Este año, apenas esta semana, se conmemoró el 31 aniversario de la inscripción y declaratoria del Centro Histórico de nuestra ciudad capital en la lista del Patrimonio Mundial como Ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), gracias a su riqueza material e inmaterial y la impronta en el legado cultural y valía universal para las presentes y futuras generaciones gracias a la magnificencia de su rica y vasta arquitectura, así como por su papel en la historia de México todo.
Actualmente nuestro país cuenta con 34 sitios indexados como Patrimonio Cultural de acuerdo con la UNESCO, de entre los cuales Zacatecas destaca entre ciudades como Morelia, Querétaro, Puebla, Oaxaca, Campeche, Ciudad de México y Guanajuato, por la tradición que encierra como piedra angular en la vida cultural del país gracias a sus vestigios como una de las ciudades más ricas en edificaciones virreinales en su Centro Histórico que a lo largo de más de cuatro siglos pervive como testimonio no sólo de la riqueza argentífera de sus entrañas sino por el movimiento cultural que desde entonces se gesta.
Por sus características, Zacatecas y particularmente su Catedral Basílica honrada a la Virgen de la Asunción y que por mucho es considerada una joya del barroco americano por la fastuosidad arquitectónica, rica en ornamenta y simbolismo espiritual, así como las principales calles de su histórico centro, características que constituyen una de las principales pautas para que el organismo internacional concediera el título de Ciudad Patrimonio Mundial de la Humanidad, pero aún más por el empeño que se ha puesto en su conservación y vocación como destino cultural que con los aportes a la cultura universal, han colocado a Zacatecas de entre las ciudades con mayor riqueza patrimonial histórica del mundo.
En esa labor, el Centro Histórico se ha mantenido como un espacio vivo y con una buena gama de actividades culturales y turísticas, que han permitido la sensibilización tanto gubernamental como de la sociedad civil para cuidar de la riqueza de su patrimonio, para cuidar celosamente su nombramiento, ha incluido tareas como la señalización con las placas de nomenclatura, emplacamiento de monumentos para conocer la historia de los mismos, así como la iluminación de los recintos más importantes que en el caso de nuestra ciudad son la catedral y otros templos así como de sus museos, casas y casonas que conforman el trazo urbano colonial.
Actualmente, como estado miembro de la Asociación Nacional de Ciudades Patrimonio, Zacatecas reelabora su plan de rescate y conservación de su Centro Histórico, esto por la valorización y acuerdo unánime de todas las instancias involucradas en estas tareas para no sólo la conservación y preservación, sino para el mantenimiento de dicho nombramiento en el concierto de países con este título, ya que, de acuerdo a datos de la UNESCO, México es el cuarto país en número de ciudades declaradas por esta instancia como patrimonio mundial, solo detrás de España, Italia y Alemania.
De entre estos sitios, la cuarta parte de las ciudades consideradas patrimonio mundial en el continente americano están orgullosamente en nuestro país, por ello la urgencia en su preservación y cuidado ante la responsabilidad con la humanidad, ya que para aquellos que se dejan sorprender por la grandeza de estas tierras, viajar por aquí representa no sólo un festín para los sentidos y el espíritu, en que sus paisajes se antojan plenos e infinitos, sino también la experiencia de sentirse parte de la vasta cultura universal que este país y estado han aportado para el mundo.
Con el nombramiento y la inscripción de Zacatecas como Ciudad Patrimonio Mundial de la Humanidad, se gestó de igual manera todo un proceso de revalorización del Centro Histórico en el que el imaginario social, así como en el plano institucional local, cobró mayor fuerza en el plano simbólico el sentido de apropiación e identidad, proceso de larga data que de igual forma originó el proyecto turístico cultural que de manera transexenal ha mutado en diversas maneras para la articulación de políticas públicas para la aplicación de recursos públicos estatales y federales, así como el concurso de la iniciativa privada que desde el histórico 1993 han dado cauce a estos esfuerzos que han mantenido vivo el patrimonio material, cultural e intangible del centro histórico, ello sin que a la par se gestará de acuerdo a lo que González (2014), señala como la mercantilización del patrimonio cultural y arquitectónico como soporte de toda la infraestructura e industria cultural de la entidad.
Es por ello que desde lo simbólico, la conservación, rehabilitación y valorización del Centro Histórico de Zacatecas, además de herramienta útil para la reactivación de la renta turística (Raygoza, 2020), ha constituido la preservación de los valores culturales de identidad local y nacional, además de sus referentes históricos al conservar los referentes e imaginarios propios que dan identidad a esta zona de México, a sus habitantes que coexisten entre el marco simbólico de la identidad mexicana posrevolucionaria, barroca, religiosa y particular de estas tierras en su participación en los procesos históricos, culturales, políticos y sociales del país.
Con el nombramiento hecho por la UNESCO, se apostó como en otras ciudades del país y que en temporalidades diferentes recibieron la distinción y compromiso de conservar sus centros históricos, se gestó de igual forma un movimiento de conservación y patrimonialización con el objetivo de salvaguardar el patrimonio arquitectónico mediante ordenamientos y legislaciones locales, nacionales internacionales con el reconocimiento de la UNESCO que ha implicado un desencadenamiento de actividades económicas y lucrativas basadas en el turismo y el consumo cultural que la propia protección del patrimonio cultural edificado (González y Villaseñor, 2014).
