La hipocresía de las buenas conciencias y el capitalismo LGBT+

Cada 28 de junio se emiten pronunciamientos por doquier para respaldar la lucha de colectivos de la diversidad sexual que llevan años peleando por el reconocimiento de derechos que hasta hoy han sido un privilegio para la heterosexualidad.

En Zacatecas, el punto más álgido en la discusión de estos temas ocurrió en el 2019, cuando en el Congreso del Estado se analizaba la iniciativa para modificar el Código Familiar y permitir la celebración de los llamados “matrimonios igualitarios”, pero pesaron más los rosarios y las “buenas conciencias” que el llamado de organismos locales, nacionales e internacionales para garantizar todos los derechos para todas las personas.

Me queda claro que después de lo que reveló el Censo del INEGI 2020, Zacatecas sigue siendo el estado más católico del país, pero no por ello sus creyentes son mejores personas. Al contrario, gracias a sus letanías hoy somos vergüenza nacional e internacional por seguir viviendo en la Edad Media en pleno siglo XXI, un estado donde la apariencia cobra mayor relevancia que el valor de las personas por lo que son.

No es difícil pensar en la dificultad de quienes deben enfrentarse a la dura decisión de “salir del clóset” cuando aún pesan los prejuicios, el “qué dirán” de una sociedad que opta por preservar un modelo heteronormativo de familia, a pesar de que el propio INEGI reconoce hasta 11 tipos de familia, o que una cuarta parte de estas tiene jefatura femenina, sin olvidar que la violencia familiar sigue siendo el segundo delito con mayor incidencia en la entidad, que ocupamos el séptimo lugar a nivel nacional con mayor proporción de violencia contra mujeres y niñas; que estamos entre los primeros seis estados con mayor tasa de feminicidios, segundo lugar en embarazo adolescente y segundo lugar con mayor tasa de trabajo infantil. Ah, y los zacatecanos son el segundo mayor consumidor de pornografía en el país.

La mayoría de estas estadísticas provienen de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) que elabora el INEGI y que nos permiten analizar el entorno, las circunstancias y el contexto en el que viven las familias, pero también demuestran que esa “familia tradicional” no es tan perfecta como lo pretenden hacer ver quienes con sus rosarios buscan obstaculizar la garantía de todos los derechos para todas las personas.

La realidad es que el llamado “matrimonio igualitario” es solo un contrato civil mediante el cual dos personas acceden a otros derechos reservados únicamente para los contrayentes (certeza jurídica, salud, herencia, patrimonio, vivienda, programas sociales, etc.).

Al ser un contrato que solo pueden establecer parejas heterosexuales, se trata de un derecho limitativo y, en consecuencia, se trataría de un privilegio, no de un derecho. Para ser derecho tiene que aplicar para todas las personas, atendiendo al Artículo 1 Constitucional (y en general a la Carta Magna).

La verdad es que nuestros modelos de familia son disfuncionales actualmente, pero sí creo que se debe erradicar el privilegio de la heterosexualidad sobre la figura CIVIL del matrimonio para ser accesible a todas las personas a fin de que sea, en efecto, un derecho y no un privilegio.

Y estas estadísticas forman parte de una realidad que vivimos como habitantes de Zacatecas. Ni me trago el cuento de que las familias “tradicionales” son ejemplo de virtud, ni que la comunidad LGBT+ es pura bondad. Somos individuos con decisiones personales e historiales que nos han configurado como personas (y tampoco creo que el mundo sea tan maniqueo para dividir a la sociedad entre los buenos y los malos y todas las variantes de ese binarismo).

La diferencia es que unos viven con derechos a los que no pueden acceder otras personas porque estas se enfrentan a una limitante en lo jurídico: su orientación sexual. Creo que se deben garantizar todos los derechos para todas las personas y no fundamentar los prejuicios en documentos fuera de un Estado laico.

Aprobar el matrimonio igualitario quizá no modifique en gran medida estas estadísticas o la descomposición social, pero sí creo que es una primera semilla para empezar a reconstruir el tejido social ante tantas muestras de odio y polarización que vivimos en estos días.

Y si habláramos del capitalismo al que le da por ser muy “LGBT+ friendly”, mucho habría qué cuestionar qué idea tienen sobre la diversidad sexual, pues se replican modelos homonormados donde se muestra una comunidad blanca, atlética, atendiendo a los roles de género socialmente impuestos, porque ese capitalismo encaja más en una sociedad prejuiciosa, esa donde persiste la idea de que “esos temas no se tocan”.

Baste recordar el caso de Walmart México, que se viste de arcoiris y emite sendo desplegado apoyando las causas de la diversidad sexual y el respeto a los derechos de todas las personas, pero niega el trabajo a otro grupo vulnerable: los adultos mayores, esos que durante la pandemia lo perdieron todo.

¿Con esta realidad pretenden seguir defendiendo un modelo de familia “tradicional”?

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