Ni el David ni la Claudia, gané yo

Pues como ustedes sabrán, (si ya tenían el gusto de conocerme) tengo sueños y aspiraciones muy pendejas, quizá el único sueño no pendejo que tengo es el de ganar el Melate y si le escarbamos poquito podría ser el peor. En fin, de eso hablaremos en otra ocasión.

Uno de mis sueños de infancia era ser funcionaria de casilla, pero serlo desde el sorteo, no porque fui a pedir que me dejaran andar ahí de metiche. Gracias a mis múltiples chambitas he andado en el trajín electorero desde muchas áreas, en unas volanteando, otras pegando lonas, haciendo boletines, cantando, ambientando los mitines, convocando medios, en fin, solo me faltaba eso.

Para mi buena suerte me tocó ser no solo funcionaria, ¡Nel! fui la Señora Presidenta y no precisamente la del difunto Gonzalo Vega; fui una Señora Presidenta y desde que lo supe me puse la banda presidencial y me creí la muy muy porque soy la muy muy.

Marco Milanés fue el capacitador designado por el INE para decirme cómo hacer las cosas; yo muy juiciosa y entendida como soy, atendí las capacitaciones, leí el material, hasta las chingadas leyes, que dicho sea de paso, no les entendí ni mergas, también fui a los simulacros y tomé notas de todo lo que iba a hacer.

Recibí los materiales unos días antes en mi hogar, los guardé en el lugar más seguro de mi casita. El lugar más seguro es el “cuarto del reciclado”, nombrado así por mi madre aunque se trate de un guarda ropa; ese lugar se le designó al material electoral, por aquello de un tsumani que le diera en su madre a Zacatecas, ahí no se metería mucha agua; ¿un terremoto? ahí no se iba a caer la casa; ¿ladrones? ahí no lo iban a encontrar.

Ustedes creen que es así de fácil, pero no, porque juro que salía al mandado y me dada cosita dejar las boletas solas en el hogar, ahí indefensas, hasta las imaginaba tristes, por eso salía y volvía en chinga.

No quise decir que era presidenta, porque temía que algún maligno acudiera a mi casita y se llevara las boletas y ya me veía yo, envolviéndome en la bandera para defender la herramienta de la democracia (sí, todas esas pendejadas pensaba).

La llegada a la casilla el 6 de junio fue a la 7 de la mañana, mis compañeros funcionarios fueron llegando minutos después, abrimos a tiempo nuestra casilla y antes de que comenzara la llegada de mis vecinos a votar dije: “ándenle pues, vamos abriendo esta madre en el nombre de Dios, del universo, el cosmos o quién pinchis sea”; cuando dije eso, una señora que esperaba pacientemente en la puerta para votar, se persignó y entró emocionada.

Cada duda que teníamos le llamábamos a Marco, quien profesionalmente nos atendía y explicaba. Llegó mucha gente pero solo les cuento de unos:

Llegó Gabriel, él fue mi compañero en la Unidad Básica de Rehabilitación (UBR) ubicada en mi colonia, a espaldas de mi casilla; Gabriel tiene una discapacidad y llegó con su credencial en mano, se la entregó a Martha, quien le dijo el nombre completo a Toño (los dos son mis compañeros); Gabriel esperó al lado de la mesa a que lo ubicaran en la lista nominal…

“Zazueta se escribe con Z”, le dijo a Toño, porque no lo encontraba, mi compañero sí lo estaba buscando en la Z, solo que a Gabriel ya se le hacía mucho (neta es una chinguita encontrar un mono o mona en la lista); Adán y yo le entregamos sus boletas, pasó, votó, depositó en las urnas sus votos, ayudado por Mónica, otra compañera y se fue.

También llegó Chayo, ella tenía una carnicería/frutería/tienda de abarrotes que no corrió con buena suerte, llegó acompañando a una mujer no muy vieja, no muy joven, físicamente me recordó a mi mamá, su rostro amable pero fuerte, su tez prieta, cabello cano y vestimenta no muy cuidadosa; Chayo recibió sus boletas, se metió y votó; pero antes de meterse me dijo que la señora no podía votar sola porque no sabía leer, le pregunté si podía ella ayudar a la mujer y dijo que sí, pero hasta que terminara, la mujer no quiso esperar tanto y se metió a la mampara y me da la impresión de que hizo un cagadero, pero tuvo el orgullo de hacerlo sola.

Un hombre llegó con credencial en mano, no aparecía en la lista nominal, sin hacerla de pedo se fue. Los representantes de partido fueron muy amables, todos los que ahí estuvieron: PT, PRI, Verde y Nueva Alianza.

Mi casilla cerró sin pena ni gloria, todo en orden, no tuvimos incidentes, no tuvimos faltantes, ni tuvimos pleitos, ni votates culeros. Tuvimos una buena jornada, contamos los votos, guardamos y reímos mucho porque a pesar del cansancio hicimos de algo tan pesado un momento chido y no fue algo que yo pensara, todos estábamos en la misma sintonía.

Pegamos el cartel de resultados en la puerta, mis compañeros me ayudaron a cargar los paquetes electorales y las cajas de mobiliario en mi carrillo para que fuera yo a entregarlos al IEEZ e INE.

Salí de mi casa minutos antes de las 7 de la mañana, regresé a las 3 de la mañana, minutos después; me cansé mucho, muchísimo pero en verdad me gustó, no creo que lo vuelva a hacer jamás.

Me encantó la levantada de manos de los candidatos y ahora gobernador, pero en serio estaría con madres que más allá del cliché de “ganó la democracia” o “ganaron los ciudadanos” entiendan que GANÉ YO.

GANÉ YO y todos mis compañeros de casilla, funcionarios y representantes, gané yo y los capturistas, los jóvenes que estaban atentos a ayudarle a los funcionarios con los paquetes, la gente que te recibía los paquetes y le ofrecía atención médica (o de la enfermera) a quienes llegaban con los votos, ganó el tránsito que estaba dirigiendo los coches para evitar el caos en la entrega.

Gané yo y los que hicieron las horribles tortas que me dieron en la madrugada y que a pesar de estar remojadas y medio feítas me quitaron el hambre.

No ganó el David ni la Claudia, gané yo y todos los volanteros de las campañas, de TODAS las campañas, los choferes de los candidatos, de TODOS los candidatos, quienes limpian, quienes en las colonias dan la cara por un candidato o partido, quienes confían en que volverán, aunque saben que no va a pasar. Ganamos todos esos que hacemos el trabajo que ellos ni imaginan.

Lo chingón de mi cansada y de esta experiencia es que ahora, como ciudadana responsable que contribuyó activamente en la “fiesta de la democracia”, tengo la obligación y hasta el derecho divino de criticar más perrón a todos los gobernantes: federales, estatales, municipales y obviiiii a los legisladores locales, federales y “aspiracionales”.

Y ese derecho me lo dio Dios, si no, explíquenme por qué gané el sorteo para ser la Señora Presidenta, esta fue la primera señal, la siguiente es ganar el Melate.

2 comentarios en “Ni el David ni la Claudia, gané yo”

  1. Merecen reconocimiento todos los presidentes de casilla y sus compañeros, felicidades. Suerte con el Melate..

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