Cuando era niña, mi madre decía que vivía en una burbuja con tanta ocurrencia que tenía: un día quería ser presentadora de noticias en televisión, otras actriz de telenovela, ingeniera –como mi papá–, reconocida escritora de novelas o prominente inventora, pues en mi mente creaba un teléfono que pudiera llevar en mi mochila de lona azul marino con estampados parisinos y dos palitos redondos como asa…
Imaginaba el teléfono de mi casa –de esos fijos, café claro, de disco y auricular unido con un resorte– con un cable tan largo que pudiera llevarlo en mi mochila a la escuela o a cualquier parte que fuera para poder hablar con mi mamá a cualquier hora y a en cualquier momento.
Me veía con mi uniforme de falda tableada azul marino, suéter del mismo color, blusa blanca, chaleco rojo y moño blanco con lunares rojos, caminando por la calle con un cable interminable atrás de mí que salía de mi mochila escolar.
Pasaron los años y algunos de mis muchos sueños de niña se hicieron realidad, aunque no tal y como los imaginé: aunque no desde la televisión, me desenvuelvo en el mundo de la información, no escribo novelas, pero me esfuerzo en redactar el diario acontecer, no fui ingeniera, pero me adentré en la arquitectura que cambié por la redacción y bueno, no inventé un teléfono que pudiera llevar a todos lados, pero sí llevo uno en mi bolso a todos lados que voy.
El teléfono móvil o celular es uno de los más grandes inventos del hombre, no el más importante tal vez, pero uno de los que han tenido mayor repercusión en la vida diaria de la gente, en general, pues es una herramienta que se ha convertido casi en una extensión de nuestro cuerpo que acorta distancias principalmente, al permitirnos estar en constante comunicación con quien queremos, es una ventana al mundo con inernet, es una cámara fotográfica, calculadora, agenda, libreta de notas, central de correo, lámpara… etc, pero también un gran distractor si no lo sabemos usar correctamente.
Se estima que en México, al primer trimestre de 2025 al menos 157.8 millones de personas tienen un teléfono celular, según The Competitive Inteligence Unit –empresa que trabaja en análisis de mercado, oportunidad de negocios e impacto de la regulación en telecomunicaciones– tendencia que va en aumento conforme pasan los años –en 2023, el 81.4% de la población mexicana mayor de 6 años ya tenía un smartphone–.
Independientemente de la empresa que preste el servicio, la telefonía celular es la tecnología más extendida y usada en México y tal vez en el mundo; en el país, los adultos jóvenes de entre 18 a 24 años, pasan al menos 5.9 horas al día en el teléfono.
En 2023, el gobierno de México reportó que 97.2 millones compatriotas tienen un teléfono celular; cálculos de empresas mundiales de estadísticas coinciden que actualmente en el orbe, el 75% de la población tiene un teléfono.
El teléfono celular, pues, es una herramienta que nos ha facilitado la vida en muchos sentidos, pero, también representa un grave problema en muchos contextos tanto en la vida personal como pública: su uso casi ilimitado provoca severas lesiones en las manos, la vista y las cervicales por la postura con la que se usa; algunos estudiosos del tema consideran que se ha convertido en una especie de “droga” que se come no sólo el tiempo, sino la inteligencia y la vida social de la gente, tanto que los aleja de las cosas, situaciones y personas importantes de la vida tanto en la vida privada como laboral.
Por ello en muchas escuelas, sobre todo las de educación básica, se prohíbe llevarlos so pena de recogerlos para evitar que los estudiantes enfoquen su atención en otras cosas que no sean sus lecciones, en algunos centros de trabajo también prohíben su uso en horario laboral y algunas familias evitan interactuar con el aparato mientras conviven personalmente.
Lo realmente preocupante respecto a su mal uso es que no todos comprendemos lo malo que es tenerlo entre las manos cuando no debemos, como en el trabajo o la escuela, aunque ciertamente puede ser fuente de información, pero no siempre fidedigna u oportuna, en algunos casos es severamente cuestionable utilizarlo como en el caso de la diputada Susana Barragán, quien recientemente fue exhibida revisando las últimas tendencias de la moda en pleno informe del fiscal Cristian Camacho Osnaya, realmente lamentable, pues Zacatecas es un estado que necesita el compromiso, la atención y trabajo de todos, sobre todo de quienes están obligados a actuar activamente para garantizar el bienestar del pueblo.
Ojalá haya al menos una disculpa, no sólo para el fiscal, sino para el pueblo en general, porque una explicación sobra ante hechos tan contundentes y cuestionables, no se puede defender lo indefendible.
Hago votos por que no se vete el uso de esta herramienta a reporteros y público en general en el recinto legislativo –para evitar evidenciar a los diputados– y que no se le niegue el ingreso al buen Mario Padilla que, haciendo su labor, descubrió en qué enfoca su atención la legisladora que hace apenas unos días presentó una iniciativa con la que busca ampliar la tipificación de la violencia digital… ¿cómo aplicaría en este caso? ¿Sería descaradamente una mordaza para que no se divulguen este tipo de verdades?
