El Día de los Derechos Humanos, celebrado cada 10 de diciembre, nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre el progreso alcanzado y los desafíos persistentes en la búsqueda de una sociedad más justa y equitativa. En este 2024, el tema central se enmarca en la conmemoración del 76º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un documento que sigue siendo una brújula ética para las naciones del mundo. Sin embargo, también es un llamado urgente a la acción en un contexto global de profundas desigualdades, crisis humanitarias y amenazas al estado de derecho.
Hoy, el panorama mundial es un mosaico de luces y sombras. Por un lado, celebramos avances significativos en la protección de los derechos fundamentales. En diversos países, movimientos sociales han logrado consolidar derechos en materia de igualdad de género, diversidad sexual y acceso a la justicia. La inteligencia artificial y otras tecnologías emergentes han abierto caminos para fortalecer la transparencia, la educación y la participación ciudadana.
Por otro lado, persisten serias preocupaciones. La guerra en Ucrania, los conflictos armados en África y Medio Oriente, y el aumento de regímenes autoritarios han desplazado a millones de personas, dejando a los derechos humanos como una asignatura pendiente. En América Latina, las cifras de violencia, pobreza y exclusión social son un recordatorio de que la justicia social sigue siendo un ideal lejano para muchos. México, por ejemplo, enfrenta retos significativos: desde las desapariciones forzadas y la violencia contra las mujeres hasta los ataques contra periodistas y defensores de derechos humanos.
En este contexto, surge una pregunta fundamental: ¿cómo revitalizar el compromiso global con los derechos humanos en un mundo cada vez más polarizado? La respuesta no es sencilla, pero comienza con el reconocimiento de que estos derechos no son meros ideales abstractos, sino condiciones esenciales para la dignidad humana.
Es crucial fortalecer las instituciones democráticas y los organismos internacionales, como la ONU y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que son pilares en la defensa de estos principios. Pero su eficacia depende de la voluntad política de los Estados y de la participación activa de la ciudadanía. Los derechos humanos no son responsabilidad exclusiva de los gobiernos; son también un terreno de acción para las organizaciones civiles, los medios de comunicación y cada individuo.
En el ámbito local, 2024 es un año crucial para México. El cambio de administración presidencial bajo Claudia Sheinbaum representa una oportunidad para renovar el compromiso con los derechos humanos. Esto implica no solo políticas públicas efectivas, sino también una transformación cultural que coloque a la dignidad humana en el centro de la vida nacional.
Este Día de los Derechos Humanos no debe ser solo una fecha conmemorativa, sino un punto de inflexión. Es un llamado a la solidaridad global y a la acción local, a la construcción de puentes en lugar de muros, y a la defensa inquebrantable de los principios universales que nos unen como humanidad.
Los derechos humanos no son una meta estática; son un proceso dinámico que requiere esfuerzo constante. En un mundo en transformación, recordar que “todos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos” es más urgente que nunca. Es nuestra responsabilidad colectiva asegurar que estas palabras no se queden en el papel, sino que se traduzcan en una realidad tangible para todos.