El pasado domingo, la población civil de Zacatecas capital alzó la voz en una manifestación contra la insistencia del gobernador David Monreal en construir un segundo piso en el bulevar principal. Esta propuesta ha sido ampliamente criticada por sus múltiples inconvenientes, que van desde el impacto ambiental, el desmedido presupuesto de la obra, hasta irreparable daño patrimonial que originaría esta construcción, según dicho todo esto por diversas voces expertas.
Tres exgobernadores de la entidad, Arturo Romo Gutiérrez, Genaro Borrego Estrada y Amalia García Medina, al respecto del llamado segundo piso, se pronunciaron públicamente y pidieron al actual gobernador que reflexione sobre la inviabilidad de esta obra. Ellos, con la experiencia acumulada de sus administraciones, subrayaron la necesidad de buscar alternativas que realmente beneficien al estado, sin comprometer su identidad ni su patrimonio.
A pesar de estas advertencias, el gobernador de igual forma ha desestimado las observaciones formuladas por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), una autoridad en la preservación de monumentos históricos, cuyo análisis ha señalado los riesgos que esta construcción implicaría para la herencia cultural de Zacatecas.
Todo parece indicar que esta situación trasciende las fronteras del estado y como un michoacano solía decir: “lo que no te suena lógico, te suena metálico,” de ahí que, al parecer esta obsesión por llamarle de alguna forma, forma parte de círculos muy cercanos al poder ejecutivo federal.
Con toda seguridad esta es una razón de mucho peso, por las que esta necedad tenga diseñada una ruta que probablemente tenga como beneficiarios a personajes innombrables que al amparo del poder buscan llenarse las manos.
No se puede entender de otra manera la notable obstinación y cerrazón del gobernador, en seguir adelante con este proyecto, el cual ha despertado sospechas, que como ya se dijo anteriormente, esto puede estar motivado por intereses más allá del bienestar común, pues es absolutamente real la percepción de que estamos presenciando lo que se conoce popularmente como el «Año de Hidalgo», con beneficios directos para los allegados de quienes hoy ostentan el poder, así como sus vástagos, todos son una estirpe de ladrones.