El hipster y la bohemia posmoderna

Por: Esther Consuegra

Hacia una sociología del hipster y otras linduras del mainstream.

En un mundo enfermo y triste el uso del concepto posmoderno como adjetivo, sustantivo y verbo es el comodín perfecto para encapsular todas nuestras angustias, dudas y definiciones en torno a lo social y al componente cultural de la identidad que actualmente se debate y se configura ansiosamente como la necesidad de pertenecer y desmarcarse de todo lo convencionalmente impuesto, para que justo en ese nicho surja el hipster y todas las posibles acepciones en su definición y aplicaciones prácticas.

La posmodernidad y sus fetiches nos alcanzan en la conceptualización de lo que se palpa, lo mismo en las grandes urbes que en la cotidianidad de la cómoda provincia, y es que la irrupción del hipster atrae o genera la repulsa de muchos que ven en esta subcultura emergente un intento fallido, casi adolescente, de los jóvenes treintañeros que ansían y revaloran el pensamiento independiente, y que políticamente progresistas gustan de todo aquello relacionado con la contra-cultura y lo alternativo.

Desde su concepción y uso, el término fue acuñado en los lejanos 40 por Paul Douglas en su libro Rise of a Jazz Art World en el que da cuenta de los años maravilloso del jazz, sus intérpretes y seguidores a quienes comenzó a llamarles hipsters o personas que gustan del hot jazz, pero más allá de la escena musical, lo hipster se monta en el viaje psicodélico de los 60 y toma como referente el movimiento hippie y sus banderas libertarias, veganas y amorosas para mutar en una tendencia silenciosa que, más allá de lo ideológico se ha instalado como un estilo de vida de muchos jóvenes con mostacho, lentes de pasta de preferencia sin graduar, barba y pequeños sombreros de yute y estilo apolilladamente cool.

Y es que el estadounidense Mark Greif, en su sociología sobre el hipster, sitúa el término en un marco socioeconómico fundamentado en la tendencia a la pequeña burguesía de una generación joven, insegura de su futuro y estatus social. Es conocido como moderno aquel que se identifique con sus ideologías de origen bohemio y sus vestimentas desarrapadas. La moda cultural es indicativa de una estructura social con una intensificada ansiedad económica y una disminuida movilidad de clase.

En este juego que todas y todos jugamos desde las representaciones, y la puesta en escena de lo social, lo hipster es un buen asidero para todos aquellos que viven con la añoranza hippie de sus padres y que van de la mano con las nuevas tecnologías para socializarlo, además de estas construcciones discursivas que confluyen con la cultura, el aparente rechazo a lo establecido y el consumismo como orden mundial y un desprendimiento material que intenta por todos los medios la autoafirmación de ser diferentes en la relación con la otredad.

Las tribulaciones del hipster encuentran como asideros todas las adjetivaciones en torno a su vestimenta y la personalidad, acompasada con la moda retro o vintage como signo distintivo y que se combina con toques de prendas modernas conservadoras en una eterna negación o lucha del pasado con el presente, donde unas gafas de pasta y el aspecto desaliñado evocan aires de bohemia e intelectualidad, además de una alta sofisticación en sus gustos musicales y literarios, aunque todo sea parte de la farsa y del juego de la simulación que a todos nos gusta jugar en esta sociedad del espectáculo.

Por ello, esta subcultura emergente como las otras que desfilan ya en el anecdotario de lo visual y de la moda, encuentra junto con los otros ítems culturales el germen propicio para consolidar los objetos que ayudan a la construcción de la personalidad tan ansiada y difusa como el mismo contexto social y cultural que se nos ofrece actualmente, y es también el anhelo de ese reencuentro con los orígenes, las culturas populares y todo lo que fue bueno, pero que sufre anacrónicamente por esa nostalgia moderna.

En ese contexto surgen preguntas claves para identificar o identificarse como hipster: ¿Usas ropa vintage y gafas de pasta? ¿Te apasiona Sigur Rós y Murakami? ¿No te  separas de tu bicicleta? ¿Te obsesiona la popularidad en las redes sociales y solo usas Mac? Si es así, según un manual publicado en México, eres hipster aunque lo niegues. Todas estas preguntas y sus respuestas se recogen en “Hipsters, un manual ilustrado”, libro del mexicano Jorge Pinto, que arroja luz sobre esta subcultura que nos invita a pensar en esta tan polémica forma de asumirse y andar por la vida lo mismo negando ser uno de ellos que autoproclamándose como tal.

En el mundo del meme, como caricaturización y catarsis de la ironía colectiva reprimida, no es extraño encontrar en las redes sociales breviarios sobre los 10 puntos para saber si eres uno de estos seres, o breves manuales sobre cómo engañar a uno, y que sobre todo ironizan sobre el hueco ideológico y poco politizado de este sustrato pensante o no, dado que su  carácter rebelde se inserta desde una cultura alternativa dentro de la misma cultura del consumo, idea contradictoria que atrae y genera aversión de muchos que irónicamente le guiñan el ojo al mainstream y a lo hipster.