Por: Lucía Dinorah Bañuelos
Después de 36 años de trabajar para el gobierno federal, mi padre se jubiló. Es ingeniero topógrafo y participó en la construcción o levantamiento topográfico de al menos una decena de presas en Zacatecas.
Aunque ya no ejerce como ingeniero en campo, aún lo buscan sus colegas para consultarle respecto a algún proyecto en el que trabajen o estudiantes que desean ir más allá del moderno modelo escolar en el que las computadoras tienen un lugar preponderante, pues él se formó en la vieja escuela, cuando todavía había qué consultar en grandes tablas de números casi milimétricos los senos y cosenos, hacía los trazos a mano con tinta china en papel albanene y caminaba largas distancias para medir los relieves u hondonadas de grandes terrenos con estadal en mano y teodolito o tránsito.
Cuando las primeras calculadoras hicieron su aparición, él compró una Cassio la cual le facilitaba mucho los cálculos, aunque después de hacerlos en el aparato, los checaba en sus cuadernillos para estar seguro de que la cifra checara. Así estuvo hasta que se convenció de que la novedosa invención calculaba sin error.
Es una enciclopedia viviente, con muchas anécdotas guardadas de cuando trabajó por ejemplo en la presa de San Antonio de Padua, Valparaíso; la de El Tesorero, entre Jerez y Fresnillo; en varios embalses de Villanueva como el de El Jagüey, Chicomostoc y Tenango, fue ahí, en Villanueva, donde conoció a mi madre. También participó en levantamientos topográficos en todo el estado.
Sin pensar siquiera que ese empleo le daría tranquilidad en su futuro, en 1962 fue a pedir trabajo a las cuadrillas de topografía que salían de una oficina de Plaza de Armas, pero empezó a trabajar formalmente hasta 1964 haciendo hoyancos a pico y pala para barrenar terrenos, codo a codo con barreteros forjados en la brega de las minas; aún no era topógrafo.
En ese año aún no había topógrafos en Zacatecas, según cuenta, tuvieron que traer profesionistas de San Luis Potosí para iniciar las grandes obras.
Aunque ya tiene achaques propios de su edad (en mayo cumplió 73 años) en reiteradas ocasiones expresa su gratitud porque tiene la fortuna de poder cobrar su jubilación y más ahora con la pandemia del COVID-19, cuando con tristeza ve que muchos “de su camada”, como él dice, no tienen qué comer ni seguridad social ni fuerza para seguir trabajando. Muchos fallecieron sin la tranquilidad que da tener una jubilación.
Yo también, con el favor de Dios, podré jubilarme en unos años. Soy la última generación que lo podrá hacer con la ley de 1973, mis hijos ya no; ellos tendrán que administrar inteligentemente sus bienes para garantizarse una vejez sin tanto sobresalto con las nuevas disposiciones legales.
Las pensiones y jubilaciones son un tema delicado que no debe tomarse a la ligera, pues de lo que nuestros gobernantes y legisladores hagan hoy depende de cómo viviremos el ocaso de nuestras vidas, sumado a cómo los jóvenes planeen su futuro.
Sin embargo, el vigor de la juventud encausa sus acciones y planes a lo inmediato, casi a ningún joven (de entre 25 a 30 por ejemplo) le llama la atención el tema o no está informado, no saben cómo es que la gente se jubila o pensiona, no saben la diferencia, creen que la empresa en la que trabajan será la que les pagará una vez retirados, desconoce que es indispensable cotizar a una institución de seguridad social, que en el IMSS hay dos regímenes para el retiro de la vida laboral: el de 1973 si empezaron a cotizar antes del 1° de julio de 1997 y el de 1997, si iniciaron a cotizar a partir del 1 de julio de 1997, que en el ISSSTE es diferente, que hay que tener ciertas semanas cotizadas y cierta edad o cubrir una serie de requisitos y un largo etcétera.
Hasta 2017, de acuerdo con una publicación del Consejo Nacional de Población (Conapo) respecto a Vejez y Pensiones en México, en el segmento de la población de 65 años o más sólo 20% tiene una pensión o está jubilada.
Por su parte el INEGI reporta que la institución que en 2017 concentró el mayor porcentaje de pensionados en el país es el IMSS con 72.9%; le siguen el ISSSTE con 19.7% y otras instituciones con el 7.4 por ciento.
La mala noticia es que, como si fuera poco el cambio drástico en el sistema de jubilaciones y pensiones, el panorama para los viejos del futuro se agrava con los mentadosoutsourcing, cuya traducción literal del inglés es subcontratación, y del que decenas de empresas están haciendo uso y abuso de ello para evadir obligaciones con el fisco y con otras instituciones en detrimento del trabajador, al pagar sueldos oficiales que apenas alcanzan el mínimo, aunque en bonos les den hasta el doble o triple. Pero los outsourcingson otro tema.
Felicidades, me gustó
¡Interesante!
Me resultó muy interesante y revelador del sistema .