Luna Nueva: Y todos callaron…

Mucho se pregona –sobre todo en tiempo de campañas electorales– que se acabará con la corrupción, que ese tema es cosa del pasado y se canta hasta el cansancio que las cosas que no están bien son una herencia maldita.

Sin embargo, en el presente todo sigue igual o peor. Hace unas semanas se hizo pública la denuncia de un grupo de agentes de la Policía de Seguridad Vial en la que daban a conocer que son víctimas de la corrupción a todo lo que da en la dirección de la corporación.

Dijeron que a los de más antigüedad y por tanto con más experiencia son enviados a delegaciones lejanas, que en la capital hay puros nuevos sin experiencia, que la dirección está llena de comisionados, que hay mucha gente allegada a los mandos, sobre todo del director, desde familiares, compadres y, según dijeron, queridas, entre otras acusaciones.

Pero fueron más allá, para probar que dentro de la Dirección de la Policía de Seguridad Vial priva la corrupción, entregaron una maleta llena de juegos completos de boletas de infracciones de tránsito, negociadas para que se pagaran “en corto”, precisaron que el único con facultades para hacer este “trámite” es el director.

El mazo contiene infracciones de todo tipo: por estacionarse en lugares prohibidos, conducir en estado de ebriedad (y todas sus variables), por carecer de licencia o tarjeta de circulación o ambas, por circular en motocicleta sin casco, etc.

El director de Seguridad Vial no dio ninguna explicación al respecto, ni antes ni después de que se publicó la nota aunque se solicitó entrevista, curiosamente los días posteriores a la publicación el funcionario no estuvo en su despacho.

Mediáticamente, todo el aparato gubernamental usó el silencio para enterrar la noticia. Nadie salió a aclarar o negar nada, teniendo de su lado la corta memoria de los medios de comunicación y de la ciudadanía, a esa que se deben y con la que se comprometieron a trabajar con transparencia.

Y peor que no dar una respuesta en los medios –que sería lo de menos– ha sido que no hayan movido un dedo para poner orden ante tal escándalo. Ni de la Secretaría de Seguridad Pública ni de la Función Pública ni de la Secretaría General de Gobierno ni los diputados pidieron cuentas. Como la cantante Shakira quedaron –o se hicieron– ciegos, sordos y mudos. En Zacatecas no pasa nada.

El enojo y frustración de un numeroso grupo de policías de Seguridad Vial fue comentado en corrillos, muchos estaban más que enojados, pero al quedar expuestas las corruptelas esperaban que se hiciera algo desde el alto mando, algunos dijeron que fue traición desde dentro de la dirección y que habría movimiento en busca de los traidores, pocos dijeron que “de nada serviría hacerlo público, porque es un secreto a voces y nadie hace nada”.

Tristemente el grupo minoritario tuvo la razón, pues no solamente las autoridades enmudecieron, sino que no han hecho nada, el encargado de la Dirección de la Policía de Seguridad Vial sigue despachando como si nada.

Ya lo dijo Gandhi: “Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”. No todos en Seguridad Vial son malos ni todos en gobierno lo son, lo malo y que hace mucho daño a su administración, a la corporación y la ciudadanía en general, es que no digan ni hagan nada.

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