Por: Heraclio Castillo
¿Cuál es la fórmula para ganar una elección? Primero, ser candidato. Ya después vendrá cada escenario y de ahí se podría determinar la estrategia más conveniente para cada aspirante. La vida pública, política, se mueve siempre por los mismos factores y al menos en las últimas dos décadas han sufrido un desgaste que va cambiando los escenarios.
Muchos son los nombres que suenan para el próximo proceso electoral y eso que aún faltan los procesos internos de cada partido, algunos con más fracturas que otros, pero que dejan entrever prácticas recurrentes (independientemente del instituto político) que, como ha demostrado la historia, han llevado a la crisis de los partidos.
Ante tales circunstancias, ¿qué pesará más en la próxima elección: el candidato o el partido? Las coyunturas recientes parecen indicar que, al menos en el caso de MORENA, pesará más el partido que el candidato (a pesar de lo que represente cada candidato), mientras que en el resto de los partidos, tendrá mayor peso el candidato a impulsar por determinada fórmula. Y así lo demuestran las diferentes encuestas realizadas para ir calentando motores rumbo al proceso electoral en puerta.
¿Qué candidatos podríamos esperar? En general hay cuatro tipologías esperadas: los mismos de siempre, las caras nuevas, los indeseables y los desconocidos. ¿Quién tendría mayores posibilidades de ganar una elección? Se podría pensar que las mismas encuestas nos darán esta respuesta, aunque no siempre son de fiar, pues influyen muchos factores (incluyendo el llamado “Día D”) que modifican cada escenario.
Para el caso de Zacatecas, cada vez serán más frecuentes las noticias donde determinados actores o grupos se suman al proyecto de tal o cual aspirante. Pasa en todos los procesos y es una práctica constante para demostrar (?) eso que llaman “músculo político”, a pesar de que esta práctica se aleja del convencimiento ideológico, genuino, de las masas.
La percepción juega un papel importante en los escenarios. Aquí influyen desde la aparición en medios de comunicación (sí, hasta en eso que llaman “la nota rosa” o de sociales), las menciones entre líderes de opinión inclinando la balanza hacia tal o cual figura, la comunicación virtual de cada aspirante (hasta la más cursi y chocante), la frecuencia con la que acaparan la agenda mediática con temas de coyuntura (y no solo por aparecer) e incluso hasta las denominadas “campañas negras” (que a menudo juegan a favor del candidato víctima de tales ataques).
Y el factor sorpresa siempre puede esperarse, aunque en política no hay sorpresas, hay sorprendidos. En la rebatinga entre dos o más grupos por ganar una posición, siempre puede haber un tercero que calladito salga con la ventaja al final de la carrera.
La democracia del “menos peor”, lamentablemente, es una realidad que aún debemos enfrentar y que representa una dura crítica para los partidos políticos y los diferentes actores que aspiran a algún cargo. ¿Por qué perdió José Eulogio Bonilla en el 2004? ¿Por qué perdió Antonio Mejía Haro en el 2010? ¿Por qué perdió David Monreal en el 2016?
Con el proceso electoral 2020-2021 en puerta, y analizando los factores más determinantes, se prevén al menos tres escenarios en lo inmediato: el primero, un movimiento de piezas (y tableros) que implicará hasta el cambio de colores de figuras de gran peso; el segundo, un aumento en la proporción de votantes indecisos en las mediciones de las casas encuestadoras; y el tercero, la aparición de nuevos nombres en las mediciones.
En los tres escenarios, las mujeres son las menos favorecidas. Aún es tiempo de involucrarlas en la vida pública y política del estado.