Hace mucho tiempo –en realidad nunca me detuve a contar cuántos años atrás o a situar el momento en la historia–, un hombre sabio evitó la caída de un imperio ante una implacable sequía que fue pronosticada gracias a un sueño.
Ese mismo hombre sabía que a la época de escasez le precedería una de abundancia y no se quedó impasible ni imperturbable, indiferente o insensible ante lo que parecía inevitable, pues no tenía el control de las lluvias ni del clima, pero sí de sus ideas y determinación para trabajar y evitar la catástrofe.
Es la historia de José, hijo del profeta Jacob, también llamado Israel, está narrada en el primer libro de la Biblia, el Génesis (capítulos 30-50); la escuché por primera vez cuando era estudiante de secundaria, en el colegio, como parte de mi currícula escolar.
De entrada la historia me cautivó, es de esas que a mí nunca se me olvidaron y detalles más detalles menos casi me la aprendí de memoria porque se me hizo extraordinaria, por muchas cosas que no viene al caso detallar.
Me sorprendió y me sigue sorprendiendo cómo ese hombre decidió hacer algo, no para evitar la sequía, algo de lo que no tenía control evidentemente, pero sí para que todo el pueblo –Egipto– no sufriera las consecuencias de la hambruna que sería ineludible, luego de siete años de sequía voraz.
Los Monreal se precian de ser creyentes, lo han presumido siempre; las nuevas generaciones tal vez no lo sepan, pero cuando Ricardo gobernó Zacatecas promovió las peregrinaciones religiosas, sobre todo a Plateros y a San Juan de los Lagos, ya fuera para pedir por lluvias o para resolver otros asuntos de la agenda pública, también lo ha hecho Saúl, quien hasta ampollas ha presumido como resultado de su peregrinar.
¿No conocerán la proeza de José en Egipto? Digo, porque al menos a David se le está durmiendo todo, desde promover peregrinaciones para llamar las lluvias ante la sequía que está acabando con el estado o para contratar chamanes como lo hizo su hermano mayor con el mismo fin y quien hasta bombardeó las nubes para hacer que soltaran la tan preciada agua en las zonas de cultivo, bueno, se le está durmiendo hasta para echar una leidita a los pronósticos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) que han advertido desde hace dos años que el estado está en franca sequía.
Cierto, igual que el faraón egipcio y José, tampoco el gobernador tiene poder sobre la sequía ni el clima. Otra desventaja es que el gober, a pesar de que dicen que duerme hasta tarde, no ha soñado las siete vacas gordas ni las siete flacas, ni las siete espigas rebosantes ni las siete espigas marchitas ni tiene videntes –o eso creemos– que le predigan el futuro o interpreten sus sueños, pero entonces, ¿para qué sirven los pronósticos, informes y estudios de la Conagua?
Tampoco tiene un José determinado a que el pueblo no sufra los estragos de la sequía, pero tiene a Jesús Padilla, secretario del Campo, otrora líder frijolero, echado pa’lante peleando por los intereses de su sector, pero tristemente, ahora que llegó a donde de verdad podría hacer mucho no sólo por los frijoleros, sino también por los todos los agricultores en general y ganaderos, parece que se quedó sin ganas, sin ideas y sin respaldo de nadie.
Zacatecas muere de sed y una terrible sed que no es de ahora, de ayer o de hace unos meses, la naturaleza junto con las nuevas tecnologías han mandado muchas señales desde hace más de dos años de la terrible sequía y nadie hizo nada o se hizo muy poco.
¿Cómo es posible que estando en Zacatecas el Granero de México, nadie haya hecho algo para tecnificar la zona frijolera? ¿Cómo es posible que en pleno siglo 21 todavía se esté a merced del temporal?, porque sépanlo, toda la zona frijolera es de tempora. Sí, esa zona que en su momento sirvió para que gobernantes unos y otros se llenaran la boca en decir que éramos el primer lugar en producción de frijol a nivel nacional, es de temporal.
Tristemente, hasta ahora, la sequía sólo ha servido para que políticos y politiqueros hagan circo y teatro desde escritorios y curules, desgarrándose las vestiduras, reclamándose unos a otros por la pasividad ante el desastre. Acciones concretas no hay.
Tal vez la historia de José sólo sea un cuento religioso, tal vez no, pero ha servido de inspiración a muchos para anticiparse al desastre y para convertir en bueno lo que no lo es; lo malo es que todos siguen sentados esperando a que el cielo cruel de López Velarde riegue la tierra colorada de La Bizarra Capital de mi Estado y todo el territorio de Zacatecas.