ahogado, pero pasaron los meses y seguimos siendo nota a nivel nacional e internacional por cosas verdaderamente vergonzosas, y ¡ya lo normalizamos!
Ya no se puede culpar a nadie de lo que es evidente para todos, algo se está haciendo mal y muy mal para que un día sí y otro también los medios nacionales hablen mal de nuestro gobernador y ni qué decir de las “arrastradas” que le dan a nuestros funcionarios en las entrevistas en las que quieren justificar, defender o al menos aminorar el feo panorama que prevalece en Zacatecas, y por ello son exhibidos con pruebas irrefutables, incluso abordas desde instancias oficiales.
No es malo normalizar cuando de cosas o situaciones positivas, alegres o productivas se trata, que lleven al verdadero asombro cuando lo que “desentone” sea alguna atrocidad y entonces sí todos a reaccionar para remediar lo que se sale de contexto.
Espero que por muchos años más, sea normal para mi Alex ver a su madre escribiendo tras un monitor, porque será señal de que nunca trabajaré, porque amo escribir…