El magistrade

Este lunes fue asesinado con extrema violencia en su domicilio de Aguascalientes, el Magistrade del Tribunal Electoral de ese Estado Jesús Ociel Baena Saucedo. Éra originario de Saltillo, tenía 38 años de edad, tenía también una Licenciatura, una Maestría y un Doctorado en Derecho. El crimen ha generado infinidad de protestas y especulaciones, muchos piensan que se trató de un crimen de odio, otros que fue un homicidio pasional.

Me parece oportuno diferenciar uno del otro: los crímenes de odio son aquellos que son motivados por el odio o los prejuicios del agresor contra la raza, la religión o la orientación sexual de la víctima. En cambio los homicidios pasionales son aquellos que se cometen cuando el agresor se encuentra en un estado de conmoción emocional, por alguna agresión a sus sentimientos, a su honor o el de su familia. En Zacatecas a quien comete un homicidio en tales condiciones se le disminuye la pena casi a la mitad.

En la judicatura, por su abierta y reiterada infracción a los Códigos de Ética y Conducta que tenemos, se decía “a voz baja” que no respetaba su investidura, que no respetaba la institución y, en pocas palabras, que no se respetaba a sí mismo. Estas críticas obviamente obedecían a la forma en que el magistrade se exhibía públicamente, concretamente a su vestimenta y sus expresiones.

Pero muchos otros reconocen que el magistrade Jesús Ociel Baena fue una persona no binaria que impulsó como nadie los derechos político- electorales de la comunidad LGBTTIQ.

¿Qué es una persona no binaria? Pues es la persona que no se asume ni como del género masculino, ni como del género femenino, sino como de un tercer género.

¿Y cuáles son los derechos político-electorales de la comunidad LGBTTIQ que impulsaba el magistrade Baena? Obviamente su derecho a votar y ser votados, pero lo que verdaderamente quería el magistrade era una cuota en todos los procesos electorales para la comunidad LGBTTIQ, como la tienen las mujeres, los jóvenes, los indígenas, los migrantes y los discapacitados.

Las cuotas electorales me recuerdan la época del viejo PRI, cuando era obligatorio un porcentaje de candidaturas a los líderes campesinos, a los sindicatos, incluso a los militares. Pues el nuevo sistema de cuotas consiste en asegurar espacios en los órganos de gobierno a personas en base a su origen, su sexo, su edad u orientación sexual, no en base a sus trayectorias y capacidades, francamente no me parece lo mejor.