Por: Lucía Dinorah Bañuelos
La mañana era fresca tras los aguaceros que habían caído el lunes por la tarde; el azul del cielo se había tornado gris, tal vez como los pensamientos y sentimientos de un hombre de 73 años que esperaba resguardado en un auto afuera del área de Urgencias del ISSSTE.
En menos de una hora llegaron tres carrozas, de diferentes funerarias, a recoger cadáveres. Eran las 9:30 de la mañana de este martes.
Afuera del hospital estaban los deudos en espera de que la persona elegida entre ellos mismos hiciera todos los trámites para reclamar el cuerpo sin vida de su familiar y pasara el doloroso trance de identificar el cadáver. El engorroso y doloroso trámite no lo terminaron en el orden que fueron llegando.
Hasta las 10 de la mañana solo dos de las carrozas habían partido a su destino.
Del carro fúnebre que esperaba el hombre de cabello blanco plateado, manos duras y mirada triste y desolada, bajaron cuatro empleados trajeados y en plena calle, antes de entrar al área de estacionamiento de Urgencias, se equiparon con overoles blancos, con gorro puesto, guantes, cubreboca y careta.
Los minutos pasaban lastimosamente para los deudos que esperaban que entregaran el cadáver de ese padre que había perdido la batalla 23 horas antes, en cuya acta de defunción dice que fue una falla respiratoria, derivada de COVID-19, la que le arrancó la vida.
De acuerdo con el reporte de la Secretaría de Salud de Zacatecas, este lunes 17 de agosto 10 personas fallecieron a causa del COVID-19, de esos 10 pacientes uno fue un hombre alegre, activo y responsable que recién había cumplido 82 años y que dejó en la orfandad a su esposa, siete hijos y muchos nietos y bisnietos, porque siempre fue el pilar de su familia y… a un hermano, con el que convivió como padre en la juventud de uno y la infancia del otro.
Los hermanos se amaron como solo los hermanos sabenamarse y compartieron –hasta hace unas tres semanas– sus alegrías, preocupaciones y tristezas, no se veían todos los días, pero rompieron las barreras de la distancia, las ocupaciones cotidianas y hasta las del confinamiento con una, casi obligada, llamada diaria, a las 8 de la noche.
Debido al diagnóstico que le mantuvo aislado casi tres semanas, ya nadie lo pudo ver, solo los más allegados que vivían con él.
Su hermano menor ya no lo vio en meses, desde marzo que inició el confinamiento; no pudo verlo en su convalecencia ni despedirlo como tradicionalmente se hace, ni siquiera pudo abrazar a su cuñada –la viuda– ni a los sobrinos y nadie puede abrazarlo a él para darle consuelo ante tremendo dolor.
No hubo velorio ni misa ni reunión con los familiares…
Así de cruel y despiadado es este virus que en Zacatecas ha arrancado la vida a 436 personas desde que se declaró la pandemia dejando una estela de dolor, vacío y muerte y a pesar del sufrimiento que flagela a decenas de familias, inexplicablemente a toda lógica y sentido común mucha gente hace su vida como si no pasara nada, no usan cubreboca, no respetan la sana distancia, asiste a reuniones en las que hay mucha gente y sigue pensando que es una artimaña del gobierno para controlarnos.
El hombre de esta historia estuvo los últimos meses de su vida encerrado, lavó sus manos más de lo que probablemente imaginó lavarlas en tan poco tiempo, usó prácticamente ríos de gel antibacterial, nadie entraba a su casa más que una persona que les llevaba víveres y que para entrar, antes se quitaba los zapatos, se lavaba las manos, se cubría la ropa y lavaba las latas, paquetes y frutas y verduras que llevaba, entonces… ¿de dónde vino el contagio? Ya es lo de menos. Resulta inútil indagar de quién fue el descuido.
Las estadísticas de las autoridades de Salud de Zacatecas dan cuenta que desde que fue declarada la pandemia se han registrado 5 mil 298 pruebas negativas, a la fecha hay 63 casos sospechosos, se han contado 4 mil 168 casos positivos, hay mil 952 casos activos, han fallecido 436 pacientes y mil 780 se han recuperado.
Para alguien que ha perdido a un familiar en estas circunstancias esta información es más que estadísticas.
“La muerte de mi papá duele, pero duele más la forma en que murió, sufrió mucho, no podía respirar. La muerte la entendemos, la aceptamos, pero no el sufrimiento…”.
Un abrazo cordial, fraterno y amoroso a todos a quienes el COVID-19 ha dejando en la orfandad.