Los bonos y la fidelidad de los difuntos

Este fin de semana estuvo engalanado porque fueron los días que en México le dedicamos a quienes trascendieron y están en lo que deseamos sea un mundo mejor.

En la Zairo desde hace algunos años hemos podido disfrutar un festival colorido y bien organizado por el Estado y el Municipio; la verdad es un privilegio ver un trabajo realizado de manera comprometida y profesional como lo hacen en el Instituto Zacatecano de Cultura de la mano de Dulce Muñoz, su dire.

El IZC en cada administración ha tenido una labor maravillosa, pero en esta administración en particular es mucho más loable porque con poco presupuesto se han lucido a lo grande, sin lugar a duda lo que acá les falta de presupuesto lo cubren con inteligencia y creatividad.

También el fin de semana se habló de los bonos que se otorgaron a los servidores públicos que trabajan en el IZC por el Festival Cultural, no por el de muertos. Híjoles, no es mal pedo y a lo mejor me apedrean, pero en su momento también fui servidora pública y la pipol puede endemoniarse por esos chingaos bonos, pero no es mamada, hay ocasiones que los servidores públicos trabajan poquito más de 12 horas al día cuando hay eventos extraordinarios, como son los festivales, la feria y esas cositas que muchos vemos (y sí me incluyo) como frivolidades, pero seamos honestos, son frivolidades que muchos disfrutamos, hasta pa tirar mierda pero las disfrutamos, pero ora sí que cada quién.

Volviendo al tema, El Festival de Día de Muertos es uno de mis fávoros, el propio Día de Muertos me gusta harto, incluso hasta más que la Navidad, pero es por lo mismo que me gusta la brujería; pienso que es una celebración de vida, por la dualidad y el complemento que tiene con la muerte.

Podemos tener creencias distintas y pensar que después de la muerte no hay nada. Yo quiero pensar que las personas que amamos y que dejaron este plano no pueden así como así dejar de existir. ¡Nel! Es mucho el amor como para que la energía que éste genera se termine nomás porque sí, esa energía debe transformarse en vida, es aire, es cariño, es el motor que en ocasiones nos da consuelo, es el aroma que hace que nuestro cerebro se mueva y nos recuerde a quienes amamos y nos amaron.

O bueno, eso pienso yo, pero pos yo y mis mariguaneses.

Irremediablemente y por las propias celebraciones de vida termino pensando en las almas que vuelven a visitarnos el 28 (día de San Judas) y el 30 de octubre; las de aquellos que murieron de manera trágica y las ánimas solas, respectivamente.

Por lo mismo que estoy loca, los veo casi como iguales, porque muchos de los que han muerto de manera trágica están solitos, al menos mientras sus familias saben de sus paraderos, o hasta que sus madres, parejas, hermanos e hijos tengan una tumba a dónde ir a llevarles una flor.

Esas ánimas deben estar solitas, confundidas y tristes, con sus cuerpos esperando en congeladores, ocultas en parajes solitarios y clandestinos, en fragmentos; sí abandonados pero no por falta de interés y nunca nunca olvidados.

El Día de Muertos si bien, para los mexicanos, es una celebración, son festivales, son dulces, son bonos, canciones y baile; también es una oportunidad para recordar a quienes partieron antes y a quienes siguen esperando ser encontrados.

Honremos la fidelidad de nuestros difuntos y la mejor manera es con recuerdos gratos.

Dicen que no hay muerto malo, sí los hay pero también somos muchos los vivos que somos bien mierdas y aquí seguimos.

Salud por nuestros seres amados que trascendieron y que con el recuerdo, el amor, los olores, sabores y tonalidades siguen estando a nuestro lado.

Agradezcamos la visita de aquellos que regresaron, que sigan su camino y esperémoslos el próximo año con la mente y el corazón abiertos… por aquello de que el próximo año nosotros seamos la visita.