Al fin llovió y aunque tarde, el agua trae siempre esperanza, sobre todo al campesino. Las precipitaciones que trajo consigo el huracán Berly alegraron hasta a los pirules que adornan gran parte del boulevard que atraviesa la capital, que hoy lucen un verde vivo… y aunque tristemente el fenómeno natural causó destrozos en algunas partes del país, también propició beneficios en otros puntos.
En Zacatecas las lluvias provocadas por el huracán, aunque tardías según los hombres de campo, mitigaron la sequía que padecíamos desde hace tres años al hilo y acabó de tajo con el sofocante calor de las últimas semanas.
Con seguridad corrieron arroyos y algunos ríos aumentaron sus caudales llevando vida por donde pasaban y la presas y bordos debieron captaron algo de agua, aunque ninguna se ha llenado, el sistema de Monitoreo de las Principales Presas de México del Sistema Nacional de Información del Agua no reporta ninguna presa llena en Zacatecas, la mayoría apenas rebasa el 20 por ciento de su capacidad con las recientes precipitaciones, excepto la de Lobatos, Valparaíso, donde se reporta que está al 60 por ciento.
Desde que recuerdo, julio siempre fue lluvioso y una fiesta para mis primos del rancho y para mí cuando niños, pues la lluvia traía miles de aventuras en vacaciones de verano –esas que duraban dos meses–, desde excursiones al arroyo donde pasábamos horas jugando en el agua hasta que la lluvia, que casi siempre llegaba por la tarde, nos obligaba a salir y correr a casa de los abuelos, hasta los juegos en el lodo haciendo todo tipo de figuras con nuestras manos.
Pasaron los años y la diversión para mis primos y para mí cambiaron, lo que permanece igual es el festín culinario propio del campo que aún disfrutamos “los viejos”, pues tristemente la nuevas generaciones ya no aprecian; antaño, en este tiempo disfrutábamos de las deliciosas quesadillas de flor de calabaza, de calabacitas –recién cortadas– preparadas a la mexicana, ejotes –también recién cortados– con huevo y elotes con queso que comíamos hasta casi “reventar”.
A mí –niña de pueblo, me decían– me encantaba ir con mis tías a buscar entre las milpas quelites o verdolagas que luego mi abuela nos cocinaba de muchas maneras, mención aparte tienen las deliciosas tunas. Las lluvias eran sinónimo de alegría y buena comida en aquellos tiempos, igual que ahora.
La naturaleza vino a darnos la mano ante la abrumadora sequía que estaba matando al campo zacatecano, a sus cultivos y ganado y desterraba a decenas de campesinos, pues al no encontrar alternativas viables en el campo, muchos han migrado a las ciudades a trabajar en lo que pueden o al extranjero.
Aunque ya llovió, nadie debería pasar por alto la terrible sequía que prevaleció los últimos años, ciertamente éstas nos han dado un respiro, pero no significa que el problema del agua ha desaparecido por arte de magia, pues para que recarguen los tan explotados mantos acuíferos no bastan unas lluvias, por fuertes que sean, por ello tanto gobierno como estudiosos del tema deben poner manos a la obra para estar preparados para hacer frente a este tipo de desastres naturales que matan lentamente la riqueza y grandeza de nuestro estado.