Porque yo lo digo

Fue un 5 de febrero de 1998 cuando ocurrió el llamado “Monrealazo”. En aquel entonces yo apenas tendría 12 años de edad, pero recuerdo perfectamente aquel momento y los meses posteriores. En medio de un proceso interno muy ríspido, se dijo que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) había determinado que Pepe Olvera sería el ungido con la candidatura a la gubernatura de Zacatecas.

Eso se dijo, aunque en el fondo se veía el dedo que tomaba las decisiones, un Arturo Romo Gutiérrez a quien no agradó la política del fresnillense Ricardo Monreal. Y pagó caro su decisión, a tal grado que ese dedazo marcó la debacle del PRI por al menos dos sexenios en Zacatecas.

En aquel entonces (tal como ahora) yo no sabía de política, aunque uno como chiquillo curioso de pronto advierte “detalles” que se le quedan grabados.

En mis años de infancia recordaba muy bien haber asistido a algunos mítines, y ahí va uno de mocoso, utilizando la gorra de un partido que ni conoce, con una playera que terminaba siendo pijama y ondeando banderitas bajo el sol zacatecano, de ese que quema en la nuca.

Recuerdo también que en el sexenio de Arturo Romo las posadas familiares eran verdaderamente familiares. En aquellos años mi mamá trabajaba en el proyecto que entonces se conoció como “Maquila Familiar”, dependiente del Sistema Estatal DIF.

Ahí conocí a muchas otras familias que, como nosotros, vivían en condiciones precarias, pero ansiábamos las posadas porque nos daban dos despensas enormes que parecían costales de Santa Clos. Una tenía productos perecederos y otra muchos enlatados y conservas. Pero la mejor parte eran los regalos para la chamacada, con bolos muy bien surtidos que hasta nos podía dar coma diabético de tanta azúcar.

Luego vino el “Monrealazo” y una de mis primeras preocupaciones fue si mi mamá conservaría su empleo. Han de pensar que cómo se le ocurre a un chiquillo de apenas 12 años andar pensando en esas cosas de adultos, pero la verdad es que desde muy escuincle fui consciente de las carencias que enfrentábamos como familia y de que nuestro futuro dependía del ingreso de mi madre.

Recuerdo que en ese entonces Ricardo Monreal, ya como candidato del PRD a la gubernatura, estuvo en un programa de Televisa para hablar de su proyecto. Se transmitió a la hora de la comida (no recuerdo si era la 1 o las 2 de la tarde). Las líneas telefónicas de la televisora estaban saturadas y yo intentaba una y otra vez marcar para preguntar que si en caso de que ganara Ricardo Monreal mi mamá conservaría su trabajo, pero pues no hubo oportunidad de preguntar.

Meses después ocurrió lo que todos conocemos. Ricardo Monreal ganó, hubo una desbandada de priístas que juraban lealtad al nuevo ungido y el PRI se derrumbó por 12 años en Zacatecas. Mi mamá perdió su empleo, como era de esperarse con un cambio de administración así, lo que obligó a trabajar desde muy temprana edad para apoyar en los gastos familiares.

Melodramas aparte, esta fue la primera experiencia que recuerdo de lo que conocemos como “dedazo”. Ricardo Monreal ganó al candidato del “dedazo” en el PRI.

Esto permitió que Amalia García Medina obtuviera la gubernatura en el 2004, curiosamente apoyada por Arturo Romo Gutiérrez, quien años antes le había dado la espalda a quien le abrió camino al Sol Azteca en Zacatecas y que hoy parece apoyar a Ulises Mejía en su aspiración desde MORENA.

Luego vino el proceso del 2010. Amalia impuso la misma política del dedazo al impulsar la candidatura de Antonio Mejía Haro, por encima de Miguel Alonso Reyes, quien estaba mejor posicionado en aquel entonces. Finalmente esta ruptura llevó al segundo a ser cobijado por el PRI, partido por el cual ganó la gubernatura y le devolvió al tricolor la Casa de los Perros.

