Resiliencia climática

Vivimos en una crisis climática. Según los expertos, el mundo se calienta, aumentan los fenómenos climáticos en intensidad y se presentan en temporadas atípicas, y las personas en todo el mundo enfrentan nuevos desafíos de una magnitud nunca antes vista. Para resistir estos retos y prosperar necesitamos desarrollar la resiliencia climática.

La resiliencia climática se trata no sólo de hacer frente a los impactos del cambio climático, sino también de evitar que estos impactos empeoren. Una sociedad resiliente al clima tendría bajas emisiones de carbono y estaría equipada para lidiar con las realidades de un mundo más cálido.

La única forma de lograr la resiliencia climática es a través de la reducción de emisiones que atrapan el calor e impulsan el cambio climático, y esto debe ir de la mano de la adaptación a los cambios que son inevitables. Esto hay que hacerlo de tal manera que el mundo sea un lugar más equitativo y justo.

Mitigación + adaptación

Los científicos concuerdan en que, para frenar el ritmo del cambio climático, hay que reducir rápidamente las emisiones que atrapan el calor y que causan el calentamiento global. A esto se le llama mitigación del cambio climático. La mitigación aborda el cambio climático desde su causa raíz, las emisiones de carbono que arrojamos a la atmósfera, principalmente la quema de combustibles fósiles.

La mitigación significa cerrar las plantas de carbón y gas, hacer una transición a fuentes de energía renovables, usar la energía de manera más eficiente, usar menos petróleo para el transporte, aumentar el uso del transporte público y los vehículos eléctricos, y usar la tierra de manera que reduzca el carbono en la atmósfera. Pero aunque se reduzcan las emisiones, los primeros impactos del cambio climático ya están aquí y se vuelven más fuertes cada año.

Es necesario que también se realice la adaptación al cambio climático, donde nos protegemos contra impactos que ya están aquí y nos preparamos para más cambios por venir.

La adaptación incluye cosas como reforzar la red eléctrica para aguantar mejor las condiciones extremas, invertir en viviendas e infraestructuras en las zonas más afectadas por las inundaciones o el aumento del nivel del mar, con una planeación que puedan soportar los fenómenos naturales, plantar árboles para reducir el calor extremo en las ciudades y construir escuelas donde se aprovechen las energías alternas y el flujo de aire para tener ventilación natural. Es decir, ajustar la manera en que vivimos, trabajamos y jugamos para mantenernos a salvo de los impactos del cambio climático.

La resiliencia climática también debe de incluir la justicia climática, pues el cambio climático afecta de forma desproporcionada a ciertos miembros de la sociedad, incluidas las personas de color, que viven con bajos ingresos o en la pobreza y las personas mayores, jóvenes o discapacitadas.

Incorporar la justicia climática en la resiliencia supone, por el lado de la adaptación, priorizar el bienestar de las personas y las comunidades más expuestas al daño climático y las que menos capacidad tienen de hacerle frente.

Esto podría implicar, por ejemplo, garantizar que la vivienda pública tenga aire acondicionado y que las comunidades con mayor riesgo de sufrir impactos sean las primeras en fila para obtener dinero para la planificación antes de los desastres y para invertir en medidas para mantener seguras a las personas mayores, discapacitadas, sin hogar o que viven en la pobreza, durante un huracán o un incendio forestal.

Por el lado de la mitigación, la justicia climática supondría que se garantizarían soluciones climáticas como los proyectos de energía limpia que ayudarán a las comunidades vulnerables, en vez de dañarlas.

Para lograrlo, se podría priorizar la reducción de la contaminación de las centrales de energía y el desmantelamiento de plantas que funcionan con combustibles fósiles en comunidades de bajos ingresos, garantizar que los proyectos de energía eólica, solar y otros proyectos de energía limpia aporten a las comunidades más beneficios que dificultades, y ampliar el acceso de los hogares de bajos ingresos a la energía solar comunitaria y en azoteas, la eficiencia energética en el transporte público.

Sólo mediante la búsqueda de la mitigación y adaptación de manera simultánea podremos lograr y mantener la resiliencia climática. Si trabajamos arduamente en ambos frentes, con la justicia climática como la meta principal, podremos construir una sociedad resiliente al clima que sea baja en carbono, equipada para enfrentar las realidades de un mundo más caluroso y que funcione para proteger el bienestar de todos.