La celebración del Día de Muertos en nuestra cultura constituye, sin lugar a duda, una de las prácticas de mayor tradición y quizás una de las más representativas y emblemáticas de nuestro país.
Esta simbiosis producto de la mezcla de elementos de nuestros antepasados junto con los rasgos católicos hacen del Día de Muertos una celebración única que tiene como objetivo honrar la memoria de nuestros ancestros y al mismo tiempo refuerza la identidad mexicana.
Este día encarna un simbolismo que manifiesta de manera tácita la conexión entre los vivos y los muertos, al tiempo que refleja la visión de cómo es concebida la muerte en nuestra cultura.
En este día las familias con dedicación y cariño construyen altares que son decorados con ofrendas, incluyen fotografías, alimentos, flores de cempasúchil y velas, elementos que entrañan un significado profundo y de conexión con nuestros familiares y amigos que ya no se encuentran entre nosotros.
Las calaveras, a menudo representadas de manera colorida y festiva, nos recuerdan que la muerte es parte de la vida y que nuestros seres queridos continúan presentes en nuestra memoria.
El uso de elementos como el pan de muerto y el agua en las ofrendas simbolizan la vida y la continuidad de la existencia, mientras que el aroma del incienso y el sonido de las campanas crean un ambiente que invita a la reflexión y a los recuerdos.
Así, el Día de Muertos se convierte en un momento para celebrar la vida, honrar a los difuntos y fortalecer los lazos familiares y comunitarios, y por supuesto que nos invita a reflexionar sobre la vida, la muerte y el significado del recuerdo.
Es preciso señalar que el origen del Día de Muertos se remonta a las culturas mesoamericanas, entre ellas la mexica, maya, purépecha y totonaca, que ya desde entonces practicaban rituales dedicados a la muerte, mucho antes de la llegada de los españoles.
Para los mexicas, por ejemplo, la muerte no era el final de la existencia, sino el inicio de un viaje hacia diferentes destinos en función de cómo se había vivido. Esta celebración prehispánica se realizaba durante el noveno mes del calendario solar mexica, y duraba aproximadamente todo el mes de agosto en honor a la diosa Mictecacíhuatl, la «Señora de la Muerte».
Con la llegada de los españoles en el siglo XVI, estos rituales fueron sincretizados con las festividades católicas del Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos, que se celebran el 1 y 2 de noviembre, respectivamente.
Hoy en día, la festividad del Día de Muertos en México es reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por su importancia, valor universal, así como por el poder simbólico que representa. La tradición continúa evolucionando, combinando la solemnidad del pasado con las expresiones artísticas contemporáneas, lo que hace de esta celebración adquiera características de gran profundidad.
En Zacatecas, el Día de Muertos se vive de manera única, toda vez que nuestro territorio cuenta con una rica historia, marcada por el mestizaje cultural, y como en muchas otras partes de nuestro país, rinde homenaje a sus antepasados a través de altares decorados con flores de cempasúchil, calaveritas de azúcar, pan de muerto y ofrendas.
Así que en estos días dedicados a nuestros difuntos, cultivemos y mantengamos vivas nuestras tradiciones que son una muestra de admiración para otras culturas y orgullo de la nuestra.