Por: Heraclio Castillo
Hay actos simbólicos para “dejar ir”. Ignoro en qué momento de la historia surgieron los primeros rituales para despedir a los muertos. Intuyo que fue en un periodo simultáneo a las primeras pinturas en las cavernas, cuando la humanidad ya tenía conciencia de sí misma y comenzaba a proyectar de diferentes formas ese paisaje interior en torno a sus impresiones sobre el mundo.
Hay tres momentos que vienen a mi mente cuando pienso en el ritual del funeral. El primero me remite invariablemente a la antigüedad, cuando griegos, romanos y egipcios llevaban a cabo ceremonias para despedir a los muertos, cada una de acuerdo a su visión de mundo.
Mientras en Grecia se construían piras funerarias para incinerar los cuerpos, en Roma había panteones especiales donde se depositaban dichos cuerpos y en Egipto se hacían rituales ceremoniales para momificar los cuerpos y conservarlos para la posteridad, rituales que incluían la disección y extracción de órganos, así como el embalsamamiento a partir de aceites fabricados especialmente para la conservación de los tejidos que serían encapsulados en una especie de caja bien sellada.
Resulta curioso que en las tres culturas, independientemente del método que utilizaran para un funeral, si se trataba de un personaje destacado por sus hazañas o su linaje, sus restos reposarían en enormes construcciones a la altura de su renombre. De ahí surgieron los mausoleos, tumbas monumentales y pirámides.
Parte de estos rituales fue retomado durante la Edad Media y en siglos posteriores, con pompas fúnebres que rendían homenaje a los personajes fallecidos, velados en enormes catedrales con rituales majestuosos (algunos a gran escala), para después depositar los restos en tumbas muy elaboradas que incluían una efigie de la persona sepultada (por lo regular, en espacios que habían sido santificados por una institución religiosa).
Lo que ha sido el último siglo, los funerales se han vuelto más sencillos en muchos casos. Bajaron al común de la población con rituales ya establecidos, incluso con un manual en cada religión, y existe la opción de enterrar los cuerpos o incinerarlos (¿les recuerda a alguna cultura?). También se han desarrollado cápsulas para enterrar los cuerpos y que estos se conviertan en hermosos pirules que no sirven ni para arder ni para hacer llorar.
Y sin embargo, esta pandemia por el COVID-19 también vino a cambiar esos rituales fúnebres con los que despedimos a nuestros seres queridos. Ya las autoridades sanitarias han dispuesto que en los funerales y entierros debe haber el mínimo de personas para evitar nuevos contagios y eso también limita el procesamiento de lo que conocemos como “dejar ir”.
Esta pandemia también nos ha quitado el “privilegio” de llorar a nuestros muertos en su tumba para verlos partir. Incluso en quienes se encuentran hospitalizados con el alma en un hilo, esta angustia se vuelve más cruel desde el momento en el que no se sabe si se volverán a encontrar los ojos de nuestros familiares y ese dolor se ha vuelto cada vez más habitual conforme crecen las estadísticas de contagios.
A veces me he puesto a pensar sobre mi propia muerte, incluso en tiempos de pandemia. Para una persona sola (que abundan cada vez más en el mundo actual), a pesar de la ilusión de tener quién cierre nuestros ojos en el lecho de muerte, no hay mucha expectativa.
Cuando suceda lo que ha de suceder, cuando suceda, tal vez mi cadáver repose en el sitio donde perdió la vida y ahí se conservará y seguirá su proceso de putrefacción hasta que alguien lo encuentre. Tal vez nadie llore mi muerte y quien pudo hacerlo hace mucho que partió de este mundo.
Hola, Heraclio. Es cierto lo q dices. Pero tmbn siento q SI hay piramedes q aun construimos… en nuerstros corazones (de un ser muuuy querido) y permanecen por años allí. Y de que tal vez nadie llore por tu muerte, pues no lo creo. Siempre habrá ALGUIEN en este mundo q lo hará. Si yo aun estoy viva, sobretodo tu madre e hermana …..ya somos tres. Cada ser humano deja una huella …. Y tu si has dejado huellas en muchas personas.Que importa un piramede o ser incenerado para un cuerpo… Lo q dejas mientras tu corazon late es lo valioso. Y poder soltar y decir ADIOS a un ser querido si q es una bendicion. Tqm
Gracias Heraclio, muy buen artìculo y muy cierto ahora en los tiempos de pandemia. Acabo de pasar por ese proceso con el fallecimiento de mi madre. Afortunadamente no fue por COVID y pudimos despedirla en su casa, sin embargo los servicios funerarios fueron muy limitados. Pero definitivamente creo que es muy importante despedir a nuestros seres queridos, llorarles, rezarles, esto es bueno para uno y tambien para ellos.