Luna Nueva: La Presidenta

Este 1 de octubre Claudia Sheinbaum Pardo se convirtió en la primera mujer Presidenta de los Estados Unidos Mexicanos, es la mandataria número 66 y de acuerdo con información del Instituto Nacional Electoral (INE), fue elegida con la mayor votación en la historia (35.5 millones de votos –59.5%–, 5 millones más que su antecesor Andrés Manuel López Obrador).

Al rendir protesta como Presidenta de la República, contundente dijo en su discurso: “no llego sola, llegamos todas”, afirmación que abre más que una esperanza política –esa pocas mujeres la comprenden–, pues da pauta para pensar que se inicia una nueva era para todas las mujeres que habitamos México.

Aunque ciertamente las mujeres hemos avanzado mucho en términos de nuestros derechos, respecto a nuestras madres y abuelas, vivimos en una sociedad construida por hombres y para hombres, gobernada en los últimos 500 años por hombres. ¿Qué es lo que cambiará en México al ser gobernado por una mujer? ¿Realmente el sexenio tendrá un toque femenino?

Me queda claro que los cambios, por muy buenas intenciones que tenga el gobernante en turno, no se dan por decreto, debe haber de por medio un proceso que vaya más allá de un ideal y trascienda costumbres, cultura, economía, organización social, etc.

Que una mujer llegara a la Presidencia dela República no es poca cosa, aún en pleno siglo XXI cuando todavía hay hombres –más pocos que antaño, pero los hay– que no reconocen las capacidades morales, físicas e intelectuales de las mujeres que no nos ven como sus iguales, aunque cada uno desde su rol.

Sobre los hombros de la Presidenta no sólo va la gran responsabilidad de gobernar y gobernar bien a la Nación, sino de hacer un gran papel porque es la oportunidad, no sólo de ella, sino de todas las mujeres, de demostrar que somos capaces, que tenemos el temple, la inteligencia y el amor suficiente para dirigir un país entero.

Entre las asignaturas pendientes que tenemos las mujeres en México están la desigualdad salarial, que aunque en la Constitución  está consagrada que a trabajo igual pago igual, en la realidad no se lleva a la práctica.

La violencia laboral como acoso y hostigamiento sexual pesa más en mujeres que en varones, violencia doméstica tristemente conocida y hasta normalizada por muchos, y, entre otras más, existe latente la discriminación al intentar hacer efectivas leyes o derechos que para los hombres son cosa corriente.

Mi abuela materna se casó siendo una niña (14 años) con mi abuelo (17 años), tuvo 10 hijos que nacieron de su vientre, pero crió otros tantos que llegaban a su casa buscando calor de hogar; vivió casi 70 años con el que fue el único hombre que conoció a pesar de no tener la vida de ensueño que se inventan quienes romantizan las relaciones de por vida de nuestros ancestros, porque no había posibilidad de que una mujer abandonara a su marido que “era su cruz” y porque sabía que además del “castigo divino” iba también el de los hombres, que no le darían trabajo, que no le abrían las puertas, que no tenía nada ni un lugar a dónde ir con 10 hijos…

Mi madre sólo fue hasta segundo año de primaria, porque mi abuelo no le permitió estudiar más, ¿para qué?, si lo que debería aprender era a echar tortillas al comal, a remendar calcetines y criar niños, atender al marido y la casa…

Creo que hoy mi abuela estaría muy gustosa al ver que las mujeres de su familia y todas tenemos un panorama más amplio de la vida que en teoría no debe alejar del sufrimiento, mi madre celebra que una mujer haya llegado tan lejos y yo hago votos para que le vaya bien a la Presidenta, porque si le va bien a ella, nos irá bien a todos.

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