No sé si sea la naturaleza humana, una cuestión cultural o simple apatía, desinterés o desidia –procrastinación, le dicen ahora–, pero de pronto soy consciente de que muchos se quejan de todo, pero hacen poco o nada para solucionar esa situación incómoda o molesta, incluso nociva que provocan la queja.
Cierto, hay cosas que no cambiarán así nos pongamos de cabeza y otras que no están en nuestras manos modificar, pero la mayoría de las cosas que nos agobian ahora podrían tener un giro sorprendente si decidimos solucionarlas o al menos intentarlo.
Muy pocos tienen el valor de hacerse responsables de las consecuencias que trae enfrentar el proceso natural que conlleva la decisión de cambiar algo, puesto que en ocasiones esto nos lleva a enfrentamientos con personas con las que convivimos cotidianamente o implica cambios radicales en nuestra vida.
En las escuelas, por ejemplo, nadie quiere ser vocal o representante de grupo, mucho menos presidente de la mesa directiva, pues ambos cargos implican mucho trabajo, compromiso y responsabilidad civil y moral para desempeñarlos a cabalidad, para cambiar o mejorar una situación en sí.
Lo que sí ocurre, y puedo asegurar que en todas las escuelas, es que todos o la mayoría de padres de familia se quejan casi de todo: que si la cuota de padres de familia es alta; que no se ve o se sabe en que se gastó ese dinero; que si piden mucho dinero o material para esto o aquello, que si hay algún docente que evade su responsabilidad en las aula o bien, la queja la provoca algún abuso que parecería aislado, por ello nadie hace nada, hasta que es demasiado tarde.
Tristemente, ante panoramas como éste, casi nadie levanta la voz para dar luz a estas oscuras situaciones que la mayoría de las veces se quedan “encerradas” en los altos muros de las instituciones educativas, a pesar del enojo y en perjuicio directo de los alumnos, ¿en beneficio de quién? Casi siempre se sabe, pero nadie se atreve a denunciarlo por temor, por no saber dónde o cómo o sencillamente “por no meterse en líos”.
El cuento viene porque en la secundaria en la que estudia mi hijo, la Gral. Antonio Rosales, se gesta un desastre que pudiera desembocar en poco menos que tragedia si no se le atiende a tiempo. El asunto ya se puso sobre el escritorio de la directora Patricia Gómez Lara, ahora que la situación se ha salido de su control, hasta donde parece.
Antes de esta semana, nadie se había dado el tiempo para reportar, denunciar, pedir explicaciones o llevar el asunto ante autoridades comprometidas y competentes sobre el desempeño y actitud del profesor de Educación Física.
Desde primer grado, los padres de familia teníamos conocimiento de que el profesor Juan Ignaciono impartía su clase a cabalidad, que para él lo más importante desde hace años es la Banda de Guerra, tarea en la que sin lugar a dudas pone todo su empeño, pues la escuela ha obtenido primeros lugares en concursos interescolares, pero la Banda de Guerra es sólo una parte de sus obligaciones y descuida a la mayoría del alumnado, que no pertenece a la banda.
Lamentablemente nadie se quejó formalmente al respecto, aunque sí era tema en las juntas escolares, tal vez porque minimizamos la materia o por simple apatía.
Esta vez fueron los niños quienes dieron un ejemplo de civilidad, coherencia y responsabilidad contundente a padres y maestros y reportaron la falta de interés del “profe” para darles su clase; lamentablemente en la siguiente clase, quien se dice “docente” los llamó “chismosos”, los amenazó con bajarles puntos, les advirtió que les haría exámenes sobre temas que no ha dado o que están casi olvidados porque no son temas que se vean continuamente y, en represalia por haberlo dejado expuesto, los obligó a realizar una desordenada y exhaustiva serie de ejercicios físicos, sin calentamiento previo, de la que algunos jóvenes salieron lesionados, incluso hubo quien por tremendo esfuerzo al que fue sometido presentó vómito y mareos.
El “profesor” al ver a los muchachos descompuestos, sarcásticamente les dijo que eso les pasaba por no caminar; en la oficina de Trabajo Social “curaron” a los jóvenes con una pomada y se guardó ¿cómodo? silencio.
El “profesor” en cuestión tiene un oscuro y nada claro historial que muchos conocen, aunque la directora del plantel se empeñe en afirmar que es un hombre honorable y docente profesional, pese a sus antecedentes de haber embarazado a una adolescente, haber salido en no muy buenos términos del Centro de Educación Básica de Alto Rendimiento Escolar (CEBARE) y que misteriosamente desaparece de la escuela el material que se ganan los muchachos en cada concurso de bandas de guerra que ganan.
Se suma a su negro historial, una queja en su contra en la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Zacatecas (CDHEZ) como parte del expediente CDHEZ/0606/2024-Q, promovida el 18 de septiembre de 2024 por una agresión verbal a la que escribe, dentro del plantel, en presencia de la directora, maestros, padres de familia y visitantes y de la que tienen conocimiento sus superiores inmediatos y la mismísima secretaria de Educación, Maricarmen Salinas, pero nada ha pasado.
Ahora, en este caso hay varios padres de familia inconformes, sobre todo los padres de los alumnos lesionados, que están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias pues este hombre, sin ningún recato, amenaza, acosa y maltrata a nuestros hijos, quienes le temen, sobre todo aquellos que están en la banda por temor a que los saque de dicha agrupación con consecuencias funestas para ellos.
Por lo pronto, las madres de los alumnos afectados ya hablaron con la directora, quien negó estar al tanto de la situación –de ser verdad, entonces ¿quién sabe lo que ocurre dentro de la escuela que se supone ella dirige?– y defendió a capa y espada al “maestro” de Educación Física –¿qué intereses le mueven para defender lo indefendible? ¿Quién los protege a ambos para que actúen con total impunidad? El sindicato al que pertenecen, el 58 del SNTE, ¿solapa esta clase de irregularidades, abusos y atropellos contra la niñez?–.
La reunión de las madres con la directora terminó con el compromiso de la docente de que tomará cartas en el asunto.
Ojalá esta vez realmente autoridades educativas y sindicales pongan orden y remedio a esta aberrante situación y no esperen a lamentar una eventualidad que desborde todos los límites de la cordura, profesionalismo y buen trato a alumnos y padres de familia.
Si después de esta denuncia pública algo le pasa a mi hijo o a mi persona, hago responsables a las y los maestros involucrados en el caso.