Desde hace aproximadamente un año, el conflicto en Gaza ha llamado la atención de la población mundial por su continuo ataque, desde el número de edificios, bases, áreas destruidas, así como la cantidad de afectados, desaparecidos y personas fallecidas que se tienen como resultado de los ataques. No es lo único que preocupa a los especialistas, también la crisis ambiental que vive actualmente.
Gaza ha sido sometida a tres guerras devastadoras durante la última década, la más reciente comenzó en el 2023, acompañada de contaminación, degradación ambiental y la privación de los derechos básicos a sus ciudadanos.
Se ha señalado que Israel contaminó los territorios ocupados, en especial en Gaza, donde ha sido destruido el 90% de las viviendas y se han arrojado más de mil toneladas de explosivos que contaminaron el suelo, aire y agua.
En el informe anual del 2024, las autoridades del lugar resaltaron que la campaña contra Gaza destruyó 684 pozos de agua, incluidos 365 utilizados para el consumo humano, lo cual agravó la crisis de este líquido en el país.
A esto se sumaron los daños a casi 15 mil 700 hectáreas de tierras agrícolas y la acumulación de más de 45 millones de tonelada de escombros y desechos en todo el territorio.
En varias ocasiones el Programa de las Naciones Unidad para el Medio Ambiente mencionó la situación en Gaza y advirtió que la población no sólo tiene que hacer frente a los indecibles sufrimientos de la guerra en curso, sino también frente a los importantes y crecientes daños ambientales, pues se corre el riesgo de encerrar a su población en una dolorosa y larga recuperación.
Actualmente se viven ya las consecuencias medioambientales: el agua y el saneamiento han colapsado, las zonas costeras, el suelo y los ecosistemas se han visto gravemente afectados, todo esto ha afectado la salud de las personas.
El conflicto deshace avances recientes, aunque limitados, en los sistemas de gestión medioambiental de Gaza, como el desarrollo de instalaciones de desalinización de agua y tratamiento de aguas residuales, el rápido crecimiento de la energía solar y las inversiones en la restauración del humeral de Wadi Gaza.
Se calcula que el conflicto ha generado 39 millones de toneladas de escombros; por cada metro cuadrado hay ahora más de 107 Kg de escombro, esta cantidad es más de cinco veces superior a la generada por el conflicto del 2017 en Irak. Los escombros plantean riesgos para la salud humana y el medio ambiente, por el polvo, la contaminación con artefactos explosivos sin detonar, residuos industriales y médicos.
Los sistemas de abastecimiento de agua, saneamiento e higiene están casi totalmente destruidos, las cinco plantas de aguas residuales han cerrado, y estas contaminan las playas, el suelo y el agua dulce con muchos patógenos, nutrientes, microplásticos y sustancias químicas peligrosas, esto supone una amenaza inmediata y a largo plazo para la salud.
El sistema de gestión de residuos sólidos está gravemente dañado, cinco de las seis instalaciones de gestión de residuos sólidos están afectadas, el año pasado se acumulaban diariamente 1,200 toneladas de basura cerca de los campamentos y refugios. La escasez de gas para cocinar ha obligado a las familias a quemar madera, plástico y residuos, poniendo en peligro a mujeres y niños.
En algunas zonas se han desplegado municiones que contienen metales pesados y sustancias químicas explosivas, contaminando el suelo y las fuentes de agua. Se prevé que la destrucción de los paneles solares deje escapar plomo y otros metales pesados, lo que supondrá un nuevo tipo de riesgo para el suelo y agua.
Los expertos concluyen que resolver estos problemas es fundamental para la salud de su población y debe integrarse en los planes de recuperación y reconstrucción un análisis medio ambiental que incluya la evaluación de la contaminación por municiones, debe ser parte integrante de la planificación de reconstrucción del lugar, tan pronto como las condiciones de seguridad permitan y el acceso del PNUMA pueda llevar una evaluación sobre el terreno, se podrá generar un plan de remediación en conjunto con la comunidad.
Recordemos que la contaminación no tiene frontera y lo que afecta de manera local termina afectando de manera global. Estemos atentos a los efectos que se presentaran en el cambio climático y calentamiento global.