Para el proceso 2016 el ungido fue Alejandro Tello Cristerna, por encima de otros tres aspirantes que hoy se vuelven a encontrar en el proceso 2021: Fito Bonilla, Roberto Luévano y Carlos Peña. La diferencia es que ahora se enfrentan a un nuevo “dedazo” con la posible imposición de Claudia Anaya Mota como candidata de la pretendida alianza PRI-PAN-PRD.

Esta percepción no es gratuita. Claudia Anaya se formó en el PRD. Bajo esas siglas floreció su trayectoria política, en un tiempo en el que el PRI no pasaba la mejor de sus rachas. Y una vez que el tricolor volvió a las andadas con Miguel Alonso y Alejandro Tello, Claudia Anaya aprovechó la coyuntura para seguir creciendo.

Del otro lado, MORENA no se queda atrás. Después del triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las urnas en el 2018, hoy se enfrentan a un proceso que parece viciado. Se sospecha del “dedazo” para favorecer a David Monreal Ávila en la candidatura a la gubernatura y eso no parece tener conforme a la militancia, como tampoco ha dejado contenta a la militancia tricolor la posible imposición en el PRI.

Si algo tiene la historia es que, cuando se desconoce, uno está condenado a repetirla. Tanto el PRI como MORENA viven dos procesos diferentes. Por un lado, en el tricolor llevan una larga tradición de disciplina, en la que la lealtad al partido en las buenas y en las malas forma parte de su vida interna y se privilegia por sobre otras cualidades.

En cambio, en MORENA recién inician su vida como partido político, que no como movimiento, y como tal apenas empiezan a mover sus piezas en este gran tablero que es la política. Sus valores como movimiento tal vez no son los que aplican para su vida partidista, pero ahí entra un dilema: ¿apegarse a los principios de un movimiento o ganar una elección “a como dé lugar”?

Los demás partidos así lo han entendido al pasar de los años. Cómo olvidar que tanto el Partido Nueva Alianza (PANAL) como el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) impulsaron la candidatura de Miguel Alonso Reyes en una alianza con el PRI por allá en el 2010. Y hoy, una década después, son los partidos que pretenden aliarse con MORENA para apoyar la candidatura de David Monreal.

Sin embargo, en esta década lo que sí parece hacer cambiado (o al menos ese es el mensaje que envían) es que hoy las decisiones no se toman en lo local, sino que la política del dedazo parece haberse trasladado a las cúpulas nacionales, esas que siguen viviendo en su burbuja de “otros datos” e ignoran lo que ocurre en cada entidad.

Ya MORENA se ha enfrentado a sus primeras resistencias con el proceso interno para elegir a sus 15 candidatas y candidatos a las gubernaturas que serán renovadas en el 2021. Zacatecas sería la cuarta entidad en alzar la voz contra estas decisiones cupulares.

Mientras tanto, en el PRI de Zacatecas hoy parecen alzar la voz contra las decisiones cupulares, igual que están haciendo los “históricos” de MORENA en su partido. No son los mismos, pero en el fondo sí lo son. Sin importar el color o la ideología, se mantienen viejas estructuras y prácticas anquilosadas.

Y en ese aspecto, solo el feminismo ha entendido que para lograr un cambio es necesario derrumbar estructuras. Pero en la política hay quien se niega a ver. Las luchas que hoy enfrentan priístas y morenistas al interior de sus partidos no es diferente; se trata de la misma estructura. Lo que distingue a cada uno es su ideología partidista.

¿Pronósticos? Aún es muy temprano para prever escenarios. Estos cambian cada día según las decisiones locales y nacionales. No obstante, el tiempo se acaba para las alianzas, restan solo nueve días para registrar su intención ante el órgano local, el Instituto Electoral del Estado de Zacatecas (IEEZ), y en nueve días aún pueden ocurrir muchas cosas. ¿Quién sale perdiendo?