A propósito del Día del Niño vinieron a mi mente recuerdos de mi niñez y la de mis hijos y sin proponérmelo las comparé.
Creo firmemente que cada época tiene su encanto y estoy segura de que fui afortunada al ser niña desde mediados de la década de los 70 hasta mediados de los 80…
Fui una niña promedio, primogénita e hija única durante cinco años, así que gocé del amor, atención y mimos de mis padres durante mi más tierna juventud, tuve todos los juguetes que cualquier niño de la época deseaba: muñecas de todo tipo y tamaño, una cuna hermosa blanca con anchos listones rosas, varias barbies, incluso una con su caballo, remolque y carro; el horno mágico en el que cocinaba pequeños pasteles, una máquina de hacer raspados, una vaca lechera que se podía ordeñar y mugía y una infinidad de juegos de té de todos tipos, colores y tamaños, entre otros muchos.
En casa de mis papás siempre había vecinitos que iban a jugar conmigo; más tarde compartía tardes de juegos con mis amigas Maricela, Norma, Laura, Sugey, Rocío, América con las que jugaba a la casita, más grandecitas cambiamos los trastecitos por rondas infantiles o jugábamos a los encantados, las traes (la roña), los listones, el shangay que aunque era juego de niños, también nos aventurábamos las niñas, ya para entonces se unían al grupo de amigos Sergio, Fabricio (+), Alejandro, Mario y más tarde Osvaldo y mi hermano José Luis.
Entonces no teníamos tiempo de ver televisión, no había videojuegos ni teléfonos celulares, jugábamos en la calle o las casas de nuestros vecinos; la preocupación de nuestros padres en ese tiempo era que por correr sin fijarnos nos pudiéramos caer o en el peor de los casos que nos atropellaran; todas las tardes eran igual: después de comer y hacer la tarea salíamos a jugar y como relojito sabíamos que a más tardar a las 9 de la noche ya debíamos estar en casa, en ocasiones especiales a las 10.
Fui madre muy joven, la primavera de 1991 me trajo a mi primogénito, tres años después nació mi única hija, siete años más tarde nació otro varón; mis tres primeros hijos tuvieron una niñez casi como la mía, de tardes de juegos en libertad y amigos de barrio. La niñez de mi pequeño Alex es diametralmente diferente.
La inseguridad que impera en nuestros días y el desarrollo vertiginoso de la tecnología aplicada en videojuegos y juguetes han cambiado las formas de jugar y divertirse de los pequeños y son factores determinantes para que los padres no tengamos confianza de dejar jugar a nuestros hijos fuera de casa sin nuestra vigilancia.
Hasta 2022, poco más de la cuarta parte de la población de México son niños de 0 a 17 años, es decir 36.3 millones de personas (28.1 por ciento de la población del país) de acuerdo con el INEGI, los cuales son cuidados principalmente por sus madres o abuelas.
De esos niños de hoy, ¿cuántos pueden salir a jugar con sus vecinos y correr por las calles despreocupadamente? Creo que muchos menos que hace 10 o 15 años.
Lo lamentablemente es que debido a que nuestros niños están más tiempo frente a una pantalla (de TV, de computadora, teléfonos, etc.) y menos en la calle jugando con amigos, el parque u otros espacios, las tasas de obesidad infantil han aumentado.
La obesidad y sobrepeso son una afección de salud grave que afecta a niños y adolescentes por falta de actividad física y malos hábitos alimenticios, en México es uno de los problemas de salud pública más importantes de acuerdo con el Gobierno Federal, que en su página oficial se refiere a ésta como “nuestra nueva pandemia”.
La obesidad y el sobrepeso son una enfermedad crónica que se caracteriza por exceso de grasa en el organismo y se presenta cuando el niño tiene un sobrepeso mayor al 20 por ciento del ideal y el paciente puede presentar problemas de salud que antes se consideraban problemas de adultos, como la diabetes, la presión arterial alta y el colesterol alto.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, México puede ser considerado como un país mayormente mal nutrido y ocupa el primer lugar en obesidad infantil.
Los cincuentones de hoy, fuimos niños felices y libres, jugamos fuera de casa con amigos y primos y por la constante actividad física también fuimos niños sanos, a pesar de carecer de todo tipo de tecnología y de tener sólo un canal de televisión con horarios bien delimitados para la programación infantil. Como lo dije, cada época tiene su encanto. Los niños de hoy, no entenderían cómo era vivir sin internet.