Los abuelos decían que si el Día de San Juan llovía era buena señal para el campo. Esta creencia se asocia a la fiesta de San Juan en México, después de la Conquista española, aunque lejos de estar relacionada con una cuestión espiritual, en realidad viene más de la historia y el clima del país.
Cada vez que se celebraba el Día de San Juan llovía debido a que es fecha de la temporada de lluvias y coincide con las celebraciones al dios Tláloc, conocido como el dios de la lluvia, del agua y de la fertilidad.
A su vez, el Día de San Juan es un evento especial, pues aunque la mayoría de los Santos tiene su festejo el día en que murieron, el primo de Jesús de Nazaret lo tiene en su nacimiento, el cual es durante las fiestas de Tláloc, que son entre junio y septiembre.
Por ello se cree que cada 24 de junio se registran lluvias, pero seía el resultado del clima y de la temporada que inicia, ya que los huracanes, tormentas y ciclones inician en mayo, o como nos acaba de pasar con la tormenta tropical Alberto, que se registró el pasado miércoles 19 de junio. Según los expertos, esta tormenta dejó el equivalente a 164 días de lluvia.
¿Pero quién era San Juan? Fue el hijo de Zacarías e Isabel, una pareja que no podía tener hijos, sin embargo, tras la llegada del arcángel Gabriel, quien se pareció a la derecha del altar, este les explicó que muy pronto tendrían uno. Este sería el precursor del Mesías y se encargaría de preparar el camino para Jesús, de acuerdo con la religión católica. Se trataba de Juan Bautista, quien precisamente llegó al mundo medio año antes que el propio Jesucristo.
Una de las creencias más curiosas en torno a la Noche de San Juan es la lluvia. Además de las hogueras, hay otros rituales asociados a esta mágica noche. En algunas regiones la gente corta su cabello para fortalecerlo, pone un huevo en un vaso de agua para conocer el futuro y riega las plantas con agua bendita para incrementar sus cualidades.
En España y América Latina, la noche de San Juan es un evento social que reúne a familias y amigos alrededor del fuego, mientras lanzan fuegos artificiales y celebran con música y baile.
Tiene otros sentidos y simbolismo, fusionando tradiciones paganas y cristianas. Aunque su origen está en el culto al sol y la fertilidad, ha sido adaptada por el cristianismo para celebrar el nacimiento de un santo muy especial. Las hogueras, los rituales con agua y la creencia de que siempre llueve este día añaden un misticismo especial a esta noche, haciendo de ella una de las festividades más esperadas del año.
Esta festividad se entrelaza con el inicio del período más húmedo del año en México, revelando cómo las tradiciones ancestrales y la religión configuran las percepciones contemporáneas del clima, aunque este 2024 se ha roto la regla y la temporada de estiaje se ha terminado antes, pues las aguas humedecen a buena parte del territorio nacional.
Esta coincidencia no sólo se anotaba en calendarios, sino que se trasmitía de generación en generación como un presagio casi seguro del inicio de la temporada de lluvias, además del solsticio de verano, que normalmente ocurre entre el 22 y el 24 de junio, lo que históricamente es un punto de referencia climático y celestial importante.
En el contexto cristiano, se destaca una frase de Juan el Bautista que reza: “Él debe aumentar, yo debo disminuir”, aludiendo simbólicamente al ciclo de las estaciones.
Desde un punto de vista meteorológico, aunque no existe una evidencia científica que establezca que el 24 de junio sea el día más lluvioso del año, la creencia persiste. Esta fecha también coincide con el período en que las culturas prehispánicas veneraban al dios del la lluvia.
Esta fiesta tan zacatecana, llena de simbolismos, creencias y santos, nos recuerda que el cambio climático está afectando hasta nuestras tradiciones y nos hace pensar qué estamos haciendo para cuidar nuestro planeta.