Este martes pomposamente el gobierno de Zacatecas anuncia que llegarán más de mil efectivos militares y de la Guardia Nacional al Estado “a reforzar las acciones de pacificación”.
El anuncio se hace tras tres días de actos violentos ininterrumpidos muy notables en los que al menos 11 municipios –Fresnillo, Loreto, Villanueva, Guadalupe, Gral. Pánfilo Natera, Luis Moya, Calera de Víctor Rosales, Villa de Cos, Sain Alto, Cañitas de Felipe Pescador y Cuauhtémoc–, han sido blanco de ataques certeros del crimen organizado, dejando a su paso una estela de desolación, miedo y dolor.
Aunque ciertamente en Zacatecas no se han registrado asesinatos de candidatos en campaña como en otros estados –consuelo de tontos–, al menos los ataques de este domingo obligaron a los partidos y aspirantes a puestos de elección popular a suspender actividades proselitistas, debates y mítines; algunas escuelas no abrieron el lunes y la desinformación por redes sociales se regó como pólvora.
No es que se deba ocultar lo inocultable, pero las publicaciones en las plataformas además de dar cuenta de lo que pasa, abonan también al estrés y la especulación generado por la violencia, ya que sólo se informa de algo que alguien vio, pero no se dan pormenores precisos para que la ciudanía tenga información certera y puntual para tomar decisiones.
Los ataques ocurrieron luego de un enfrentamiento entre delincuentes y policías en Fresnillo (la ciudad más peligrosa de México según el INEGI) que derivó en persecuciones, balaceras y bloqueos carreteros en diversos puntos del estado donde ciudadanos que circulaban “sin deberla ni temerla” fueron despojados de sus vehículos para prenderles fuego. Incendiaron igual vehículos familiares que pesados tráiler con todo y carga, casetas de peaje y han abandonado cadáveres con signos de tortura en diferentes puntos del estado.
Cualquier ataque, por mínimo que sea, es grave de por sí, pues no sólo afecta a quienes se ven inmersos en la guerra sin cuartel que hay en Zacatecas. Sí, estamos en guerra, muy a mi pesar debo reconocerlo aunque en más de una ocasión he defendido que Zacatecas no es sólo la violencia que los medios exacerban para vender, porque habemos mucha gente buena, de trabajo y con valores.
En cada ataque hay familias enteras que son presas del miedo y la desesperanza, sobre todo aquellas personas que tienen la desdicha de quedar en medio del fuego cruzado, aquellas a las que además de arrebatarles su vehículo que es parte de su patrimonio familiar, les roban su paz mental.
El Gobierno del Estado se empeña en afirmar en sendos boletines de prensa y conferencias que “los hechos de violencia suscitados en las últimas horas son una reacción a la estrategia de seguridad que se ha emprendido de manera firme en el estado”; para quienes desconocen cómo funcionan las oficinas de Comunicación Social, les doy una pista: son las encargadas de difundir lo que “el patrón” quiere que se sepa, sea verdad o no. En este caso, el patrón es Gobierno del Estado.
Los más de mil elementos del Ejército y de la Guardia Nacional que están por llegar a Zacatecas, se suman a los que a lo largo de los últimos años van y vienen a territorio estatal para combatir la inseguridad que el gobierno se empeña en negar que existe, aunque tenga montada “una estrategia de pacificación”.
Los uniformados venideros se suman además a los tres batallones de Infantería que tienen sede en Zacatecas (el 52 de Guadalupe, 53 de Tlaltenango y 97 de Fresnillo) y a la Compañía de Infantería no Encuadrada (CINE) en Jalpa.
Sin ir tan lejos en el tiempo, en marzo de 2022 había desplegadas en Jerez cuatro bases militares fuera de los cuarteles; estas fuerzas especiales del Ejército operaban en las comunidades Ermita de los Correa, Palmas Altas, Guadalupe Victoria y Villahermosa, donde la delincuencia se apropió no sólo de las propiedades de sus pobladores, sino hasta de sus vidas obligándolos a huir en un éxodo nunca visto en la historia reciente de Zacatecas.
Más próximo en el tiempo, en enero pasado arribaron 200 elementos de la Guardia Nacional a territorio estatal, lo que nos dice que desde hace años Zacatecas es un estado militarizado, aunque las autoridades evadan o nieguen el adjetivo, lo cierto es que hay muchos más militares de los que hubiéramos imaginado. Todavía recuerdo cuando hace años a los tres batallones y a la CINE de Zacatecas se unieron provisionalmente batallones enteros, la extinta policía federal y la Marina.
Los hechos ocurridos este domingo afectaron a la población de al menos los tres municipios más poblados y con más movimiento comercial del estado: Fresnillo, Zacatecas y Guadalupe, que junto con las otras demarcaciones “bajo fuego” dan como resultado un gran porcentaje de la población zacatecana.
Insisto, no sólo son afectados quienes quedan atorados en los bloqueos, a los que robaron sus autos o se les poncharon las llantas, sino los grandes y pequeños negocios que no abrieron porque no llegaron los empleados, las mercancías o porque prefirieron no abrir por temor, perdieron también quienes no recibieron sus mercancías en otros puntos de la República, perdió Zacatecas porque de por sí los transportistas evitan atravesar el estado, con esto, los pocos que se arriesgan quedaron convencidos de que nuestras carreteras son muy inseguras.
Yo creo, sin ser analista especializada en el tema, que el Gobierno del Estado está perdiendo la batalla contra la delincuencia, por ello es que han pedido que se refuercen los patrullajes del Ejército y la Guardia Nacional, que dicho sea de paso ¿no que parte de la 4T era enviar al Ejército a los cuarteles?
Un dato al calce: hay tantos militares en el Zacatecas que la Enfermería Militar ubicada en Guadalupe –donde reciben atención médica los militares y sus familias–, hace años subió al rango de Hospital Militar de Zona.