El turismo cultural como categoría analítica comienza a estudiarse a finales de los años setenta y más tarde en los noventa en pleno auge del libre mercado, cuando investigadores como Mckercher y Du Cros (2002) observaron cómo el fenómeno en el que los viajantes consumen destinos culturales para obtener un entendimiento más profundo de la cultura y del patrimonio del destino, consolidándose el estudio del turismo cultural como una actividad de mercado de masas de alto perfil, y que en el caso de Zacatecas cobra especial relevancia ya que el turismo cultural hoy por hoy constituye atracciones populares desarrolladas principalmente en el Centro Histórico, y que despliega una serie de ofertas como visitas a museos, festivales, entre otras muchas actividades que involucran la dimensión simbólica de la cultura.
Como producto rentable, el turismo cultural ha estado estrechamente vinculado con la apropiación y nueva valorización del patrimonio, y en cierta medida desde los discursos institucionales, esta simbiosis ha posibilitado que discursivamente y en la praxis, la actividad del turismo genere dinámicas económicas particulares, invertibles restauración y conservación del patrimonio, así como la activación y generación de empleos directos para los locales, como señalan autores como Almirón, Bertoncello y Troncoso (2006), en el sentido que el turismo cultural representa una estrategia privilegiada para la difusión, el acceso y el conocimiento del patrimonio, ya que -señalan- cumple con el objetivo de ponerlo a disposición de toda la sociedad, “se lo ve también como una fuente de recursos económicos indispensables para garantizar la protección y preservación de este patrimonio, frente a la permanente escasez para estos fines”.
En ese tenor, surgen también dimensiones críticas de ambas condiciones, patrimonio y turismo, ya que ha sido ampliamente estudiado y denunciado por los diferentes activismos a nivel local y nacional que el Centro Histórico de Zacatecas, padece severos procesos de gentrificación y exclusión o remplazó de la población local, puesto que a costa de la rentabilidad turística amparada en el atractivo cultural, la realidad es que poco se invierte en la preservación o rescate del inventario arquitectónico, imagen urbana entre otras tareas sustanciales que va en menoscabo de la calidad de la habitabilidad de los espacios y mucho mayor deterioro de los inmuebles indexados en la lista de Patrimonio Mundial, esto debido al incremento de la renta y plusvalía que generan las áreas conservadas, además del recambio de vivienda a comercios relacionados con restaurantes bares y aquellos relacionados con el ocio y el esparcimiento nocturno (Gorelik, 2004).
Aparejada a esta serie de problemáticas, autores como Gómez (2004) señalan que el auge de los centros históricos en materia de turismo cultural e intervenciones para su conservación en la paisajística e imagen urbana, trae consigo una serie de problemáticas que se intensifican en pugnas y conflictos entre diferentes grupos poblacionales y segmentos sociales que de manera recurrente y desde el activismo social se han manifestado en la creación de asociaciones en defensa del Centro Histórico en Zacatecas particularmente, en donde se pugna por la regulación de estos procesos de mercantilización y hacía un plan de manejo que aglutine un proyecto turístico planificado en el que se conjugue la actividad comercial, prestación de servicios y el consumo cultural del contexto local para no generar justamente lo contrario a lo que autores como Cebrián (2004) y Hernández (2009) describen como un efecto negativo en la identidad, la cultura y el patrimonio al alejar a los habitantes locales de su simbología identitaria y patrimonial, ya que contrario a ello, “la preservación de los valores del patrimonio depende de su democratización, esto es, de su deselitización, de su apropiación social, de su promoción como interés general, de la formulación de un proyecto colectivo y del fortalecimiento del sentido de ciudadanía, entre otros”(Carrión, 2003, p. 144).
La necesidad de mantener el espíritu e identidad de Zacatecas, de su Centro Histórico, radica que como ciudad patrimonio, sus orígenes, historia, presente y futuro es importante mantener, preservar y asegurar el patrimonio material, el legado urbano y la identidad que se plasma en esta región muy particular de México, ya que cuidar y preservar los edificios, y su objetivo de conservar las estructuras tradicionales de la ciudad histórica, sigue siendo una aspiración sujeta a un continuo compromiso de adaptación de acuerdo con Bandarin (2014), en tanto que señala que dicha conservación tendrá sentido: “mientras la ciudad histórica siga expresando unos valores que la sociedad aspira a preservar, valores que son guardianes de la identidad y la memoria colectivas, que ayudan a mantener un sentido de continuidad y tradición, por placer estético y como espectáculo” (Bandarin, 2014. p.11).
De ahí que, aunado a este carácter dual entre mercantilización, preservación y resguardo del patrimonio, y de la importancia de la preservación de la distinción que la UNESCO otorgó a Zacatecas en 1993, surge la necesidad de vincular estas categorías analíticas con la identidad, vista como el conjunto de prácticas sociales que nutre la producción simbólica verificada en el pasado y que siempre está en constante transformación.
Identidad que se amalgama con la cultura que es delimitada por las características específicas de esta región argentífera, que ha sido río prolífico de imagineras por poetas, pintores, músicos y artistas, todos que hablan de su grandeza, de su gente, de su patrimonio.
Hasta este punto, resulta imperativo encontrar vías de solución entre los procesos antes descritos y que pueden englobarse entre valorización-conservación y rentabilidad para pasar a un modelo alternativo que es ya aplicado en varias ciudades patrimonio alrededor del mundo, y es el conocido como el Derecho a la Ciudad, y que pugna por un equilibrio entre consumidores de bienes culturales y atractivos turísticos y los ciudadanos que habitan y cohabitan el Centro Histórico, y que tienen el derecho al disfrute de la ciudad por el simple hecho de poseer derechos ciudadanos sobre los criterios de urbe y del espacio público que es compartido.