¿Se han fijado como proliferan los puestitos informales de comida, golosinas y ropa nueva o de segunda mano entre una gran diversidad de mercancías? Estos puestos indistintamente se ven en las calles de Guadalupe como de Zacatecas y creo que en todos los rincones del estado, aunque no me parecería aventurado decir que del país entero.
De acuerdo con los datos que manejan los gobernantes, en este caso el presidente Andrés Manuel López Obrador y el gobernador David Monreal Ávila, los mexicanos, todos, vivimos en un estado de opulencia y prosperidad nunca antes vista en México, incluso el slogan del gobierno federal es: “Primero los pobres”, contradictoriamente ambos afirman que gracias a ellos y sus políticas públicas ya no hay pobres, entonces, ¿hay o ya no hay pobres qué atender?
La asociación México cómo Vamos, sitúa a Zacatecas como uno de los estados con peor desempeño en desarrollo económico, califica a la entidad como foco rojo en crecimiento económico, tópico en el que presenta números negativos (-1.4%) cuya calificación coincide con las que maneja el INEGI; también están en rojo otros indicadores como empleos formales generados, productividad, pobreza laboral e informalidad, ya que esta última ha aumentado, que es de lo que les hablaba al principio de este artículo.
Entonces, ¿por qué aumenta la informalidad si en sendas declaraciones los gobernantes afirman que vivimos mejor que nunca?
Aunque se presuma que se han generado miles de empleos formales, ¿AMLO y Monreal sabrán cuánto pagan?, y más allá, ¿ellos serían capaces de sobrevivir un mes con salarios de tres, cuatro o cinco mil pesos al mes? Creo que no, uno vive en un palacio con muchas personas a su servicio y el otro… bueno, todos sabemos que no necesita trabajar.
Otro aspecto que no debemos pasar por alto es que también habría que verificar cuál es la rotación de personal en los lugares que llenan las aplicaciones con ofertas de trabajo para la población en general.
Entre los pobres salarios, la inflación que hace inalcanzable la canasta básica y la inseguridad no hay dinero que alcance, por eso es que mucha gente se ha visto orillada a completar su gasto familiar con cualquier otra actividad fuera del horario laboral de su trabajo de planta, que tienen algunas veces porque ahí es donde tienen prestaciones, pero a como van las cosas, tener prestaciones es privilegio del pasado.
Hace unos días me enteré que una mujer, ama de casa, desesperada porque el salario de su esposo no alcanzaba para lo más indispensable, decidió vender gorditas afuera de su casa en Guadalupe; como tiene buen sazón y ella es muy amable con la gente, en menos de un mes se hizo de clientela, era mucho trabajo, pero valía la pena, según dijo.
No llegó al tercer mes, porque cuando iba cerca de los dos meses y medio llegaron unos tipos armados y le dijeron que para que su negocio estuviera seguro debía pagar cierta cantidad a la semana. Quien me contó la historia –una pariente de la emprendedora–, me dijo franca y directamente “¡ni la ganancia de toooda la semana!”, así que ese mismo día “bajó la cortina” y ya no abrió más.
Esta es una de muchas historias de las que todos sabemos, pero que nadie se atreve a denunciar formalmente por miedo a lo que le puede suceder y, tristemente, por desconfianza en las autoridades.
Donde yo vivo, muchos vecinos tienen algún pequeño negocio y hacen comercio entre los mismos colonos, pero “la otra mafia”, la que se mueve ostentando la bandera de la legalidad, un día sin más llegó y cerró el negocio de un vecino y lo multó, ¿alguna diferencia con la señora de las gorditas?
En los matrimonios jóvenes deben trabajar ambos para tener una vida más o menos desahogada, pero el precio que se paga es muy alto: mucho estrés, cansancio, incomunicación con la pareja y descuido de los hijos si los hay.
En fin, tal pareciera que para tener el buen nivel de vida que dicen los datos que les pasan a nuestros gobernantes, debemos tener un buen trabajo, de preferencia basificado en gobierno que es donde dan prestaciones, tiempo para atender uno o dos empleos más y si se puede, explorar hasta descubrir los dones escondidos que tenemos de comerciantes para vender cualquier cosa que el prójimo necesite.