Este fin de semana fue una hermosa locura, comenzaron a llegar jugadores de primera división a la capital de Zairo a jugar en la llamada Copa de la Paz, que según eso se hizo por el Año de la Paz y como en este año todo es de la Paz: el Boletín de la Paz, el bulevar de la Paz, la Toma de Zacatecas de la Paz, la Fenaza de la Paz y los chilaquiles de la Paz (todo ello a pesar de que en el mes de marzo la Legislatura dejó sin efecto la declaratoria del Año con ese nombre) enigüeis, obvio que una de las cerezas del pastel tenía que ser la Copa de la Paz y pos se armó el guateque.
Confieso que por primera vez no me puse a convocar cadenas de oración pa’ que San Alberto diera tregua; hasta gusto me dio que anduvieran aquí los jugadores, confieso también que no tengo idea ni me interesa quién es quién pero me gustó ver que vino un tal Gutty, que no sé cómo se llama pero me agradó que le dijeran como al médico de mi mamá.
Lo que no me cuadró y sé que me van a tragar algunos de mis ínclitos lectores fueron ciertos comentarios recurrentes en grupos de críticas y en algunos muros de mis contactos de redes sociales en el sentido “Con la Copa de la Paz se reviven las personas asesinadas”.
¡No, no manchen! Con la madre esa de la Paz no se revive a nadie y con no haberla realizado tampoco se resuelve nada, entiendo que son recursos que se podrían aplicar en combustible para búsqueda de personas o en las copias de las cédula de búsqueda, en pago de salarios para más personas enfocadas en la salud mental de los familiares y amigos de personas desaparecidas.
Me hizo feliz ver a los chamacos en la calle y la gente corriendo para llegar a tiempo al Estadio, quienes tuvieron la oportunidad de andar pululando cerca del Estadio sin duda notaron el movimiento comercial en la periferia, me agradó escuchar en la fila del súper a un trío de seguidores del Cruz Azul carcajeándose y bromeando respecto a la cotidianidad, no me agradó mucho porque apestaban bien machín a teporocho añejo.
Sí, muy bonito y todo, pero en momentos del fin de semana recordé dos cosas: la primera es que a mí ni me gusta el fútbol y la segunda es que tengo una contacta en FB cuyo hijo no está a su lado, a ella sí le gusta el fútbol y cada día pienso en ella y de verdad le pido a Dios con toda mi fuerza que su amado José Humberto regrese a su lado y que cuando él vuelva se repita la Copa por la Paz y vayan juntos a todo los partidos.
He estado en reuniones con amigos y sin razón alguna viene el nombre de ella a mi mente y de repente les pregunto si ellos la conocen porque me lastima pensar que no tiene a su hijo a su lado.
Su hijo no desapareció, su hijo es una de las miles de personas que un buen día tienen una ficha de búsqueda en Zacatecas y, en efecto. la Copa por la Paz no los hace reaparecer, pero esa madre podría ayudarnos a pensar que un día habrá una segunda copa, fuera del año de la Paz y que enviemos oraciones, apoyo y amor a Dios para vuelvan a estar juntos y vean el fut juntos de nuevo.
Somos energía.
Todo en el mundo es energía.
Y podríamos enfocarla a ser menos mierda y ayudar a otro, en enviar luz a las personas que están fuera de sus hogares para que pronto encuentren el camino de regreso.
La Copa de la Paz no resuelve nada en lo inmediato, esperemos que sí se dé continuidad a esas actividades, que en un futuro sean preventivas.