Luna Nueva: Comparaciones

Hace tiempo, en mi bella época de mocedades, amanecimos un día con la noticia de un trágico evento ocurrido muy cerca de casa de mis padres: ¡habían prendido fuego al carro de un vecino!

Según los rumores que prevalecieron en esos ayeres –en los que ni siquiera era imaginable el nivel de maldad del podía ser capaz el ser humano y menos que seríamos presa de ésta–, se trató de una diablura de un grupo de mozalbetes desorientados por la misma inestabilidad que caracteriza a la adolescencia mal orientada, que desquitó un enojo de esta terrible manera.

Sin entrar en detalles de los por qué y qué ocurrió durante y después del desafortunado hecho, porque a nadie nos interesa –menos ahora que han pasado ya varios lustros y pudiera ser un asunto olvidado para la mayoría– sólo diré que las llamas consumieron al auto, sin estruendos ni explosiones.

No era un vehículo abandonado; estaba en uso, es decir, tenía gasolina, aceite y una batería eléctrica que funcionaba, si no al 100, sí lo justo para dar movilidad al coche.

Dicen que para prender las llamas, los muchachos le rociaron gasolina al carro y luego le aventaron un cerillo encendido. Suficiente para terminar con parte del patrimonio de una buena familia.

El fuego consumió todo lo que halló a su paso, asientos, plásticos, tela… sin dar tregua ni esperanza a su propietario que una vez alertado intentó sofocar las llamas a cubetazos de agua; la verdad no recuerdo si fueron los bomberos y movimiento de corporaciones; el incendio ocurrió entrada la noche, pero no recuerdo un estallido ni que alguien hablara de éste en esos días.

Del auto sólo quedó el cascarón “humeado”, decía mi mamá con cierto pesar al pensar que el dueño lo había comprado con quien sabe cuántos sacrificios o privaciones para ir y venir a su trabajo y atender las necesidades de su familia.

Han pasado muchos años ya, pero me ha sido casi imposible no comparar un incendio con otro. El terrible sinestro ocurrido décadas atrás se registró cuando mucho a una cuadra de donde yo estaba y no oímos nada, nos enteramos hasta el día siguiente. El incendio que lamentablemente acaba de ocurrir este domingo, también de un auto, causó un gran estruendo que pude escuchar aunque vivo mucho más lejos, a kilómetros pues.

De verdad deseo que esta vez las autoridades no mientan y que los directamente perjudicados estén a salvo, porque es casi imposible no comparar este lamentable “accidente” con otros parecidos en otros puntos del país.

Tampoco puedo evitar comparar las desafortunadas declaraciones oficiales que minimizan todo, ocultan información e insultan la inteligencia de muchos qué sí saben que para que un auto explote debe haber condiciones muy precisas, porque no necesariamente explota un automotor que se incendia.

Tal vez quienes informan creen que todos pensamos que como en las películas, cuando un auto se desploma a un barranco, apenas toca tierra y explota, o como en la zaga de Rápidos y Furiosos, en la que hermosos automóviles estallan con suma facilidad, por lo que asumimos que es muy sencillo hacer que un carro explote, igual que en el cine.

Tampoco puedo evitar comparar la rapidez con que gobierno explicó la causa de este incendio y explosión, igual que con el tristemente célebre “tanque de gas” que estalló afuera del estadio durante un concierto masivo en septiembre pasado. Yo estuve ahí, y salí por donde se suponía estaba el tanque de gas, y no, no había nada de puesto ni antes ni después del concierto.

Es por la suma de todos estos detalles que, al menos yo, no creo todo lo que nos quieren hacer creer desde el Poder y dudo de todo, porque ya han mentido con sumo descaro y desfachatez no una, sino muchas veces y porque sus discursos son muy cuestionables, endebles y casi risibles.

Ojalá que después de una verdadera, exhaustiva y detallada investigación las autoridades encuentren y den una explicación lógica, que no nos mientan, que se castigue a quien lo provocó, que se apoye a los empresarios que dan empleo y un espacio de esparcimiento a quienes viven en esta ciudad y que hagan realidad su tan trillada frase de que Zacatecas es una ciudad segura, porque no por mucho repetir una mentira, se convierte en verdad, a lo mucho se la cree quien la dice insistentemente.

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