Ese fue el encabezado a una nota policiaca firmada por Aracely Garza para Excélsior y publicada un 4 de mayo del 2017. La nota narraba cómo un menor de tan solo tres años de edad había muerto calcinado en una colonia de Monterrey y cuya madre de 42 años había sido detenida como la principal sospechosa.
A lo largo de la nota se describían testimonios de algunos vecinos que daban cuenta de que habían escuchado los gritos del menor y exclamaciones de varias personas, hombres y mujeres, que huyeron cuando el último grito se apagó.
AL llegar los policías, el menor estaba totalmente carbonizado. En el lugar de los hechos las autoridades solo encontraron restos de sangre, madera y un encendedor. Tuvieron que convencer a la madre de que soltara el cadáver del menor.
Desde que leí la noticia no dejo de pensar en ella, en el menor calcinado, en el horror que debieron enfrentar las autoridades al llegar a la escena del crimen, en lo que pudo pasar por la mente de la madre al ver que el cadáver que sujetaba con sus brazos era su propio hijo, en qué tan dañada pudo estar la mente de quienes participaron en tan macabro hecho.
Se trata de una noticia muy diferente a otras donde se informa que alguna madre en algún punto del país decidió terminar con su vida y la de sus hijos, la mayoría de las veces por la pobreza y el hambre, en historias que se repiten en diversos medios en todo el país.
Pero en este caso se trata de un hecho que involucró un asesinato con dolo, no por las circunstancias adversas de la vida, sino quizá en un trance o por seguir una creencia (y hasta hubo cómplices). El horror de arrebatarle la vida a un menor que apenas iniciaba su vida.
Seguramente en las secciones de nota roja de muchos diarios de pronto saltan noticias como esta, donde un menor se ve involucrado en un caso de homicidio como víctima y había toda la intención. Un infanticidio. Y en muchos casos, la sospecha recae en los padres o en algún familiar cercano.
Nunca estudié Psicología, pero me hubiera gustado solo por tratar de entender más la mente humana y qué le lleva a cometer este tipo de actos, estos crímenes que duelen en lo más profundo porque se trata de niños indefensos, que no tienen ni la fuerza ni la capacidad para defenderse de sus agresores, mucho menos para entender por qué son víctimas de tales violencias.
En Zacatecas recuerdo varios casos de infanticidio, pero sobre todo feminicidios, y como sociedad duele que no haya un alto a este tipo de crímenes. Y si bien la pandemia por el COVID-19 ha limitado las manifestaciones en espacios públicos, no se pueden ignorar los recientes movimientos (cada vez más frecuentes) condenando estos delitos y exigiendo justicia.
Las víctimas con el tiempo han pasado a formar un número, una estadística. Se olvidan sus nombres y sus rostros hasta que ocurre un nuevo feminicidio donde la víctima fue una menor, como el más reciente caso de la niña Sofía en Fresnillo. Pero cómo olvidar a la niña Lisa María en Sombrerete, a Mariel, a Sanjuana y tantas más cuya muerte nos privó de su sonrisa.
Nuestros niños y niñas deberían tener derecho a una vida plena, sin que su vida y su integridad se vea expuesta o violentada. ¿Qué clase de sociedad somos cuando ocurren este tipo de hechos?, ¿qué clase de autoridad tenemos cuando no hay la capacidad para que los crímenes no queden impunes, para prevenir estos delitos, para atender a las víctimas con un protocolo adecuado?
La nota a la que me refiero al inicio de esta colaboración vino a mi mente al repasar las cifras de homicidios dolosos y las atenciones brindadas a mujeres víctimas de violencia en Zacatecas. Bien lo decía el Dr. Gilberto Breña Cantú hace unos días: esta pandemia también sacó lo peor de la gente, aunque él se refería a otras circunstancias.
La pandemia nos ha mostrado que las cifras, las estadísticas, no son la realidad completa sobre este grave problema. El confinamiento obligó al silencio y en muchos casos desconocemos las violencias al interior de los hogares. ¿Cuánto tiempo pasará para que, por omisión, se tenga otro caso de homicidio donde la víctima sea un menor?