El agua ha sido un tema recurrente en mis conversaciones los últimos meses. Lo mismo sale el tema en la secundaria de mi hijo menor, en mi colonia donde cada vez es más difícil tener el servicio, en mis notas y artículos periodísticos, en pláticas informales con amigos y familiares y en mi propia casa, donde tristemente veo que las tres plantas que tengo se están secando ante mis ojos porque no hay agua para regarlas.
Cuando llegué a vivir a Guadalupe, hace 26 años, en mi colonia teníamos el privilegio de tener agua todos los días las 24 horas con una presión impresionante, al paso del tiempo, entramos al tandeo y ya sólo dispusimos de agua los lunes, miércoles, viernes y sábados todo el día. Unos años más tarde, tuvimos agua esos mismos días, pero sólo de noche. Luego sólo lunes, miércoles y viernes.
Desde hace unas semanas es raro el día que tenemos agua. Los días que en teoría deberíamos tener servicio todos los vecinos checamos continuamente las llaves, para corroborar que habrá agua con la suficiente presión para llenar nuestros tinacos. Pocas veces tenemos suerte, por ello es muy común ver por el fraccionamiento, a cualquier hora del día pipas –tanto de la Junta Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado de Zacatecas (JIAPAZ) como particulares– que llenan los tinacos vacíos y atrás de éstas a mis vecinos intentando convencer a los operadores de llevar agua a sus casas. Yo misma he ido a pedir agua a los operadores, aunque tristemente sin éxito.
En la secundaria de mi hijo se me presentó la oportunidad de sugerir una obra que luego sería votada junto con otras propuestas; audazmente propuse la colocación estratégica de cisternas que garantizaran el abasto de agua, pues escasea en la zona, más en este tiempo “de secas” y con las cada vez más recurrentes e inusuales olas de calor, consideré indispensable disponer de agua para los sanitarios, ya que en una escuela es mayor el consumo de agua para ese fin por obvias razones.
Mi propuesta no prosperó, sólo tuvo un voto, sí, el mío… y ahora ya hasta se han suspendido clases por falta de agua.
Como dije, yo vivo en Guadalupe; la secundaria de Alex está en Zacatecas, pero los límites territoriales parecen desaparecer tratándose de la crisis del agua en uno y otro municipio; la explicación es más sencilla de lo que cuesta comprenderla: ¡se está acabando el agua en Zacatecas! Mucho se nos ha dicho que cada vez se tienen qué perforar pozos más profundos y no lo creemos o no lo asimilamos.
Tampoco hay agua para las actividades agropecuarias. De acuerdo con el Sistema Nacional de Información del Agua y el Monitoreo de las Principales Presas de México de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), salvo las presas de Chiapas que al día de ayer (4 de junio de 2024) tenían 8 mil 418.10 hectómetros cúbicos en total; el resto de las presas del país están semisecas.
Zacatecas apenas tiene 117.92 hectómetros cúbicos en total ¡en todas sus presas! En la gráfica, apenas es una rayita diminuta la que sobresale del punto de partida. Ya se imaginarán la gran diferencia en los picos de la gráfica –un hectómetro cúbico equivale a un millón de metros cúbicos–.
El sexenio federal que está a punto de concluir destinó prácticamente nada a obras hidráulicas, la mayoría del presupuesto lo destinó al Tren Maya, el Aeropuerto Felipe Ángeles, la refinería Dos Bocas y a repartir becas –no me extenderé en lo que pienso para qué dio dinero el gobierno a los ciudadanos, ese es tema aparte–.
Sinceramente deseo que la nueva Presidenta, siendo científica como presume, volteé y no finja que no ve la grave crisis del agua que atraviesa el país y en especial Zacatecas, cuyas entrañas dan oro y plata, de su tierra se arranca el frijol que se consume en todo el país y se hace la cerveza más sabrosa del mundo.
Urgen políticas públicas encaminadas a crear una nueva cultura del agua que nos permita como país, claro, pero sobre todo como individuos, cuidar este recurso no renovable que es indispensable para la sobrevivencia de la humanidad.