¿Cómo se mide o califica para decidir quién debe trabajar para mantener a los que no trabajan? Dicho en otras palabras, ¿cómo se decide que el que tiene más debe dar más para los que no tienen?
Hace unos días escuché con pesar la preocupación de unos entrañables amigos que no sabían cómo sortear con éxito para todos, las ya no tan nuevas disposiciones de la ley laboral que señalan que los trabajadores tienen derecho a un periodo vacacional de 28 días hábiles.
“Son muchos días y no podemos quedarnos sin personal suficiente por mucho tiempo”, me dijeron y explicaron que medidas como esa les afecta gravemente a pequeños empresarios como ellos que sólo disponen y pueden pagar pocos empleados –ellos tienen tres–, porque además de la ausencia de uno al que se le debe pagar tal cual si siguiera trabajando, en ocasiones hay que contratar a alguien que supla a quien está de vacaciones, en el mejor de los casos sólo un día, cuando el trabajo lo requiere.
Los trabajadores no entienden o no les importa las dificultades que pasamos los empleadores para sostener un pequeño o mediano negocio, “sólo exigen su pago a tiempo, sus vacaciones y todas las prestaciones que la ley les confiere”.
Y es verdad, yo también he sido empleada de alguien, asalariada pues, y como al resto de la humanidad que vende su fuerza de trabajo, talento y tiempo, espera su pago a tiempo y pocas veces me detuve –hay quienes nunca lo hacen– a pensar en todo lo que la empresa como tal paga vía tributaria por existir, por producir, por tener empleados, por seguro social, por todas las cosas que se inventa el gobierno para “exprimir” a quien trabaja o da empleo.
No fue sino hace muy poco que vi, padecí –sigo padeciendo– y sentí un poco de empatía con mis empleadores, los nuevos, porque fui testigo en primera fila de cómo decididamente “se aventaron” hacer un emprendimiento en el que invirtieron su patrimonio; de muy buena fe quisieron “ir por la derecha” y se dieron de alta en el SAT, en el IMSS y cumplieron con todos los requerimientos que se les exigían y tristemente esa fue su perdición.
El pago de impuestos federales, estatales, seguridad social, pagos por servicios y compras de insumos entre otras cosas, los ahogó hasta el cuello.
En contraparte conozco también la otra cara del empresario corrupto y vividor, porque fui empleada de otra persona, en igual giro: ha prosperado porque no paga impuestos, no da a sus trabajadores ninguna prestación, ni siquiera las más básicas como un día de descanso a la semana, ni pensar en vacaciones y paga salarios realmente deprimentes. Su empresa está bien, tiene más que mis actuales patrones, pero no contribuye “al engrandecimiento del país”, más que con dar empleo, aunque mal pagado a quienes trabajan para él.
La diferencia es grande, abismal me atrevo a decir, pero el ideal de MORENA, según explicó el diputado Ricardo Monreal en una intervención en tribuna, es consolidar “la sociedad igualitaria”, aplicando una reforma fiscal profunda para que los que más tienen den más, dijo que se “requiere un mayor esfuerzo de quien más tiene. Esa es nuestra filosofía: la progresividad fiscal”.
Traducido: el zacatecano anunció o más impuestos o aumento en los ya existentes para exprimir no precisamente a los que más tienen, sino a los más ilusos, honrados y cumplidos que sí se dan de alta en Hacienda.
Me suena a que las arcas del Gobierno están vacías, que ya no son suficientes los recortes presupuestales para seguir manteniendo las becas universales, pues recortar más es casi imposible, pero para quienes manejan las políticas públicas desde el poder, nada es imposible; veamos que los estados tienen menos dinero, al menos Zacatecas está en esa lista, al igual que sectores tan sensibles como salud o educación que cada vez dispone de menos recursos.
No hace falta ser un genio para llegar a la conclusión de que tanto requerimiento fiscal y aumento en las obligaciones patronales, lejos de incentivar la productividad de los que sí tienen para invertir y contribuir a la grandeza de México generando empleo –por ejemplo– tomen dos caminos: o se van a otros lugares donde puedan “respirar” para invertir o se van “por la libre”, es decir, evaden el fisco y sus obligaciones patronales en detrimento directo de los trabajadores.
En otras palabras, la verborrea que sale de la boca de los autodenominados mesías, se convierte en castigo para la clase trabajadora puesto que todos los logros que como gremio obtuvo en décadas, se vienen abajo como castillo de naipes; el espejito de vacaciones de 28 días que nos ofrecen nos podrían costar decenas de puestos de trabajo cuando las empresas se vean obligadas a cerrar, no por las vacaciones, sino por todas las imposiciones gubernamentales que tienen qué acatar, entonces… ¿de qué sirve tanta vacación?
La distribución igualitaria de la riqueza no ha funcionado en otras latitudes del mundo: cayó la URSS, echemos un vistazo a países como Cuba y Venezuela. Tal vez mi pensamiento capitalista de que tiene el que trabaja –dejando de lado otras formas nada decorosas de enriquecimiento– no sea del todo el correcto; pero creo que en lo que estaremos de acuerdo la mayoría es que sería un crimen arrebatar, disminuir o negar el fruto del trabajo de alguien dedicado, con talento o con disciplina para dárselo a quien no se esmera en nada.
Si hablamos de la distribución equitativa de la riqueza para llegar a la sociedad igualitaria de la filosofía de MORENA, por qué no empezamos y distribuimos la riqueza de Ricardo Monreal y la de todos los Monreal, que son un titipuchal los que viven del erario.