¿Cuándo fue que México dejó de indignarse y comenzó a aceptar la violencia como nuestro pan de cada día?
La sociedad mexicana parece haber perdido la capacidad de indignarse, de alzar la voz, de reclamar justicia. Hoy, la crisis nos asfixia y parece que estamos paralizados. Esta pregunta no busca respuestas fáciles; busca sacudirnos, provocar una reflexión profunda y, sobre todo, encender una llama de indignación.
Hace algunos años la sociedad se escandalizaba cuando se cometía un asesinato, una desaparición o un feminicidio. Actualmente en la nación se registran cerca de 100 asesinatos diarios; desaparece una persona cada 40 minutos y se cometen dos feminicidios al día. Y parece que no pasa nada.
Madres buscadoras, feministas agredidas, maestros a los que no se les paga, jubilados que no reciben sus recursos, campesinos que exigen apoyos, indígenas que piden inclusión y trabajadores del Poder Judicial se movilizan por las principales calles de toda la nación sin ser escuchados por las autoridades. Y parece que no pasa nada.
Los ataques contra menores de edad unían a la sociedad en la exigencia de justicia. Hoy 14 niñas, niños y adolescentes desaparecen diariamente en México; cada hora ocurren cuatro abusos sexuales; 6.4 millones de personas entre 3 y 18 años no van a la escuela; y el 9.89% de la población menor de 18 años vive en pobreza. Y parece que no pasa nada.
Para construir el Tren Maya en el sureste mexicano se deforestaron 5 mil 610 hectáreas de selva, que equivale a la tala de 7 millones de árboles y se contaminaron decenas de cenotes. Y parece que no pasa nada.
Durante el sexenio anterior, billones de recursos del presupuesto federal fueron quitados a necesidades prioritarias para desviarlos a las mega obras de la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya, el Tren Interoceánico y el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Todas ellas duplicaron y triplicaron su costo inicial, por lo que son un monumento a la opacidad y la corrupción. Y parece que no pasa nada.
La estafa maestra en el sexenio de Enrique Peña Nieto causó mucha irritación social por el desvío de 7.6 mil millones de pesos de recursos públicos. Sin embargo, la sociedad poco se inmutó por los 15 mil millones de pesos que se “perdieron” en la estafa maestra de la Transformación de Cuarta por el robo en Segalmex, institución que el gobierno de la sucesora desaparecerá, para que ya no haya manera de investigar. Y parece que no pasa nada.
En el 2023 el gobierno mexicano cometió un crimen de Estado cuando por negligencia fallecieron 40 migrantes y una veintena más resultaron heridos en el incendio de la estación del Instituto Nacional de Migración (INM) de Ciudad Juárez. Esa falta se volvió a repetir el pasado 2 de octubre del 2024, cuando el Ejército Mexicano asesinó en Chiapas a 6 migrantes e hirió a 12 más en una persecución. Y parece que no pasa nada.
El oficialismo intenta acabar con la República y la división de poderes. Para ello utiliza su mayoría legislativa en el Congreso de la Unión para reformar a su antojo la Constitución y debilitar al Poder Judicial, someter a elección a juzgadores, plantea desaparecer los organismos autónomos, militariza al país con la adhesión de la Guardia Nacional al Ejército, sometió a los órganos electorales y todas las semanas el crimen organizado asesina a políticos, gobernantes y gente trabajadora. Y parece que no pasa nada.
El arranque del nuevo gobierno federal es el mejor momento para exigir un cambio de rumbo, la pacificación de la nación, la implementación de políticas públicas que resuelvan las crisis de inseguridad, social y económica; la atención al campo, las mujeres, a las personas adultas mayores y a la juventud; la inclusión y el respeto a la oposición.
Hoy convoco a las mexicanas y mexicanos a no ser indiferentes, a no voltear la mirada mientras las violencias nos desbordan.
Recuperemos nuestra capacidad de asombro y de indignación, porque lo que vivimos en México no puede seguir siendo normalizado.
Es momento de unirnos, de exigir con fuerza y determinación que se ponga fin a estas tragedias. México está en crisis, y es nuestra responsabilidad exigir el cambio que necesitamos.
¡No más silencio, no más indiferencia!